LA MIRA ¡MÍRALA! LA EPOPEYA CARISMÁTICA DE LAS CUEVAS DEL PADRE HERMANN
CUARTA ETAPA 1972-1973
LAS CUEVAS DE LA MIRA NACEN Y SE HACEN FAMOSAS.
Como nacieron las famosas Cuevas.
Después
de las Pascuas de Resurrección, decido construir en La Mira una modesta
residencia de 6x4 metros. Debo apurarme, puesto que mi prima Nicole Morin va a
venir a ayudarme a formar una estudiantina a partir de mediados de mayo hasta
fines de julio.
El jefe de la colonia, Señor Secundino Ochoa, me entregó el
terreno de 300 metros reservado a una capilla. Tiene una enramada media
destruida donde el Párroco del Carmen celebró por última vez una Misa cinco
años antes. Mi intención queda clara desde el principio. No vengo a inaugurar
una nueva parroquia, ni me apropio de una parroquia ajena. Construyo en un
espacio limitado las bases de un Centro Comunitario semejante a los que he
trabajado en Canadá, que irradien sobre toda una ciudad y una diócesis, y que
dependen directamente de la autoridad diocesana.
El terreno se ve muy ingrato, en la falda de la colina,
cubierto de rocas y de arbustos, refugio de los marranos. Tengo la impresión
que ningún colono lo ha querido. Hay que emparejarlo para ganar superficie y
ocupar el subsuelo. ¿Quién lo va a hacer si no lo hago yo? Todos los días, con
la pala y la carretilla, transporto tierra, nivelo. La gente me ve extraño.
Dicen: ¡qué lástima! Este padrecito escarba la tierra en vez de cantar vigilias
y celebrar misas a nuestros querido difuntos…
Los difuntos nunca me preocupan mucho. En mi trabajo físico
pesado, me sostiene la ilusión de preparar un lugar donde vendrá a renovarse la
juventud.
Me siento sobre las enormes piedras y digo en mi oración:
Señor haz que estas piedras se vuelvan pan”. En eso, recuerdo las grutas de Balcones
al Mar, donde hemos tenido jornadas y encuentros de líderes. Siento que me
estoy enamorando de las piedras y que las podremos colocar en forma de cuevas
donde haríamos encuentros y corrillos que proporcionarían el pan espiritual a
cincuenta, a cien, a miles de gentes.
Así es como nació el proyecto de Las Cuevas de La Mira que
iban a servir de cuadro a una hermosa epopeya carismática. Pero no nos
adelantemos tanto.
Durante los trabajos de construcción de la pequeña
residencia, me alojo en la casa de don Secundino y de doña Chuchita, y doña
Clementina me preparaba los alimentos.
Conviene subrayar que en esta primavera de 1972 don Remigio
empieza a trabajar en nuestro Centro y seguirá haciéndolo fielmente hasta ahora
(1991).
Mi prima Nicole forma la estudiantina de La Mira.
Llega mi prima Nicole con su guitarra y los cantos que
aprendió el año pasado en Cuernavaca. Demuestra su entusiasmo exuberante al ver
que de veras me estoy enraizando sólidamente en Acapulco.
La
residencia se eleva sobre seis columnas. Debajo podemos ocupar todo el espacio
como salón de reuniones y de ensayos de música.
La
llegada de Nicole crea sensación en la colonia. Ella toca y tiene una voz
encantadora. Habla perfectamente el español. Irradia la alegría de vivir. Sobre
todo tiene algo que a ningún muchacho deja indiferente: ojos de un azul intenso
como si reflejaran el firmamento y las aguas de la bahía.
Nicole
forma la estudiantina de La Mira; compramos guitarras y todas las noches había
prácticas durante cuatro horas. Así que jóvenes que no sabían nada de música
pudieron en dos semanas tocar la Misa Panamericana. Los hermanos de La Salle,
religiosas del Zumárraga, del América y del Victoria venían a participar en
nuestras misas dominicales. Invitado por el padre Rafael Bello a celebrar una
Misa en la Sagrada Familia, llevé conmigo a la estudiantina. Después unos
cursillistas nos invitaron al Bejuco, a Tres Palos.
