José Pilar Quezada Valdès -sentado a la izquierda- y Agustín Caloca Cortés -Sentado a la derecha- alumnos en el Seminario de Guadalajaraa
... "en la Iglesia conviven asnos, mulos y machos cabríos, algunos tan salvajes que se sienten deseos de matarlos, pero no es posible porque 'el Amo quiere recibirlos todos en buen estado'."
El Cura de Torcy a su colega de Ambricourt, en: "Diario de un Cura Rural", de Bernanos.

martes, 20 de febrero de 2024

LA DEVOCION CUARESMAL A JESUS NAZARENO EN LA COSTA DEL MAR DEL SUR O DE ACAPULCO

 


LA DEVOCION CUARESMAL A JESUS NAZARENO EN LA COSTA DEL MAR DEL SUR O DE ACAPULCO

Pbro. Lic. Juan Carlos Flores Rivas

 

         En nuestros días, una constante en la devoción popular de nuestra costa guerrerense, surge en torno a procesiones cuaresmales con imágenes de Jesús Nazareno, que están siendo retomadas en muchas parroquias de la Arquidiócesis de Acapulco.

         ¿Desde cuándo este pueblo guerrerense ha expresado esta devoción particular a las imágenes de Jesús Nazareno? ¿cuándo surge?

         Documentalmente, no se ha tenido oportunidad de dar una respuesta documentada a estas preguntas. Falta la difícil y tediosa investigación de archivos. Pero es un hecho innegable que nuestra costa está fuertemente imbuida de la devoción en torno a dos imágenes que imbrican la devoción a cristos en su pasión dolorosa, de costa a costa: Padre Jesús de Petatlán y el Santo Señor del Perdón de Igualapa.

         En nuestro auxilio viene ahora un interesante artículo presentado por Raffaele MORO ROMERO, del Centre d' Etudes Mexicaines et Centroamericaines, bajo el título: ¿UNA PRÁCTICA POCO VISIBLE? LA DEMANDA DE LIMOSNAS “INDÍGENA" EN LA NUEVA ESPAÑA DEL SIGLO XVIII (ARZOBISPADO DE MÉXICO.

         En la que sale a relucir el tema de imágenes itinerantes de Jesús Nazareno, que podrían servir de importantes puntos para una posterior investigación sobre los orígenes de las devociones en torno a las imágenes costeñas antes señaladas. La popularidad actual de estas imágenes contrasta fuertemente con el olvido de que padecen en la historiografía.

         El artículo aborda el tema, desde la descripción y comentario de un cierto número de giras de colecta durante la época novohispana; la presentación de los actores humanos de las demandas; una reflexión sobre la movilidad de las imágenes sagradas; la influencia que tuvo la demanda itinerante en las relaciones intercomunitarias, donde aparece nuestra región costeña.

Las limosnas han sido también utilizadas para financiar la construcción de capillas y también de iglesias. Gracias a las giras de los demandantes (organizadores), las imágenes no han sido sólo veneradas en las iglesias o durante las procesiones citadinas, sino también durante los viajes que efectuaban. La demanda ha sido el medio que les ha permitido circular (bajo la forma de "peregrinas") a través las ciudades, los pueblos y las campañas de la Nueva España.

 

Los fieles que, de esta forma tomaban el camino, iban acompañados por mozos, y a veces por mujeres, los demandantes efectuaban giras que podían durar varios meses. Para inducir a la gente a dar la limosna, transportaban la imagen de la "peregrina" o "demandita" (una pequeña reproducción de la imagen "original" por la cual se recolectaba) al interior de un altar portátil. Además, disponían de objetos piadosos (pequeñas estampas, milagritos, rosarios) que "daban" a los donantes. En el transcurso de las giras, pedían la autorización para colectar a los curas de las diferentes localidades a donde iban. En esta ocasión, aquellos escribían en la vuelta de la licencia la fecha de llegada y el nombre del pueblo, circunstancia que permite reconstruir los itinerarios seguidos por los demandantes.

Esta práctica devocional, recibirá un duro embate bajo el cambio en la casa reinante española, al entrar los Borbones imbuidos por influencias protestantes; se trata del cambio de actitud de la Corona española en cuanto a las formas tradicionales de religiosidad, el contexto en el cual se origina la intervención de Revillagigedo, el virrey ilustrado por antonomasia, que empezó alrededor de 1770. Por encima de esta embestida, los demandantes y las "imágenes peregrinas" no desaparecieron del paisaje mexicano, a pesar incluso, de la pobreza generalizada de la población rural.

Uno de los rasgos principales de estas giras de los demandantes es la amplitud de su movilidad.  Aquí el autor menciona algunos casos de los demandantes de San Antonio venerado en San Francisco Quautitlisca (Tecamac) y de los demandantes de la Virgen de Guadalupe de la parroquia de Santa Ana (ciudad de México). En 1780, los primeros llegan hasta Pánuco, a más o menos 270 kilómetros de distancia (en línea recta). Por su parte, en mayo de 1794, los segundos llegan hasta Zumpango del Río, a lo largo del camino de Acapulco, a más de 200 kilómetros al sur de la ciudad de México.

