LA POLEMICA ACTUAL EN TORNO AL NOMBRE DE SANTA LUCIA PARA LA BAHIA DE ACAPULCO.
Pbro. Lic. Juan Carlos Flores Rivas.
El viernes 2 de junio pasado, tuvo lugar en la Biblioteca Pública Número 22 “Doctor Alfonso G. Alarcón”, una muy publicitada ponencia del profesor Leonardo Flores Salas, con el título: La Bahía de Acapulco.
Por las crónicas domingueras publicadas en dos diarios locales, y por los comentarios a una presentación hecha ante la televisora local, el profesor polemiza en torno al nombre de la Bahía de Acapulco: Santa Lucía, y ya encarrerado pidió, ante la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística frente a la cual se presentó la ponencia, que se derogue el Decreto en torno al festejo de la Bahía de Santa Lucía.
En primer lugar debo decir que no tengo el gusto de conocer al profesor Leonardo Flores Salas, no pude estar presente en la ponencia, a la cual de último momento alguien me invitó, y por lo tanto no conozco el trabajo escrito ni las bases sobre las que se fundamenta para polemizar, desconozco igualmente su curriculum y si trayectoria como investigador.
Pediría sí, que me permitiera conocer su trabajo, para poder intercambiar con él algunas ideas, y enriquecer al mismo tiempo el conocimiento que ambos tenemos de estos apasionantes temas.
En segundo lugar, debo decir también que no conozco la finalidad, los miembros, y los trabajos de la mencionada Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, mucho me gustaría que nos concedieran también el derecho de réplica, para que pudiéramos en ese ámbito intercambiar igualmente conocimientos.
Ojalá, no resulte, como ha sucedido últimamente con la Revista National Geografic, en torno a la reciente presentación que se hizo del supuesto “descubrimiento” del Evangelio de Judas, que con todo y la buena fe con la que trabajaron, vieron seriamente comprometido su prestigio al deslizarse en cuestiones disputadas, y pantanosas, donde no son, ni nunca se han pretendido presentar como custodios ni garantes, y por lo tanto destructores, de ninguna fe religiosa.
Es evidente que, hablar de geografía y de estadística, con todo y que las ciencias están fuertemente interconectadas unas con otras, no da la suficiente autoridad para pontificar sobre temas de historia, pues la historia como ciencia tiene su propia autonomía, sus propios métodos –en los cuales hecha mano de la geografía-, y por lo tanto sus propias conclusiones.
En tercer lugar, debo decir, que al ensayar una respuesta a la polémica en torno al nombre de Santa Lucía aplicado a la Bahía de Acapulco, actúo de oídas, y en base a las deficientes crónicas periodísticas del evento mencionado.
En cuarto lugar, la polémica no es nueva, de hecho surgió ya desde el 2003 cuando se Decretó el Día de la Bahía de Santa Lucía, en círculos de amigos y tertulias de café (vgr. La Banca del Zócalo, y otros), pero es la primera vez que alguien sube a la palestra y alcanza la publicidad que nos da una excelente ocasión para establecer un diálogo en diversos niveles.
De las crónicas periodísticas se desprende que:
1. Se trata de una conferencia para uso privado: el seno de una Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística correspondiente en Acapulco. Presidida por el doctor Alfredo Román Miranda; cuyo vicepresidente es el conferencista profesor Leonardo Flores Salas. Acompañados por poetas locales, entre los cuales se cuenta el mismo conferencista.
Por lo tanto, tertulia académico-poética, que por la publicidad alcanzada parece dirigida a públicos más amplios.
2. Al parecer, la ponencia sólo se basa en bibliografía conocida (Vito Alessio Robles, Rubén H. Luz, Bernal Díaz del Castillo), y entre las cuales cartografía (mapas). Por lo tanto falta el correspondiente trabajo científico: archivos, conforme a la moderna metodología histórico crítica moderna.
De hecho, el único historiador reconocido, presente en la tertulia, el profesor Alejandro Martínez Carvajal defendió el dato en torno al nombre de Santa Lucía aplicado a la Bahía de Acapulco.
3. El motivo que dio pie a la “investigación” cuyas conclusiones aparecen en la ponencia, fueron artículos presentados en otros tiempos por cronistas de la ciudad como José Pasta Tagliabue y Manuel López Victoria, así como cartografía actual donde ya aparece la Bahía con el nombre de Santa Lucía. No fue por tanto movido por un genuino interés académico.
4. La exposición, según las mismas crónicas, no dejó de estar salpicada de regionalismos recalcitrantes y descalificaciones curiosas: “es una aberración el hecho de que la Bahía de Acapulco sea llamada Bahía de Santa Lucía”; “carece de sustento legal en base a la historia” (SIC); “se pierden las raíces de esta tierra suriana”; “la Bahía de Acapulco es única en el mundo”.
Imprecisiones tendenciosas que hicieron del acto reseñado una sesión acalorada que sólo las poetas presentes en el acto pudieron suavizar.
De frente a esta polémica debemos decir que:
a. El historiador por excelencia de Acapulco, es y seguirá siendo Tomás Oteiza Irirarte, quien en diciembre de 1975 publicó su historia en Editorial Diana, con el título: Acapulco, la ciudad de las naos de Oriente y de las sirenas modernas. Trabajo carente tal ves de las necesarias referencias bibliográficas que la moderna ciencia histórica exige, pero que sale bien librado de un análisis de su coherencia interna.
