José Pilar Quezada Valdès -sentado a la izquierda- y Agustín Caloca Cortés -Sentado a la derecha- alumnos en el Seminario de Guadalajaraa
... "en la Iglesia conviven asnos, mulos y machos cabríos, algunos tan salvajes que se sienten deseos de matarlos, pero no es posible porque 'el Amo quiere recibirlos todos en buen estado'."
El Cura de Torcy a su colega de Ambricourt, en: "Diario de un Cura Rural", de Bernanos.

domingo, 16 de mayo de 2010

25 DE MAYO: MEMORIA DEL MARTIRIO DE LOS SANTOS CRISTOBAL MAGALLANES Y AGUSTIN CALOCA


25 DE MAYO: MEMORIA DEL MARTIRIO DE LOS SANTOS PRESBITEROS CRISTOBAL MAGALLANES JARA Y AGUSTIN CALOCA CORTES.
Pbro. Juan Carlos Flores Rivas.

EL PRESBITERO SAN CRISTOBAL MAGALLANES JARA.

Nació en Totatiche, Jalisco, el 30 de Julio de 1869. De muy humilde origen, ingresó en su juventud al Seminario de San José, en Guadalajara, Jalisco, donde se acreditó como un excelente candidato al ministerio eclesiástico.
Ordenado Presbítero el 17 de Septiembre de 1899, prestó sus servicios en la Escuela de Artes y Oficios del Espíritu Santo, en Guadalajara, Jal.; fue luego ministro y Párroco de su Pueblo natal Totatiche, se distinguió por su vida limpia y una intensa labor social. Para atender las vocaciones sacerdotales de esa región, estableció en su Parroquia, a partir de 1916, un Seminario Auxiliar.
El Señor Cura Don Cristóbal Magallanes, en su gran espíritu de Pastor, recomienda a su rebaño que Dios le confió: “Guarden íntegra e inmaculada la fe Católica, Apostólica y Romana, evitando con cuidado toda ocasión o peligro de perderla.
Perdonen a sus enemigos y a todos los que quieran hacer mal y no fomenten odios ni rencores en el pueblo. Eviten a todo trance la embriaguez, que es semillero de discordia, escándalos y riñas, con grave perjuicio de su honor y de la paz y tranquilidad a que tiene plenísimo derecho la sociedad.
Recen con fervor y constancia todos los días el Rosario en comunidad, si les es posible, o en familia o individualmente.
Dedíquense diariamente al trabajo y no se junten con los ociosos y libertinos. ‘El que ama el peligro, en él perece’, dice el adagio sagrado.
Si son comerciantes, no trafiquen, por amor de Dios, con los vicios, vendiendo bebidas embriagantes, con perjuicio de la moralidad de las familias, que justamente desean tranquilidad y reposo. Dios les pagará de otro modo las pérdidas que hagan sufrir por este motivo. No les faltará ni qué comer ni qué vestir, si de veras ayudan al duelo justísimo que está sufriendo el catolicismo en nuestra desventurada Patria. ‘Busquen primeramente el Reino de Dios y su justicia y las demás cosas se les darán por añadidura’, dice San Mateo.
Respeten a las autoridades públicas, ayudándoles a guardar el orden a que están estrictamente obligadas por el bien común, y no permitan que sean la burla de los libertinos y escandalosos, ‘No hay autoridad que no venga de Dios’, dice el Apóstol.
La mujer, sobre todo, la que tuvo valor para acompañar a Jesucristo hasta el Calvario, la mujer que por naturaleza es tan piadosa y compasiva, trabaje sin cesar por la conservación de la fe y de las buenas costumbres; intensifique su acción bienhechora en la oración, el sacrificio y la abnegación, y si sabe guardar luto por sus dolencias durante años, con mayor razón guárdelo, y muy riguroso, por la desgracia más grande que está sufriendo nuestra Madre la Iglesia, en nuestra Patria, de donde los enemigos tratan de hacerla desaparecer. ¡No lo consentirán la mujer piadosa y sufrida!”
A los sacerdotes que buscan la perfección cristiana, entre otras cosas, recomienda lo siguiente:
“Sin la oración nadie puede ser buen sacerdote. Entrégate, pues a ella, ahora y toda la vida.
En tu trato con tus compañeros y con las personas seglares, sé muy discreto y no les descubras tus proyectos ni todos tus sentimientos.
En el vestir, sé muy moderado, de modo que favorezcas la humildad en tu persona, y con el ejemplo, en los demás. La experiencia te irá enseñando que el sacerdote es más estimado entre los pobres y humildes, que entre los grandes del siglo.
¿Quieres levantar la fábrica de tu santidad?, comienza con la humildad. Así sabrás acomodarte a los inferiores, tolerar las imprudencias, que tal vez comentan los Superiores contigo, y sufrirás con provecho todas las adversidades de que está sembrada la vida, y más la del sacerdote, cuando carece de la santidad de su estado”.

EL PRESBITERO SAN AGUSTIN CALOCA CORTES.