Cabe decir aquí que, en esos siglos no era fácil para las comunidades, hacerse de imágenes religiosas, que eran más bien escasas y costosas, esto explica en parte el éxito de este tipo de imágenes que peregrinaban ampliamente.

 

EL CASO DE LA COSTA DEL MAR DEL SUR O DE ACAPULCO.

 

(El Mapa es presentado por Raffaele MORO ROMERO, del Centre d' Etudes Mexicaines et Centroamericaines, en el artículo: ¿UNA PRÁCTICA POCO VISIBLE? LA DEMANDA DE LIMOSNAS “INDÍGENA" EN LA NUEVA ESPAÑA DEL SIGLO XVIII (ARZOBISPADO DE MÉXICO.)

En 1799, los responsables de la cofradía de Jesús Nazareno de Petatlán, pueblo de la Costa Grande de Guerrero, pidieron la autorización de colectar limosna “en todos los lugares de la costa de Zacatula hasta Xicayan" (AGN, CRS, v. 27, exp. 9). Zacatula se encuentra al este de Lázaro Cárdenas y Xicayan está localizada en la Costa Chica, cerca de la frontera con el actual estado de Oaxaca. Zacatula pertenecía a la diócesis de Michoacán y Xicayan a la de Oaxaca. Los demandantes de Petatlán no se limitaban entonces a desplazarse al interior de la diócesis de México, si no que viajaban también a lo largo de la costa por centenares de kilómetros. El factor geográfico —la costa como espacio de desplazamiento— se revela más fuerte que los límites jurisdiccionales.

A pesar de los pocos datos que se poseen sobre como los demandantes (organizadores) ejercían su actividad, es muy probable que, debido a su estatus no eclesiástico, éstos se hayan limitado a recitar oraciones (responsos) en honor de las "imágenes peregrinas" que transportaban y a narrar las historias de los milagros que las imágenes originales habían cumplido (esto vale sobre todo para los demandantes de grandes santuarios). En el caso de los individuos que han trabajado por mucho tiempo como demandantes, es muy probable que la práctica les haya incitado a elaborar combinaciones de palabras y de gestos capaces de estimular la devoción hacia las imágenes que "acompañaban". Sin faltar, claro está, abusos deshonestos en todo caso, asociados a la colecta. “Ellos fingen milagros, aparentan indulgencias, suponen reliquias, reciben limosnas de misas y finalmente usan de otras supercherías y artificios para alucinar a la gente incauta” (AGN, CRS, v. 116, exp. 13, f. 190, 192r-v, marzo de 1793).

El culto de las imágenes sagradas tiene una importancia fundamental para el catolicismo de todos los tiempos, a la vez por su valor pedagógico y por su carga emocional. Así, las imágenes sagradas permiten a los fieles vivir de manera intensa, casi física, la relación con lo sobrenatural. Lejos de la supuesta idolatría, cuando va acompañada de una intensa y profunda evangelización.

Sobre todo, la capacidad de las imágenes de proteger a las comunidades de los peligros que amenazaban a los individuos y las colectividades. Las imágenes sagradas eran de alguna manera el eje alrededor del cual giraba la mayoría de los rituales: ceremonias litúrgicas, fiestas y actividades de las cofradías. Su presencia se volvía particularmente fuerte en los momentos críticos tales como sequías, epidemias, terremotos o inundaciones.

Ante esto, el insigne y bien recordado párroco de Petatlán se preguntaba: ¿Porqué nuestro Estado de Guerrero hace girar su devoción en torno a tres imágenes de la pasión? Se refería en uno de sus apuntes personales al Divino Redentor de Alzozauca, al Santo Señor del Perdón de Igualapa, y al Padre Jesús de Petatlán. Sin duda por el interminable viacrucis que ha vivido nuestra patria guerrerense, en la cual, el pueblo fiel, en su pasión, se siente identificado con el sufrimiento y muerte de nuestro Señor Jesucristo. Pero también sostenía la tesis de la superposición de cultos, con la finalidad de borrar de los pueblos, el culto sangriento de los ídolos.


Las imágenes sagradas siendo consideradas como dotadas de vida eran por lo tanto capaces de llorar, sangrar, moverse y también de "renovarse". Las imágenes que cambiaban de lugar señalaban de esta manera que no estaban satisfechas del culto que se le rendía o del lugar donde se encontraban. Más en general la movilidad de las imágenes estaba presente en muchos rituales: procesiones, peregrinaciones durante las cuales los habitantes de una comunidad transportaban las imágenes en visitas periódicas de las comunidades vecinas al fin de rendirles homenajes durante sus fiestas. Se podría casi decir que los fieles tenían la necesidad de ver las imágenes sagradas. Muy a pesar de la cólera en la que montaban algunos curas ante esta religiosidad muy ingenua.