También
íbamos a los. Bajos del Ejido a fraternizar con el grupo del padre Miguel. Mi
Camioneta Chevrolet nevaba en letras llamativas el nombre de la estudiantina.
El tránsito local y la Policía Federal de caminos, al cruzar o doblar el grupo,
saludaban al conjunto de 20 muchachos con simpatía en su capilla móvil.
Novedades de Acapulco hizo un reportaje. El nombre de La Mira salía de la noche
y unos presintiendo el futuro repetían: “La Mira, ¡Mírala!”
A mediados de julio, teníamos 18 guitarras y 2 mandolinas,
30 jóvenes practicaban. Los alumnos de la primera hora se volvían de pronto
profesores para los nuevos. Un grupo acompañó a Nicole, una semana, en un
pueblo de la montaña, vacunando, ayudando a hacer la carretera. Empezamos una
estudiantina en La Laja y seguimos un tiempo asesorándolos. Decían los
muchachos: “Lo que hemos aprendido queremos transmitirlo”. Teníamos un círculo
bíblico. Sin quererlo y sin darse cuenta, por el solo impacto de su presencia y
de sus actividades, el grupo de La Mira cambió la mentalidad de muchos
sectores, desbarató pandillas peligrosas e hizo que los jóvenes buscaran y
realizaran algo positivo.
Por lo tanto, desde el principio, el Centro tuvo una
irradiación social y no se encerraba en sí mismo. Muchos no ven esos frutos y
acusan a la estudiantina o grupos carismáticos de servir de nada, que mejor no
existieran.
En 1972 tenían mala fama las guitarras en la liturgia.
Conviene señalar que en los años 71 y 72 en Acapulco, no se
admitían guitarras en los templos. En el Retiro anual de sacerdotes, del 4 al 8
de septiembre de 1972, Monseñor José Pilar Quezada declaraba que no convenía
tocar guitarras en la Misa, y Juvenal Porcayo, Vicario General, justificaba ese
juicio con el siguiente silogismo: “La guitarra provoca movimientos corporales.
Ahora bien, no se deben permitir tales movimientos en el culto. Por lo tanto se
debe prohibir la guitarra en los templos”. Yo contestaba: “¿Piensan que David
no se movía cuando danzaba con toda la fuerza de su juventud delante del
Señor?”. Hoy con la mentalización realizada y la aceptación general de la Misa
de juventud (el padre Juvenal unos años después la aceptó en Costa Azul) uno no
puede comprender la oposición de hace 18 años atrás. Es que en ese tiempo, la
celebración de la Misa se hacía muy calmada, de daba preferencia a la devoción
individual: el cajón de los difuntos y las vestiduras negras predominaban en el
culto. No se podía ni concebir una celebración gozosa con cantos jubilosos y
ademanes exuberantes.
Tampoco se veía asistencia juvenil. Los sacerdotes lo
confesaban: “Los jóvenes no se paran en la Iglesia”. Los jóvenes se
justificaban: “Cuando voy es por la fuerza, todo eso lo veo muy aburrido”.
A Nicole suceden Sor Manuela, Guadalupana, y Beatriz
Ferrara.
Al despedirse en los últimos días de Julio, Nicole sufre
mucho de la separación inevitable. Ella y los muchachos, sus hijos, lloran.
Pero ella, con orgullo, puede decir que no ha sembrado en vano. Su obra no
perecerá. Sus hijos ya entrenados enseñan a nuevos miembros de la estudiantina.
