ACAPULCO
DE LOS FRAILES
Pbro.
Lic. Juan Carlos Flores Rivas
Este título de gloria fue forjado por un sencillo pero
perseverante Fraile franciscano de feliz memoria: Fray Vicente Rodríguez ofm,
cuando en su libro “Cosas de Frailes”, editado por la Imprenta Franciscana de
Celaya, Guanajuato, en 1982; dedica el capítulo 7 con este título, para darnos
a conocer la feliz noticia de que Acapulco tiene un Beato.
Y he querido elaborar este artículo, porque en estos últimos
días, en el anfiteatro de nuestra ciudad y puerto, se ha escuchado hablar de
los frailes franciscanos –nada raro-; no es raro oír hablar de los frailes, en
favor o en contra, pues los frailes hijos del gran Patriarca de los pobres San
Francisco de Asís, han extendido a través de los siglos su acción benéfica por
el mundo entero, y en esta épica labor no podía quedar fuera Acapulco. Donde
los frailes franciscanos han provocado una respuesta admirable en hombres y
mujeres religiosos de todos los tiempos.
En efecto ACAPULCO ES DE LOS FRAILES, y más concretamente
FRANCISCANOS. Desde sus orígenes, si Acapulco es católico, es gracias a los
frailes franciscanos descalzos, quienes en 1604 fundaron aún sin los permisos
correspondientes, el Convento de Nuestra Señora de Guía, en el área que hoy abarcan
los barrios históricos de El Pozo de la Nación, El Hospital, y El Hueso. Desde
ese convento extendieron su benemérita labor durante más de 150 años
(1604-1773).
Franciscano fue nuestro Primer Santo Mártir Mexicano San
Felipe de Jesús, que pasó por esta humilde población de Acapulco, pomposamente
llamada “Ciudad de los Reyes”. Franciscano es nuestro Beato Mártir Fray
Bartolomé Días-Laurel, nacido en las inmediaciones de aquél histórico convento,
donde se enamoró de la vida religiosa, y desde donde salió, siguiendo los pasos
de San Felipe, a evangelizar el extremo oriente, Manila en Filipinas, y
Nagasaki en Japón, donde finalmente ambos recibieron la palma del martirio en
la colina santa Tateyama llamada también Nishisaka.
En la época contemporánea, la diócesis de Acapulco nunca ha
dejado de recibir el benéfico influjo franciscano.
Desde sus orígenes, el seminario de Acapulco, así como las
misiones diocesanas de La Concordia, fueron atendidos por las Religiosas
Franciscanas de San José. Edificantes testimonios, entre ellas, la bien
recordada Hermana Carmen Hernández Silva, oriunda de Ayutla de los Libres.
A
Partir de 1980, Monseñor Rafael Bello Ruiz, Arzobispo de Acapulco, solicitó y
obtuvo que las provincias franciscanas masculinas volvieran a estas costas
surianas: Primero entre los indígenas amuzgos y mixtecos, en Xochistlahuaca y
Tlacoachistlahuaca, donde los franciscanos conventuales asumieron las
parroquias; y posteriormente los hermanos menores, quienes asumieron las
parroquias de Huajintepec, del Municipio de Ometepec, Gro. y al poco tiempo en
Ciudad Renacimiento.
Mención especial quiero hacer del Reverendo Padre Fray
Alberto Nitz OFM Conventual, quien jugó un papel importante en la organización
de la Misión de la Inmaculada Concepción en Tlacoachistlahuaca y su hermanación
con la Parroquia de la Sagrada Familia en Peoria (USA) con la colaboración de
las Hermanas Franciscanas Conventuales en 1986.
Fray Alberto sirvió como delegado en la Misión y Director de
Formación en el Seminario Franciscano Beato Juan Diego en el cerro de la Mira,
Acapulco, Gro. En esa casa murió de un ataque masivo al corazón, mientras se
preparaba para Celebrar la Santa Misa el 4 de Mayo de 1994, falleciendo en los
brazos de su Superior General que se encontraba de visita. El Padre Alberto
Nitz, hombre santo, digno hijo de San Francisco de Asís, fue un sacerdote muy
espiritual, excelente director espiritual, de una calidez humana increíble, y
muy estimado tanto por los fieles como por el presbiterio de Acapulco. Siempre
sonriente, siempre afable, incansable en el trabajo pastoral. Un servidor fue
su indigno sucesor en la Capellanía del entonces Beato Juan Diego en el cerro
de La Mira. Y cómo olvidar a otros conventuales que amaron Acapulco; el Padre
Juan Calgaro, y el incansable hermano Pascual, cuyas biografías están
pendientes.
En esa misma casa Juan Diego, posteriormente, el muy bien
recordado Monseñor Rafael Bello Ruiz, vivió sus últimos días, hasta su muerte,
el 6 de julio de 2008.
Los hijos de francisco son de Acapulco, y Acapulco es de los
frailes, entre ellos el Beato Bartolomé Días-Laurel, preexcelso hijo de
Acapulco.
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