José Pilar Quezada Valdès -sentado a la izquierda- y Agustín Caloca Cortés -Sentado a la derecha- alumnos en el Seminario de Guadalajaraa
... "en la Iglesia conviven asnos, mulos y machos cabríos, algunos tan salvajes que se sienten deseos de matarlos, pero no es posible porque 'el Amo quiere recibirlos todos en buen estado'."
El Cura de Torcy a su colega de Ambricourt, en: "Diario de un Cura Rural", de Bernanos.

sábado, 8 de mayo de 2010

EL TEMOR AL NIÑO. DISCURSO DE LA MADRE TERESA DE CALCUTA EN ACAPULCO (1982).











EL TEMOR AL NIÑO
Discurso de la Beata Madre Teresa de Calcuta en Acapulco.
 Domingo 22 deAgosto de 1982.

En el Salón Teotihuacan, del Centro Internacional de Convenciones de Acapulco. Durante el Segundo Congreso Internacional para las Familias de las Américas.

Vamos a pedir a Nuestra Señora, que nos dé en nuestro corazón la belleza, la pureza, lo inmaculado; un corazón tan lleno de amor, de humildad, que podamos amar a Jesús como Él nos ha amado, pues para poder satisfacer las necesidades de los pobres, necesitamos amar; y leemos en la Escritura que Dios amó tanto al mundo que nos dio a su Hijo Jesús en una Virgen, la más pura.

 Y Ella, al recibir a Jesús, solamente piensa en Dios. Jesús, el Hijo de Dios, el niñito; el pequeñuelo no nacido aún que puso en el vientre de María. El se hizo pequeño, pobre; se hizo indefenso, únicamente para hacernos sentir que El es uno de nosotros en todas las cosas, excepto en el pecado, y venimos a darles la buena nueva: que Dios es amado y que Dios nos ama.

 Y hoy nos hemos reunido aquí precisamente con ese propósito, para probar que Dios es amado. El nos ama y quiere que nos amemos unos a otros como El nos ama, porque el amor es algo grande, es algo infinito y El está creándonos a cada uno de nosotros. Ese niñito tan pequeño… Ustedes, yo, todos nosotros, hemos sido creados a Su imagen para amar y ser amados.

 Eso es precisamente lo terrible. Pensar que hoy en día un niñito no nacido aún, se ha hecho foco de destrucción, que por él se quiere destruir el don de Dios, tratando de destruir la presencia de Dios en el mundo.

 Y realmente las criaturas son algo tan hermoso; son preciosas. “Él reina en esta tierra”. Estas son palabras hermosas. Tenemos que dar a Jesús a otros, para probar que ha venido, darlo con alegría, con paz, con amor, para que el mundo lo reciba. Jesús ha estado aquí, así que nosotros también debemos hablar de la venida de Dios. Estos también como nosotros, deben alcanzar a Jesús, para dar a otros la alegría de la presencia de Cristo que hay en nuestros corazones.







 Es bueno que estemos con Dios y lo tengamos en nuestro corazón. “Creo en tu amor tierno por mí; yo te amo; es un amor tierno”. Digan eso una y otra vez… Es sentirse como si fuera Él. Que nos ama y nosotros a Él. Y creo que si ustedes leen las Escrituras, verán que María vino a la presencia de su prima Isabel… Isabel estaba esperando un bebé. Tenía un embarazo de seis meses y algo raro sucedió: el niñito no nacido, saltó de gozo. Ese pequeño no nacido reconoció la presencia de Jesús. No fue San José; fue ese pequeñito el escogido para reconocer la presencia de Cristo; se lo debemos a ese pequeño de Isabel.