En este periodo nos fue de una gran ayuda la madre Manuela,
Guadalupana. A nadie había revelado que pertenecía a la Renovación en el
Espíritu Santo. Fuimos a orar con ella a las Cumbres de Caletilla y nos enseñó
cantos nuevos. Un día, ella misionaba en Espinalillo y fuimos a cantar y orar
con los jóvenes de ahí.
Después de la madre Manuela, viene de México una muchacha
muy entregada que retoma la obra de Nicole. La muchacha se llama Beatriz
Ferrara H. Tiene su carrito. Un día al ver pasar la camioneta con la
estudiantina nos sigue a La Mira y se ofrece a ayudarnos durante las vacaciones
en Acapulco. Después, viene de la capital los fines de semana sólo para
encontrarnos y servir a la estudiantina. Cuando no le fue más posible seguir
viniendo, mandaba cartas en las que decía entre otras cosas: “Por motivo de mis
estudios no he podido ir y estar con ustedes en La Mira, pero yo estoy segura
que se siguen superando. Ahora estudio piano y el idioma alemán. Les prometo
que una vez que tenga tiempo estaré siempre con ustedes, aunque de corazón y
pensamiento sigo permaneciendo en su compañía”.
Los muchachos tenían un elixir en la persona de Beatriz, que
les contagiaba su espíritu, de buen humor y de alegría. Esto nos escribía en
una misiva un 16 de septiembre de 1972: “Nunca debemos darnos por vencidos;
pues mientras hay vida hay esperanza, y mientras tenemos salud, tenemos y
debemos luchar. Así que deseo nuevamente no se desanimen y sigan ensayando,
para lograr lo que con tanto entusiasmo iniciaron”.
Me dieron una regañada en la judicial.
…
Es desalentador y la manera como estas cosas se han manejado han permitido que
quienes de verdad delinquieron anden sueltos en tanto que en las cárceles hay
inocentes que purgan delitos que no han cometido y seres humanos sanos mandados
al manicomio mientras que los desequilibrados nadie hace caso de su atención
psiquiátrica. Procurador General de Justicia, Lic. Edmundo Olguin (1981).
Me hubiera faltado una deliciosa experiencia en Acapulco si
no hubiera sufrido algo de la Judicial.
El domingo 20 de agosto formamos un Comité Ejecutivo de la
Estudiantina y nombramos al joven René Ávila Díaz, como presidente. Su familia
muy honrada y el joven es serio, estudioso y estimado de todos. Durante la noche
del domingo al lunes, se comete un robo en la colonia La Mira. En la mañana
siguiente viene la Judicial y para demostrar su eficiencia atrapa al primero
que pasa y lo lleva a la cárcel. Es nuestro flamante presidente, René Ávila.
Me
viene a buscar la mamá desconsolada y la acompaño a la cárcel. En el camino
recordaba la escena de Nueva York, relatada en La Cruz y el Puñal: el
predicador Wilkerson se presentó en defensa de unos pandilleros y fue sacado
por la policía del Tribunal. Aquí va a ser diferente, porque en México hay
mucho respeto hacia los padrecitos. A demás, Ávila es absolutamente inocente.
La
mamá de René y yo nos presentamos ante el Comandante Wilfrido Castro Contreras
y trato de explicar que el joven ha sido arrestado por equivocación. Cuál no es
mi sorpresa al oír la voz enojada del Comandante que me dice: "Usted,
padre, no conoce a los La Mira; son una bola de delincuentes. El Joven Ávila
está preso y tengo el derecho de guardarlo en la cárcel los días necesarios
para los interrogatorios". Hace una señal para que nos saquen de su
oficina.
Nos esperan los fotógrafos en la puerta. No sé por qué se
muestran tan groseros. No capto sus palabras raras, pero es fácil comprender
que me ofenden. Lo sabré mejor después por los periódicos. “La verdad” publica
una foto en el momento en que el Comandante me regaña con la leyenda: “El padre
Hermann Morín se presentó ayer ante el Comandante a abonar la conducta del
joven René Ávila Díaz, quien fue detenido por la Policía Judicial”. “La Prensa
Libre”, despreciativa, debajo de mi foto escribe: “Por metiche le dieron su
maltratada hoy en la mañana en la Judicial a este cura flaco que fue a abonar
la conducta de un presunto ladrón”.