Daniele Dehouve en su historia de las comunidades indígenas de Guerrero (Entre el caimán y el jaguar. Los pueblos indios de Guerrero, México, CIESAS, 1994, 210 p., p. 162), hace mención de una leyenda de aparición de un santo en un pueblo, difundida hasta hoy en Guerrero, es la de la imagen que, al pasar en un lugar se pone pesada [...] Esa leyenda es típica del camino Real y se encuentra en muchos de los pueblos indios o mestizos que se encuentran cerca de él.

La difusión de esta leyenda en los pueblos cercanos al camino de Acapulco se debe muy probablemente al hecho que estas localidades eran visitadas regularmente por los demandantes (mendicantes y laicos) que se encaminaban a Acapulco en ocasión de la feria que se celebraba luego de la llegada de la Nao de China, transportando en muchos casos una imagen "peregrina". Además de esto, es muy probable que los curas y los frailes instalados en estos pueblos hayan conscientemente difundido la historia de la imagen viajera que se vuelve pesada. Por estas razones los habitantes de los pueblos cercanos al camino de Acapulco han sido “propensos” a adoptar este relato para explicar los orígenes de sus “santos”. Daniele Dehouve ha analizado más en detalle el caso de San Nicolás Tolentino de Zitlala.

Además de la leyenda de la estatua que se vuelve pesada, los habitantes de los pueblos cercanos al camino de Acapulco pudieron también asociar las "peregrinas" al mito prehispánico de la migración originaria de una población bajo la dirección de su dios protector. Numerosos códices pintados en diferentes regiones de México poco después de la Conquista muestran a un grupo de migrantes encabezados por cuatro teomama (portador de dios) que llevan en sus hombros el tlaquimilolli (paquete ceremonial) divino. Después de haber viajado durante varios años y haberse parado en diferentes lugares, un día, a través de una señal prodigiosa, la divinidad había hecho saber a su pueblo que había(n) llegado donde podía(n) instalarse. Las semejanzas entre los teomama y los demandantes, y entre el tlaquimilolli y la imagen “peregrina” han probablemente incitado a los habitantes de algunas comunidades a “mezclar” los mitos sobre sus migraciones originarias con los relatos de los viajes de los santos católicos. Por todo esto, para la memoria colectiva de las comunidades, esta práctica venía de un tiempo que se confundía prácticamente con sus orígenes prehispánicos. Por esto se habla de traspolación de cultos.

Para el final de sus apuntes, Raffaele MORO ROMERO, ilustra tres ejemplos que sugieren, sin embargo, que la represión de la demanda itinerante por el gobierno ilustrado borbónico,

no parece haber sido suficiente para cortar los lazos tejidos por los viajes de los demandantes. El primer ejemplo es el de los demandantes de Jesús Nazareno de Petatlán, en la hoy Costa Grande de Guerrero, que, en el siglo XVIII, viajaban regularmente hasta Xicayan, a más de trescientos kilómetros de distancia. El segundo es el de los viajes realizados a lo largo de la costa por los demandantes de San Nicolás Tolentino de Zitlala. Ahora bien, como ya se ha dicho, todavía al principio de los años 1940 los habitantes de Petatlán iban en "peregrinación" a Igualapa, cerca de Xicayan y aún en la segunda mitad del siglo XX los habitantes de dos pueblos costeños iban en peregrinación hasta Zitlala. Como vemos, en el caso de Petatlán los viajes de los demandantes se habían transformado en una peregrinación comunitaria, y en el caso de Zitlala los viajes de los demandantes hicieron nacer una tradición "externa" de peregrinación. La transformación de la demanda en peregrinación se debe muy probablemente al hecho que la duración anual del cargo de demandante hacía que cada año diferentes personas viajaban al lado de la "peregrina" de Jesús Nazareno venerada en Petatlán. Esta experiencia compartida favoreció la transformación de los viajes de los demandantes de Petatlán en peregrinación comunitaria, una vez que la ofensiva ilustrada había logrado fragilizar la práctica de la demanda. En el caso de la demanda de Zitlala, la peregrinación de los costeños, que es anterior a la represión de la demanda, testimonia de la fuerza de los lazos que esta práctica pudo crear entre los pueblos "receptores" y las comunidades que enviaban las "peregrinas".

Las imágenes del Cristo no son solo capaces de mover a las comunidades, sino también conmover el corazón y las conciencias (conversión), recordemos el caso de la gran maestra de oración Santa Teresa de Jesús, quien fue precisamente en una cuaresma cuando experimenta vivamente la conversión, “ante una imagen de Cristo muy llagada”, que le hace exclamar: “Sólo pido que le miren”.




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