 Debemos agradecerle a ese pequeñito el habernos enseñado la humildad, que es una obligación, que no es cuánto hacemos, o cuán grandes somos o cuánto ponemos, sino cuánto amor damos. Esto es muy importante, y ésta es la razón por la que Dios vino a través de Su hijo tan hermoso y Dios habla del más grande niño del universo y también de la hermosura del bebe, y quiere que nos enamoremos del niño y que los chiquitines sean queridos porque “muchas veces aunque la madre no perdone, yo los perdonaré… Ustedes están en la palma de mi mano,… Ustedes son algo precioso, yo los amo”. Esto es realmente dar amor, intercambiar amor.

 Esto es por lo que Dios se hizo pequeño, pobre, indefenso, herido, además dice: “Cualquier cosa que hagan por otro, lo harán por mí. Yo también tuve hambre y sufrí, yo también fui indefenso y ustedes me ayudaron”. Esto es algo maravilloso y esto es lo que tendremos que aprender, porque cada uno de los pobres más pobres, de los leprosos no queridos, de los prisioneros, es también un ser precioso y debe ser amado.

 El otro día estaba yo en Beirut. ¡Cuánto sufrimiento!, después se me pregunta y se me pide fuera a ver a los niños, tan mentalmente y físicamente retardados y abandonados, y yo dije que sí. Esto es Jesús; esto es la Pasión de Cristo que se está reviviendo; esto son los niños; éste es el Amor de Dios. Y allí están ellos por ustedes y por mí. Los llevé a la casa, eran aproximadamente 37 niños ¡tan minusválidos, pero tan hermosos!... No hubo llantos, ni gritos, sino que fue maravilloso lo que pasó en ese momento en que los recibimos en nuestra casa, en toda el área. Por amor vinieron hombres, mujeres, especialmente niños; vinieron y ayudaron a los niños. He estado trabajando con la gente pobre durante mucho tiempo, pero nunca había visto tanta ternura, tanto amor. Los niños daban a otros niños; cuando vinieron a nuestro lugar no teníamos muchas cosas, pero algunos de estos niños vinieron con sus propias ropas para vestir a otros niños, y trajeron chicle para dar a nuestros niños.

 ¡Estos son signos tan hermosos! Esto es amor, no hay separación: no es “tú eres musulmán, tú eres cristiano, tú eres hindú”. Todos son hijos de Dios, y debemos dar gracias a Dios; Este es el don más grande de Dios, y es por lo que debemos dar gracias a Dios; Dios los ha hecho a ustedes de este pequeño niño, para traer el don más grande a los corazones de la gente. Así es que debemos dar gracias a Dios.

 También hoy, ya que estamos reunidos aquí, aprendamos a aprender los unos de los otros; tenemos que amar a Jesús y aprender; después volteemos a ver la cruz; esto es amor por nosotros. Duele. También nos debe doler a nosotros, y es en donde el amor empieza, ¿dónde?, en la familia. Todo se resolverá con la oración; la familia que reza junta, permanece junta y se amarán los unos a los otros; asegúrense de rezar juntos. Este fue otro don hermoso, precisamente la verdad de la oración. Todos debemos orar, para que nos dé Dios paz y amor. Como por ejemplo, en la hermosa ciudad de Beirut, ellos rezaron y Él nos está ayudando y gracias a Dios, la paz ha empezado a reinar. Esto es fruto de la oración. Recemos para traer la oración de vuelta a nuestra vida familiar; traigan la consagración al Sagrado Corazón, que empiece en nuestra familia; traigan la comunión y el rosario a sus familias y esto traerá paz.

 Jesús es la respuesta para la paz y se dice que los que estamos con Jesús, no tendremos miedo al niño. Un niño debe morir porque será muy caro alimentarlo, vestirlo. Y yo creo que los países, las naciones, las familias que destruyen a los niños, son los más pobres de los pobres; necesitan mucha compasión. Debemos perdonarles y tener compasión por ellos y por eso, Jesús en su amor, ha instituido la confesión; si vamos a la confesión nosotros podemos salir de la misma sin pecado.