A David Wilkerson le resultó positivo su enredo con la
policía porque puso las pandillas de su lado. Aquí el asunto no toma grandes
proporciones. Pero mi visita a la cárcel hizo que René fuera liberado unas
pocas horas después. La estudiantina, en la noche, festejaba su liberación. Por
mi parte, antes de dormir, medito la sabia reflexión de la mamá de David: “El
Señor procede en forma misteriosa para llevar a cabo sus maravillas”
La estudiantina sigue con sus actividades. Se elige una reina:
Elizabeth Cárdenas López, y una princesa: Guadalupe Gutiérrez Sauri. Los
integrantes de la estudiantina se dan al baile: Esteban y Vicente Ortiz Pavón,
Nicolás y Refugio Flores, Carlos Castro, Lupita Nieto, René Ávila, etc…
¿Quién es el peor: el padre Hermann o el padre Carmona?
El
Centro de La Mira no es un gueto, es más bien un trampolín. No es un pozo sino
un manantial cuyas aguas frescas desbordan y fecundan colegios, colonias,
pueblos y otros movimientos. En la Misa de las 6 p.m. en La Mira, los domingos,
vienen los hermanos de La Salle, religiosas del Victoria, del América, del
Zumárraga, del Guajardo. “Si el padre se dedica a los pobres, nosotros no
debemos quedarnos atrás”.
No pierdo el contacto con la Jornada y los Cursillos. Con
los jornadistas no hay fricciones, puesto que los jóvenes son más flexibles, no
tienen prejuicios y aceptan el cambio y aun lo desean. Pasamos momentos muy
agradables con los jornadistas de los años 72 y 74.
Recuerdo a Pepe Soto, los Marroquines, los Sandovales, Cristi,
Trini, Pati de las Rosas y muchos más. Pero falta a la Jornada la distribución
de los jornadistas en pequeños grupos para asegurar su perseverancia y sobre
todo el poder de los carismas del Espíritu Santo.
Asisto regularmente a la Ultreya los lunes en la Casa de la
Cristiandad. Pero mis métodos pastorales chocan demasiado con uno de ellos que
no han recibido ninguna influencia del Vaticano II. Pedro Kuri me llama la
atención: “Dentro de cinco o diez años, te daremos toda la razón tal vez. Pero
por el momento estás demasiado adelantado”. Pero yo por más que me examino, no
veo qué tendría que cambiar o corregir. En Bolivia, ya hace 10 años atrás,
todas estas actitudes e innovaciones pastorales eran aceptadas. México no es
Bolivia o Chile, pero no es una razón para quedar estancados.
Unos amigos cursillistas me apoyan francamente, como Miguel
Bugarini, Humberto Reyes, Jorge Prado. Otros me rechazan. Una vez, al verme
llegar a la Ultreya, uno de los más integristas dice a su vecino: “ya llega
padre satanás”. Otros me comparan con Moisés Carmona. Pero para mi consuelo la
esposa de Pedro Kuri precisa: “Padre Hermann no es peor que padre Carmona”.
¡Que consuelote! Dice una chismosa: “Este padre viene a cambiar nuestras
tradiciones sagradas”. Le contestan: “Padre Hermann tiene a su favor 80 % y 100 % de la juventud”.
Sin
el apoyo moral de los Hermanos de La Salle no hubieramos subsistido.
La
boca habla de lo que está lleno
el
corazón (Lc 6, 45).
