José Pilar Quezada Valdès -sentado a la izquierda- y Agustín Caloca Cortés -Sentado a la derecha- alumnos en el Seminario de Guadalajaraa
... "en la Iglesia conviven asnos, mulos y machos cabríos, algunos tan salvajes que se sienten deseos de matarlos, pero no es posible porque 'el Amo quiere recibirlos todos en buen estado'."
El Cura de Torcy a su colega de Ambricourt, en: "Diario de un Cura Rural", de Bernanos.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

MACEHUALTZINTLI ITOCA IUAN DIEGO

MACEHUALTZINTLI ITOCA IUAN DIEGO (UN POBRE, DIGNO, DE NOMBRE JUAN DIEGO).
Pbro. Juan Carlos Flores Rivas

Me pidieron elaborar un artículo que en principio me pareció imposible, pero poco a poco fui entendiendo en parte la pretensión: San Juan Diego y los Derechos humanos.
Recordando la gran polémica provocada antaño por “aquél Señor Abad”… resulta que a cada paso se hablaba de Juan Diego, pero no como Cuautlatoatzin –el histórico- sino como SIMBOLO –de la fe-. Y esa terminología no dejaba de ser útil, pero también era encubridora. Juan Diego es símbolo de un pueblo que recupera la dignidad “echada por tierra”, como futo de ese histórico “encontronazo de dos culturas”. Pero que no se nos olvide que Juan Diego también es Cuatlatoatzin –histórico, real, no inventado-.
Y es que resulta que Juan Diego se ve sometido, ya desde el momento redaccional del Nican Mopohua, a un sometimiento atroz. Y es que muchas “mentes ilustradas”, obsesionadas como el mismo Zumárraga, en una lógica implacable, por la “aparición”, por el “milagro”, somos incapaces de atender, descubrir, la señal de María –la flor y el canto (xòchitl in cuicatl)- y del indígena: la verdad del indígena y la verdad de María.
Juan Diego, el pobre, se nos ha vuelto un problema no sólo social, sino sobre todo un problema de fe. Pretensión absurda de “aceptar” a Marìa, sin aceptar al pobre Cuautlatoa (como asesinar al hijo en la presencia de la Madre). Veneramos la imagen guadalupana, y nos olvidamos del ayate, que es la simbólica personificación del indígena Juan Diego. Afirmamos la maternidad divina y espiritual de María, pero mantenemos y justificamos estructuras sociales contra la fraternidad. Si los criados del obispo no lograron arrebatar al indio las flores de su ayate –la verdad de su mensaje, su propia identidad- nosotros lo hemos logrado: lo entronizamos en nuestros altares y dejamos de lado su mensaje.
Se nos impone volver al mensaje fundacional: el NICAN MOPOHUA. Leerlo y releerlo, memorizarlo incluso, repropiárnoslo, como lo hicieron en sus inicios los indígenas, haciendo de él “evangelio aplicado a México". Como lo hicieron posteriormente los criollos novohispanos mexicanos, impulsando desde la experiencia y bajo el manto guadalupano la verdadera –tal vez ideal- experiencia de libertad, formulada como Independencia, de la que ahora pretendemos un bicentenario sin incluir a la Iglesia que estuvo presente de todo a todo en todo el proceso independentista. Y como, lo sigue haciendo la Iglesia Latinoamericana, que ve en Juan Diego un modelo de laico, válido para nuestro tiempo: en busca de la Palabra de Dios y de los sacramentos, en obediencia a “nuestros sacerdotes que son imágenes de Nuestro Señor” (NM 21), en contemplación del cielo –xochitlalpan-, que “hace realidad la voluntad y la palabra de la Señora del Cielo” (NM 28), privilegiando la atención al enfermo, al que sufre (NM 60-62), evangelizador de todas las estructuras pastorales, incluso al Obispo! (NM 107).
¡ Que Dios nos haga a todos como San Juan Diego !
EN ACAPULCO: ¡TODOS SOMOS JUAN DIEGO!
PORQUE SANTA MARIA DE GUADALUPE: ¡ES REINA DE LOS MARES!

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