 Dios, su misericordia es muy grande, mucho más grande de todo lo que podemos hacer, así es que recemos, traigamos a nuestra Señora la Virgen y a Dios a nuestras vidas, y ¿cómo hacemos es? Amándonos los unos a los otros. Unos días antes de dejar Calcuta, un chico y una chica vinieron a nuestra casa y me dieron mucho dinero para alimentar a los pobres. En Calcuta, nosotros cocinamos para nueve mil personas diariamente, así que le pregunté a la pareja: ¿Dónde obtuvieron todo este dinero? Y ellos me dieron esta respuesta extraordinaria: “Hace dos días nos casamos y antes de casarnos decidimos no comprar las ropas para la boda, ni hacer fiesta de bodas y dar a usted el dinero para alimentar a los pobres”; así que nuevamente les pregunté: ¿Por qué hicieron esto? Ellos dijeron: “Nos amamos el uno al otro tan tiernamente, que queríamos darnos el uno al otro algo especial precisamente por el amor que nos tenemos, estamos haciendo este sacrificio”.

 ¡Qué hermoso! Para una familia hindú, esto fue un escándalo porque nunca antes había sucedido, especialmente en personas de clase alta, y sin embargo estas dos personas jóvenes se amaban tan tiernamente el uno al otro, que podrían hacer ese gran sacrificio.

 Por eso yo quisiera decirles a ustedes, gente joven, que es algo hermoso que una chica ame a otro chico, y que el chico ame a una mujer: ámense los unos a los otros con un corazón puro y asegúrense que el día de su boda tendrán algo hermoso que darse el uno al otro; un corazón virgen, un corazón que no ha sido tocado, completamente virgen. Esto es algo que debemos aprender cada vez más y lo aprendemos a través de la oración; realmente la oración siempre nos dará un corazón limpio, y si Dios está en ese corazón, entonces nos amaremos los unos a los otros. Y habría paz, alegría y unidad. Antes del matrimonio, si se comete un error y la chica se encuentra con un niño, no destruyan a ese niño, no lo maten, acéptenlo, manténganse cerca de él, ya que al destruir al niño se cometería pecado, un pecado más grande, y si no quieren al niño, yo lo quiero, dénmelo a mí.

 En todo el mundo hay preocupación, hay tantas personas, tantos niños, y quieren disminuir el número destruyendo al niño, y no necesitan hacerlo. Hay algo hermoso, una forma natural de planificar sus familias, tenemos el Método Billings, también el de la temperatura; estos son medios simples creados por Dios precisamente para ayudarnos, para amarnos mejor. Y cuando nuestras hermanas enseñan el método en nuestras áreas pobres, para nuestros leprosos, para que planeen su familia, vienen después a agradecerme por lo que les hemos enseñado y ¿qué es lo que dicen?: Nuestra familia está empezando a gustarme, nuestra familia es más sana y podemos tener un bebé cuando queramos. ¿Ven? Esta gente es muy sencilla, pero en forma muy hermosa lo han entendido y nosotros les hemos enseñado; el modo es realmente muy sencillo; le hemos enseñado a los pordioseros que enseñen a otros pordioseros, a los leprosos, que enseñen a otros leprosos y es hermoso ver en Calcuta cómo las personas se buscan unas a otras y se enseñan mutuamente. Es hermoso. Todos llegan a aprender.

 Ustedes regresen a su casa y enseñen esto a su gente; lleven esa alegría de amarse unos a otros sin herir a nadie, porque al usar los anticonceptivos nos herimos a nosotros mismo, y herimos el poder de reproducción en el hombre y en la mujer. Este es un método hermoso, lo pueden usar para planear su familia, y como la gente pobre dice, se puede tener un bebé cuando se quiera.

 Mi oración para ustedes es que aprendan y lo que aprendan, dénselo a otros, háganse mensajeros del amor de Dios. Es algo hermoso, es una forma de dar el amor, la compasión y la paz de Dios. ¡Queremos paz, vamos a trabajar por la misma! La manera como pueden llevar ese amor es a través del hogar. Traigamos el amor a nuestros hogares, traigamos al Señor a nuestros hogares, traigamos la oración a nuestros hogares. Dios se ha hecho a sí mismo pan de la vida para darnos vida, para satisfacer su hambre con nuestro amor y después El se hace el hambriento para que nosotros podamos satisfacer su hambre con nuestro amor. ¿Cómo? Amando a los pobres, sirviendo a los pobres.