En
junio empiezo a relacionarme con los Hermanos de La Salle por medio de un
lasallista canadiense que está de vacaciones conmigo. Todos los lunes voy a
celebrarles la misa de 7 p.m, Nace una amistad que durará muchos años. Como
toman cursos de verano en su Universidad de México y están al acecho de todo lo
nuevo capaz de perfeccionar su vida y su enseñanza, encuentro en ellos hombres
maduros y abiertos a una pastoral renovada. Ven venir cada lunes a la tarde
como una fiesta. Compartimos comentarios sobre la Palabra de Dios y sólo
después hacemos el rito penitencial, tardando bastante en la Reconciliación con
Dios y los hermanos.
Los hermanos insisten para que yo participe en un Congreso
de 3 días en su colegio con los maestros, sobre la dinámica de grupos, a
principios de septiembre.
Sin el apoyo moral de los hermanos de La Salle, mi vida y la
vida de nuestro Centro de La Mira hubiera sido muy distintas, aún más tal vez
no hubiéramos subsistido.
La diócesis me acepta como “Miembro de la tribu”.
A
fines de julio diez jóvenes sacerdotes vienen a comer en La Mira, como muestra
de solidaridad. Unos días después vienen también dos párrocos de la ciudad.
En el Retiro sacerdotal de septiembre, Monseñor Quezada pide
que yo dé un informe a los padres sobre el encuentro en el Colegio La Salle.
Después, apoyado por un compañero, propongo el estudio inmediato del documento
de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la Absolución
Sacramental Colectiva, de junio de 1972. La propuesta es aprobada por
unanimidad, puesto que este decreto de Roma toca un punto urgente y candente de
la pastoral diaria.
Al terminar el retiro, los jóvenes sacerdotes afirman que el
Clero de Acapulco me acepta “como miembro de la tribu”.
Nuestra
especial gratitud al padre Rodrigo Herrera.
El padre Rodrigo merece una mención especial en la historia
de nuestro Centro y un lugar de predilección en nuestra gratitud.
Lo
conocí primero en las Ultreyas y a veces le suplía en la misa a los
cursillistas que en este tiempo asistían numerosos, alrededor de 250. Cuando
fue
nombrado párroco de San Cristóbal, en la primavera de 1972, me invitó a
colaborar con él. Acepté gozoso por dos motivos: primero me había encariñado
con la gente de la Progreso y, segundo, sentía que me iba a llevar muy bien con
el nuevo párroco, sencillo, abierto y de ninguna manera receloso. Tal fue su
confianza hacia mí que me ofreció el cuarto del ex párroco para que yo pudiera
vivir en la Casa Parroquial.
No
pude aceptar por los compromisos de La Mira, pero me comprometí a celebrar las
tres misas matutinas del domingo.
Después le platicaba sobre mi propósito que me traía en
jaque desde Bolivia, Panamá y Cuernavaca: la nueva pastoral en onda que
consiste en formar comunidades pequeñas cristianas para renovar la parroquia y
hacer de ella una Comunidad viva de pequeñas comunidades.
También
mencionaba yo grupos de oración en casas particulares y misas de juventud.
El
padre Rodrigo me explicó: "Todo eso me parece hermoso, creo no es mi carisma.
Confío en ti: haz tú tantos grupos como quieras en la parroquia, te
apoyo".
Fue
como si Nuestro Señor mismo nos abriera una puerta de par en par con acceso a
una reserva inagotable de juventud: la Progreso y la Florida y sus calles
pletóricas de niños y jóvenes.
Ya en 1972 teníamos muchas Comunidades en la Progreso.
Ya como párroco interino a fines de 1971 había hecho
contactos con familias del Multifamiliar. En aquel entonces hablábamos de.
Formar células domésticas y el horario preveía: ambientación, lectura bíblica,
comentarios y oración a partir del texto sagrado, problemas sociales del sector,
evaluación del trabajo de la semana anterior y planeación de la siguiente.