Nació en San Juan Bautista del Teúl, Zacatecas, el 5 de Mayo de 1898. Poseedor de un carácter noble, supo sobreponerse a la adversidad. Ingresó al Seminario de San José en Guadalajara, Jal., en 1912. Tras la dispersión de los alumnos de dicho plantel, en 1914, continuó su formación en el naciente Seminario Auxiliar de Totatiche, Jal.; regresó al Seminario de San José, en Guadalajara, Jal., en 1919, donde se distinguió por su aplicación al estudio y su sólida piedad.
Ordenado Presbítero el 5 de Agosto de 1923. A petición del Párroco de Totatiche, Don Cristóbal Magallanes, fue nombrado su vicario Parroquial y Profesor del Seminario Auxiliar, en esa misma población, donde permanecerá hasta su muerte.
Vida edificante la suya, entregado a su ministerio, a la atención de los seminaristas y a las obras de apostolado, en especial, la catequesis y la divulgación de la Doctrina Social de la Iglesia.
En un poema, compuesto por el Padre Caloca, se canta el triunfo de los mártires:

¡Adelante, cristiano caballero!,
ya de tus huestes los clarines oye;
mártir de Cristo la fatiga emprende,
lucha sin tregua.

Baja al averno y tu destino mira,
Augusto Emperador victoria canta
al rodar tu cabeza ensangrentada,
yerta, sin vida.

Mártir cristiano, ya la palma bate,
desprecia el mundo y sus riquezas,
porque esto es polvo, es vanidad, es nada:
¡Corre hacia Cristo!

Ofrece el holocausto suspirando,
el cáliz del dolor gustoso liba y
abraza el leño que te lleva al cielo:
¡Mira a Jesús!

Ángel del cielo mi plegaria escucha:
Tú que repartes lauros de victoria,
rápido baja, el sacrificio acepta,
¡llévalo al cielo!

Pbro. Agustín Caloca
Marzo de 1927.


PASION Y MUERTE.

El 21 de Mayo de 1927, mientras desempeñaba sus labores apostólicas dentro de su circunscripción eclesiástica, un grupo de militares, encabezados por el General de Brigada Francisco Goñi, capturó al Párroco Magallanes; ese mismo día, el encargado del Seminario Auxiliar de Totatiche, y su Vicario, el Presbítero Agustín Caloca, también fue capturado por el Ejército Federal en Totatiche, después de haber ayudado a escapar a los seminaristas y fue conducido a la misma prisión donde se encontraba su Párroco el Señor Cura Magallanes. Sufrió junto con su Párroco vejaciones y malos tratos y, aunque pudo obtener la libertad, rechazó una oferta en este sentido, con tal de no abandonar a su Mentor.
Acusado de sedición, el Párroco desmintió los cargos presentando un artículo de su puño y letra, publicado un poco antes, donde exhortaba a sus feligreses a mantener la calma: “La religión no se propagó ni se ha de conservar por medio de las armas. Ni Jesucristo, ni los Apóstoles, ni la Iglesia han empleado la violencia con ese fin. Las armas de la Iglesia son el convencimiento y la persuasión por medio de la Palabra”.
Dos días después fueron trasladados a Momax, Zacatecas, y la mañana siguiente a Colotlán, Jalisco, el día 25 a media mañana, sin ningún juicio, fueron fusilados en el patio de la Presidencia Municipal. Antes de ser ejecutados, el Señor Cura Magallanes distribuyó sus pertenencias entre los soldados del pelotón, dirigidos por el Teniente Enrique Medina. Después ambos sacerdotes se dieron la absolución sacramental.
El Padre Magallanes, frente al verdugo que les habría de dar muerte, confortó a su Vicario y compañero de martirio, el Padre Agustín Caloca: “Tranquilízate, Padre, Dios necesita mártires; un momento más y estaremos en el cielo”. Y el Padre Caloca hizo suyas las palabras de su Párroco y añadió: “Nosotros por Dios vivimos y por él morimos”.
El Señor Cura Magallanes pidió permiso para decir lo siguiente: “Soy inocente, perdono de corazón a los autores de mi muerte y pido a Dios que mi sangre sirva para la paz de los mexicanos desunidos”.
Entre las últimas palabras del Padre Magallanes están: “Mi vida, desde hace cuatro meses, ha sido andar por cerros y barrancas, huyendo de la persecución gratuita de nuestros enemigos… Se está cumpliendo en nosotros la Palabra del Divino Maestro Jesucristo: “NO ES EL DISCIPULO MAS QUE EL MAESTRO, Y SI A MI ME PERSIGUEN, TAMBIEN LOS PERSEGUIRAN A USTEDES”.
Los restos del Padre Magallanes descansan en el Templo Parroquial de Nuestra Señora del Rosario en Totatiche, Jalisco. Mientras que los restos del Padre Caloca descansan en el Templo Parroquial de San Juan Bautista del Teúl, Zacatecas. Particularmente, su corazón incorrupto, resguardados en una urna de cristal.

ACTUALIDAD ECLESIAL ACAPULQUEÑA

Es importante decir que el Padre Cristóbal Magallanes Jara, quien encabeza el grupo de Mártires de Cristo Rey en México, fue Tutor durante su formación en el Seminario, de quien después será su sucesor como Párroco de Totatiche, Jal. el Siervo de Dios Monseñor José Pilar Quezada Valdés, quien fue posteriormente el Primer Obispo de Acapulco de 1959 a 1976.
El Padre Magallanes predicó en la Primera Eucaristía celebrada por el Padre Quezada en su natal Acaspoles, un rinconcito cercano a Totatiche.
Y fue el Padre Quezada, quien siendo Párroco de Totatiche, promovió la exhumación de los restos de los mártires Cristóbal Magallanes y Agustín Caloca, del cementerio de Colotlán, y su traslado canónico al Templo Parroquial de Totatiche, sus tumbas definitivas, hasta la gloriosa canonización, alcanzada en el Gran Jubileo del Año 2000, en la Plaza de San Pedro, proclamada por el Papa Juan Pablo II Magno,

¡ALABADO SEA JESUCRISTO, QUE TRIUNFA EN SUS MARTIRES!

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