 Y ¿dónde están los pobres? En nuestras familias primero; el amor empieza en la casa. Y después tenemos que buscar a los pobres. Una vez un caballero vino a nuestra casa y dijo: “Hay una familia hindú con ocho hijos y no han comido durante algún tiempo, por favor haga algo por ellos”. Entonces tomé arroz y pude ver en los rostros de los niños esa hambre tremenda y la madre tomó el arroz, lo dividió en dos porciones y se fue. Cuando regresó le dije: ¿dónde estaba usted, qué hizo? y dijo: “Ellos también tienen hambre”, los vecinos de al lado. Ella sabía que también ellos tenían hambre. Yo estaba sorprendida de que hubiera dado parte del arroz, pero estaba más sorprendida de que adivinara mi pensamiento. Yo no llevé arroz esa tarde porque quería que compartieran esa alegría de compartir, de amar, y las caritas de los niños brillaban porque su madre les había enseñado cómo amar. Esto es algo hermoso.

 ¿Ustedes saben o conocen dónde están sus pobres? ¿Podrían verlos? Quizá no es el hambre, quizá no es precisamente el no tener ropa, no es nada más hambre de pan, el hambre también puede ser de amor, de ser querido, de tener amor de Dios.

 Nunca olvido cuando vinimos a México y nuestras hermanas fueron a las ciudades perdidas ¿qué les dijeron las gentes pobres? Enséñenos la Palabra de Dios. No tenían nada en sus casas. “Por favor, dijeron, enséñenos la Palabra de Dios”. Nadie pedía nada más, simplemente tenían hambre de Dios. El no tener ropa no es solamente no tener ropa; y sé que muchos han muertos porque el frío los ha atacado. Simplemente han dejado de experimentar el amor de Dios, se ha perdido la alegría, el respeto de los humano del cuerpo, no tenemos respeto para nuestro vecino.

 El hogar no es una casa hecha simplemente de ladrillos; no tener hogar es no ser querido, no ser amado. Es algo terrible no tener a nadie, no ser nada, haber olvidado lo que es el amor humano, lo que es el toque humano.

 No me olvidaré de un día que iba por las calles de Londres y vi a un hombre sentado allí; estaba desesperado, lo agobiaba la tristeza, lo mataba la soledad. Yo tomé su mano, me acerqué a él; mi mano estaba cálida y él me dijo: “hace tanto tiempo que no sentía el calor de una mano humana, tanto tiempo que no sentía este calor”. Había olvidado lo que era el calor humano y entonces le cambió la cara, había una sonrisa, le brillaban los ojos, tenía alegría. Y en estos niños de Beirut vi que sufrían tanto, pero más que nada necesitaban amor, ternura.

 Me preguntaban: ¿Qué va hacer con ellos? Yo les dije: les voy a dar un amor tierno y en unas horas ya había alegría en sus caras; sonrisas, risas y alegría. ¿Dónde empieza el amor? En el hogar. Invito a que oren en el hogar y si no saben orar, pregúntenle al sacerdote. Enseñen a sus hijos a orar y recibirán amor y la paz vendrá a sus corazones, a sus familias, a su país, y al mundo en el que habitan. Mi oración es que crezcan en santidad. Desarrollen la santidad y ámense a los otros.

 Y recen por nosotros para que sigamos haciendo el trabajo de Dios con gran amor, y para que Dios venga a sus familias y para que sus hijos e hijas pertenezcan solo a Dios. Esta es la gran alegría y júbilo. Esta es la mayor gracia que puede otorgar Dios a una familia: Tener en su Familia los Amados de Jesucristo. ¡Que Dios los Bendiga!

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