Ahora
a mediados de 1972 se podía extender la dinámica de pequeños grupos a todos los
sectores
de la parroquia. En poco tiempo se crearon comunidades fraternales (el nuevo nombre
de las células) en las calles de Campeche, Sinaloa, Chiapas, Flores Magón,
Uruapan, Sonora, Durango, Coahuila, Actopan, Bernal Díaz del castillo,
Chihuahua, Michoacán, Monterrey, Cerrada de Torreón y Puebla.
Estas
reuniones nos acercaron a pandillas de mariguanos de la Florida. Tuvimos la
colaboración de la señora Raquel en la calle de Michoacán: nos ofreció su salón
al lado de su tienda.
Los
muchachos le tenían confianza, así que muchos adictos a la droga aceptaron
reunirse con nosotros en la casa de Raquel. Ellos mismos nos hicieron una lista
de 20 preguntas que servirían de temas para el próximo encuentro. A Cristi
Serna que me acompañaba le encantaban esos encuentros.
Todos
los problemas pasaban a esas preguntas: el amor libre, la droga, los secuestros,
la existencia de Dios, la política y las injusticias, el por qué el mundo está
contra la juventud, etc…
Muchos
de estos jóvenes tanto de los grupos de la Progreso como de las pandillas se
ganaron nuestra confianza y los invitamos a La Mira y más tarde al primer
seminario de Renovación Carismática en el Zumárraga. Entre ellos destaca Daniel
Betanzos.
El
padre Rodrigo se informaba de todo y a veces me acompañaba a los grupos. Además,
abrió las puertas del grandísimo templo de San Cristóbal para que se iniciara
la Misa de Juventud.
Deber
y meta del cristiano: formar fraternidades.
A
fines de Mayo de1973, pocos días antes de salir de vacaciones a Canadá, quise
dejar bien claro a mis amigos y discípulos lo que era mi meta y mi ideal, y
para ellos mi herencia, eso es: mi convicción acerca de las fraternidades
cristianas o Comunidades de Base.
Dejé
un texto de 7 párrafos dando la definición de la Comunidad, sus condiciones, sus
elementos, el objetivo común, insistiendo sobre 3 puntos:
Es levadura: se mezcla entre las necesidades concretas de
los hombres.
Es signo legible para que el mundo diga: ¡mirad cómo se
aman!
Requiere un proceso de crecimiento y madurez.
Terminaba con un deseo: ¡ojala tengamos pronto unas
fraternidades en La Jardín, en Los Bajos, en la Progreso, en el centro, en La
Mira! ¡unámonos!
Las autoridades Oblatas ¿cómo ven mi apostolado en Acapulco?
Según la norma general, compete a las autoridades supremas
decidir la fundación de una comunidad nueva en un país y en una diócesis y
siempre nombran un equipo de tres o dos religiosos para realizarla. Pero hay
siempre casos de excepción.
Por ejemplo Monseñor Grath Arzobispo de Panamá, quien me
acogió en su diócesis, me decía: “Somos dos originales, usted y yo. Usted es el
único Oblato en Panamá y yo el Clérigo de la Santa Cruz.
Llegué a Acapulco sin haber sido mandado, ni invitado y ni
acompañado de un hermano. Situación original y no muy normal que fue saneada
después.
Primero de parte del Obispo de Acapulco, Monseñor Quezada me
dijo que mi venida era providencial, me acogió como a uno de sus diocesanos y
me nombró párroco inmediatamente.
De parte de los OMIS hubo al principio reticencia. En
septiembre de 1972 me mandaron un visitador, P. Luis Valbuena, que dio un
informe tan favorable al Consejo General que el nuevo Superior General me
escribió de su puño y letra: “Quiero asegurarte, Hermann, mi admiración, mi
gratitud y mi aprecio por todo lo que haces y sobre todo por lo que eres como
persona y Oblato”. Richard Henley OMI.