En el capítulo II, que se titula: En busca del mar del Sur, p. 43, desanuda el estado de la cuestión, ubicando el descubrimiento de la bahía y su nomenclatura, basándose en una obra que lleva por título “Décadas”, de un tal Herrera, en la expedición organizada bajo la orden de Hernán Cortés, posterior a la toma definitiva de Tenochtitlán el 13 de agosto de 1521, que recorrió el S. O. del mar del sur con destino a Zacatula, bajo el mando de Francisco Chico, quien recorrió el mar del sur saliendo de la desembocadura del río Balsas hacia el S. E. Hasta llegar a Tehuantepec.
“Este Francisco Chico fue por tanto quien descubrió a Acapulco, y como era su misión conocer todos los lugares que podían servir para puertos, al contemplar su hermosa bahía le puso por nombre “Santa Lucía”, siguiendo la costumbre establecida por los exploradores hispanos de denominar los lugares de acuerdo con el santoral, correspondiendo, por lo tanto, a ese día, el 13 de diciembre de 1521, año en que concuerdan la mayoría de los historiadores en que fue descubierto Acapulco”.
En las páginas 44 y 45 explica la contradicción entre García Cubás y Vito Alessio Robles, comprensible como una confusión de nombres.
b. En relación con la denominación: Bahía de Acapulco. Todos sabemos que la preposición de, denota posesión o pertenencia, manifiesta de dónde son las cosas o las personas. Quiere decir que la Bahía es de Acapulco, porque está en Acapulco, y en este caso carece de sentido oponerla a su nombre Santa Lucía.
c. En relación a la denominación: Bahía de Santa Lucía, igualmente, y sin conducir a confusión ninguna, la preposición de, indica posesión o pertenencia en relación a una Santa católica –es cierto-, pues el acto de ponerle nombre, que es un acto propio de posesión, de voluntad humana, típico de una mentalidad bíblica y por tanto católica, era uso y costumbre de “los exploradores hispanos” y por lo tanto católicos, que no puede ser negada en la historia, por mucho que hoy la mentalidad reinante en ciertos círculos pseudo intelectuales cause escozor y sobresalto. Igualmente, para mayor precisión terminológica, se puede decir: Bahía Santa Lucía, o Santa Lucía, Bahía de Acapulco.
Pero es uso y costumbre aceptado hoy decir igualmente, sin prestarse a confusión Bahía de Santa Lucía, como igualmente se dice Ciudad de Acapulco, pudiéndose decir simplemente Ciudad Acapulco.
Para nosotros, estos alegatos son cosas bizantinas.
d. Es cierto que si relaciones antiguas o nuevas (como la de Bernal Díaz del Castillo), no dan el nombre de Santa Lucía al referirse a la Bahía de Acapulco, no expresan un ánimo de negar la existencia de un nombre, sino su desconocimiento, comprensible en alguien que escribe una historia o narración desde un lugar lejano sin trasladarse al sitio (como el caso de Bernal Díaz del Castillo), así como la comodidad para sus lectores, que igualmente muchos de ellos nunca se trasladarán al lugar, pero les basta saber que la Bahía pertenece o está en Acapulco, y de este si tienen un conocimiento al menos básico.
O en otros casos, la omisión del nombre puede deberse, al tratarse del nombre de una Santa, a una mentalidad más moderna de rechazo a la nomenclatura y los símbolos católicos o religiosos, aunque en esto se cae en una actitud poco objetiva.
e. En relación con la cartografía, sabemos, por un excelente trabajo presentado por José Antonio Calderón Quijano, en 1971 en el Volumen IV de la Revista Estudios de Historia Novohispana, del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México, con el título: Nueva Cartografía de los puertos de Acapulco, Campeche y Veracruz (Trabajo presentado originalmente en Anuario de estudios americanos, XXV, en Sevilla, España, en 1968); que desde el primer plano conocido, hecho por Nicolás Cardona en 1614 (Descripciones Geographicas e Hydrigraphicas de muchas Tierras y Mares del Norte y Sur en las Indias Etc...) de escasa precisión-; pasando por el más conocido de Adrián Boot hecho en 1618, dado a conocer por Francisco del Paso y Troncoso –falto de proporción, y con técnicas primitivas-, y reproducido hasta la saciedad; la cartografía aplicada a Acapulco sólo alcanzará la modernidad hasta nuestra época, y ella no puede ser utilizada como base para dictaminar un tema que se le escapa, como es el nombre aplicado a la Bahía, tema que se maneja más en el ámbito de la historia, pues la cartografía misma que se analiza en este valiosísimo estudio, no deja de contener imprecisiones propias de cada momento histórico, que no por eso la hacen falsa, ni mucho menos la descalifican.
De cualquier manera, queda abierta la invitación a seguir debatiendo, a intercambiar los puntos de vista, pero sobre todo a investigar, tarea pendiente que debe alcanzar los archivos históricos como fuentes innegables de conocimientos, y sobre todo a reconocer, que la realidad novohispana, en la que se ubica el tema del bautizo de la Bahía de Acapulco, estuvo para bien o para mal, determinada en todos sus sentidos por el catolicismo.
Y SIEMPRE SE PODRA DECIR, COMO SE HA DICHO EN OTROS TIEMPOS: ¡ACAPULCO, BIEN VALE UNA MISA!...
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