José Pilar Quezada Valdès -sentado a la izquierda- y Agustín Caloca Cortés -Sentado a la derecha- alumnos en el Seminario de Guadalajaraa
... "en la Iglesia conviven asnos, mulos y machos cabríos, algunos tan salvajes que se sienten deseos de matarlos, pero no es posible porque 'el Amo quiere recibirlos todos en buen estado'."
El Cura de Torcy a su colega de Ambricourt, en: "Diario de un Cura Rural", de Bernanos.

viernes, 19 de abril de 2013

LA DIOCESIS DE ACAPULCO EN LA CUARTA SESION DEL CONCILIO VATICANO II




LA DIOCESIS DE ACAPULCO EN LA CUARTA SESION DEL CONCILIO VATICANO II (1965)
Pbro. Lic. Juan Carlos Flores Rivas

         En el ínterin provocado por el hecho de nuestro Obispo Monseñor Quezada no pudo asistir a la Tercera Sesión del Vaticano II, no se dio propiamente un vacío, ya que la Iglesia toda se encontraba expectante de todo lo que ocurría en el Vaticano, y en Acapulco llegaba el eco de todas las inquietudes e iniciativas. En la Circular Número 139 del 20 de Junio de 1965, Monseñor Quezada convocaba ya a un Curso Intensivo de Pastoral, para la segunda semana de Agosto (del lunes 9 al viernes 13), teniendo como objetivo el “estudio, renovación, intercambio de ideas y experiencias pastorales a la luz de la revisión que hace la Iglesia en el Concilio Vaticano II, para responder a las exigencias del mundo actual”. Curso que fue confirmado todavía más adelante con la Circular 143 del 27 de Julio, indicando su importancia para todos, y que tendría lugar en el Colegio Leopoldo Díaz Escudero.
         Finalmente, en la Circular Número 146 del 9 de Septiembre de 1965, Monseñor Quezada invitaba a toda la Diócesis a unirse en Oración y Buenas Obras por el Concilio, haciendo eco de la solicitud del Santo Padre Pablo VI, quien en Exhortación Apostólica del 28 de Agosto, había anunciado la apertura de la Cuarta Sesión, para el 14 de Septiembre, en la Fiesta de la Santa Cruz, indicando que los Obispos realizarían en la apertura, una procesión con las reliquias de la Santa Cruz en signo de penitencia.
El 14 de septiembre de 1965 se reanudaron los trabajos en la Basílica de San Pedro. En el discurso de apertura, Pablo VI anunció la creación del sínodo de los obispos (que algunos inicialmente consideraron la aplicación de la colegialidad) y que visitaría la sede de la ONU para el XX aniversario de su creación. Al día siguiente el Papa participó en la congregación general donde firmó el decreto de creación del sínodo.
         Así, el Canónigo Honorario Gabriel Ocampo García, con la Circular 148, del 25 de Septiembre, comunicaba a la Diócesis que el Señor Obispo, ordenó, antes de trasladarse a Roma para asistir a la Cuarta y última etapa del Concilio Vaticano II, que por el tiempo que dure, se diga como imperada la Oración del Espíritu Santo.
Desde el 7 de octubre se discutió el esquema sobre las misiones. Luego se discutió el documento sobre los presbíteros. El 28 de octubre se tuvo una sesión pública de promulgación solemne de la Christus Dominus, la Perfectae caritatis, la Optatam totius, la Gravissimum educationis y la Nostra aetate.
Monseñor Quezada se hospedó en todo momento en el venerable instituto Pio Latinoamericano, situado en vía Aurelia Número 677, y hasta allí el presbiterio y los fieles de Acapulco hicieron llegar sus felicitaciones con motivo de su cumpleaños y onomástico el 12 de Octubre, como indicó el Canónigo Ocampo en la Circular 151 del 8 de Octubre de 1965.
Desde el 9 de noviembre se abordo el esquema sobre el apostolado de los laicos. El 18 de noviembre se tuvo otra sesión pública donde se promulgaron la Dei Verbum y la Apostolicam actuositatem. El Papa, en la homilía, anunció la apertura de los procesos de beatificación de Pío XII y de Juan XXIII.
Los últimos días del concilio se desarrollaron entre agradecimientos. El 7 de diciembre fue la última sesión pública solemne: se promulgó la constitución pastoral Gaudium et spes, los decretos Ad gentes y Presbyterorum ordinis, la declaración Dignitatis humanae. Asimismo se leyó la declaración común que retiraba las excomuniones recíprocas con la Iglesia ortodoxa.
El 15 de Noviembre, el Canónigo Ocampo comunicaba a la Diócesis de Acapulco, los deseos de Monseñor Quezada transcribiendo una carta, en la Circular Número 153: “El Santo Padre desea que la Clausura del Concilio sea solemne, y se acompañe con una jornada de oración de todo el mundo y se prepare con un triduo dentro del novenario de la Inmaculada en todas las Iglesias”. Y para el 23 de Noviembre, la circular 154, signada por el Canónigo Ocampo y el Secretario de la Mitra Juvenal Porcayo, comunicaban la recepción de Monseñor Quezada a su vuelta del Concilio Vaticano II para el 10 de Diciembre a las 18 hrs. en el Aeropuerto de Acapulco. Siendo los Padres Esteban Sánchez y José Estrada los encargados de organizar la recepción.
El concilio concluyó con una Solemne Eucaristía presidida por Pablo VI el 8 de diciembre.
Y el regreso del Señor Obispo Quezada a Acapulco, fue muy sonado, como nos transmite personalmente el Padre José Jesús Mendoza Zaragoza en artículo publicado recientemente en la Revista “En Camino” Número 21:
Tengo guardado en mi memoria un acontecimiento del año 1965. Estando en el seminario menor, participé en la recepción pública que se hizo a monseñor José Pilar Quezada Valdés, Primer Obispo de Acapulco, quien regresaba de la clausura del Concilio Vaticano II que se realizó el 8 de diciembre de ese año, habiendo comenzado el 11 de octubre de 1962. Don Pilar –como le decíamos coloquialmente- fue uno de los padres conciliares que nos dejaron una rica experiencia eclesial y una propuesta para “aggiornar” o poner al día la vida de la Iglesia en el contexto del mundo moderno. Recuerdo la imagen de una multitud esperando en la entonces despoblada Costera Miguel Alemán a la altura de la colonia Costa Azul, esperando el paso del Primer Obispo de Acapulco que venía en un automóvil descubierto.
Esta imagen fue mi primer contacto con ese gran acontecimiento eclesial que vinculó a todas las iglesias particulares alrededor del obispo de Roma, primero Juan XXIII, quien inaugurara el Concilio el 11 de octubre de 1962 y, después Paulo VI, quien lo clausuró.

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