Al mismo tiempo, el P. Leo Deschatelets, 25 años Superior
General y que resignó en Mayo de 1972, me escribió también: “Admiro los
designios de Dios sobre usted y me alegro inmensamente por todo lo que está
realizando en Acapulco. ¡Ojalá que entre los Oblatos, usted pueda encontrar
imitadores! Dígnese el Señor darle la gracia de ver crecer este Centro donde le
ha plantado tan providencialmente. Leer sus cartas será para mí siempre un
gozo”.
El Salmista (133) tiene razón: ¡Qué cosa mejor es la vida
fraterna!" Es como un perfume, un rocío y una bendición. Algo muy distinto
del juridicismo.
Una despedida festiva, 2 de junio de 1973.
En
la primavera de 1973, sentí la necesidad de encontrar mi familia de la sangre y
mi familia religiosa después de 3 años de estar separado de ellas.
Muchos
acontecimientos había vivido en tres años. Primero, salí de Bolivia en Abril de
1971 para ir a misionar a Panamá. Allá me sumergí durante 3 meses en el estudio
de la vida en el Espíritu Santo. A causa de la persecución, me vine a México y
sabiendo de las pequeñas comunidades de Base bien vivas de Cuernavaca me fui
allá a vivir experiencias únicas inolvidables. Por fin, me vino el llamado de
Acapulco y en menos de 2 años me sentí parte de la vida religiosa del puerto.
Quería
confrontar mis experiencias con las de las Comunidades cristianas de Canadá y
ver de una manera pragmática si la corriente Carismática estaba bien aceptada,
cómo funcionaba y si realmente daban frutos de conversión y santidad, frutos de
armonía y paz.
La
Estudiantina de La Mira distribuyó un volante que rezaba: “¡GRANDIOSA FIESTA,
sábado 2 de Junio a las 8 p.m., en el Centro de Comunidad de La Mira, por motivo
de la inauguración de la Cueva del Espíritu Santo por Mons. José Pilar Quezada,
y de la despedida del padre Hermann. Habrá actuación de varias Estudiantinas,
Concurso de Canciones, rifas, baile".
Efectivamente
se hizo presente el Sr. Obispo y parecía feliz de ver a tanta, gente y con
tanta alegría. Pero tuvo la sorpresa de su vida cuando me preguntó dónde estaba
la capilla y le enseñé la Cueva que parecía un cráter. Me dijo: "Voy a
bendecir la Cueva del Espíritu Santo, pero en cuanto a celebrar la Misa en eso,
te lo dejo a ti”.
Dos
encuentros carismáticos en Québec y Montreal, Canadá.
Durante mis largas vacaciones en Canadá, dediqué mucho
tiempo a hacer contacto con responsables carismáticos y grupos de oración. Dos
encuentros fueron particularmente determinantes.
El
primero en Québec, una sesión de formación a la vida en el Espíritu Santo
animada por el padre Valeriano Gaudet, el mismo quien me inició en Bolivia en
1970 y quien animaría en Acapulco en febrero de 1975 nuestro segundo seminario
de iniciación.
El
segundo, en Montreal, del 17 al 19 de Agosto, un Congreso Carismático bilingüe
(francés e inglés) en el Colegio Loyola de los jesuitas. Asistí al lado de dos
Oblatos que me iban a visitar en Acapulco poco después. P. Jaime Gagnon e Yvon
Poirier. Eran 4, 000 los participantes. Constantemente mi mente viajaba entre
el salón del Congreso en Montreal y la Cueva del Espíritu Santo de La Mira. A cada
rato me decía: "Eso sí se puede aplicar en Acapulco. Esos carismas sí los
deben tener los jóvenes en las Cuevas. También eso y eso".
Como para demostrarme que en realidad todo eso se cumpliría,
lágrimas de gozo inundaban mi rostro y después ríos hasta mojar el piso a mis pies.
Quince días después, al dejar Montreal para México yo estaba bien decidido a
realizar en Acapulco lo que daba tantos frutos en el norte.