José Pilar Quezada Valdès -sentado a la izquierda- y Agustín Caloca Cortés -Sentado a la derecha- alumnos en el Seminario de Guadalajaraa
... "en la Iglesia conviven asnos, mulos y machos cabríos, algunos tan salvajes que se sienten deseos de matarlos, pero no es posible porque 'el Amo quiere recibirlos todos en buen estado'."
El Cura de Torcy a su colega de Ambricourt, en: "Diario de un Cura Rural", de Bernanos.

jueves, 26 de febrero de 2009

EL DESCUBRIMIENTO DE LA BAHIA DE SANTA LUCIA EN ACAPULCO



EL DESCUBRIMIENTO DE LA BAHIA DE SANTA LUCIA EN ACAPULCO. 
Pbro. Lic. Juan Carlos Flores Rivas

a. El historiador por excelencia de Acapulco, es y seguirá siendo Tomás Oteiza Irirarte, quien en diciembre de 1975 publicó su historia en Editorial Diana, con el título: Acapulco, la ciudad de las naos de Oriente y de las sirenas modernas.
 Trabajo carente tal ves de las necesarias referencias bibliográficas que la moderna ciencia histórica exige, pero que sale bien librado de un análisis de su coherencia interna. 

En el capítulo II, que se titula: En busca del mar del Sur, p. 43, desanuda el estado de la cuestión, ubicando el descubrimiento de la bahía y su nomenclatura, basándose en una obra que lleva por título “Décadas”, de un tal Herrera, en la expedición organizada bajo la orden de Hernán Cortés, posterior a la toma definitiva de Tenochtitlán el 13 de agosto de 1521, que recorrió el S. O. del mar del sur con destino a Zacatula, bajo el mando de Francisco Chico, quien recorrió el mar del sur saliendo de la desembocadura del río Balsas hacia el S. E. Hasta llegar a Tehuantepec.

 “Este Francisco Chico fue por tanto quien descubrió a Acapulco, y como era su misión conocer todos los lugares que podían servir para puertos, al contemplar su hermosa bahía le puso por nombre “Santa Lucía”, siguiendo la costumbre establecida por los exploradores hispanos de denominar los lugares de acuerdo con el santoral, correspondiendo, por lo tanto, a ese día, el 13 de diciembre de 1521, año en que concuerdan la mayoría de los historiadores en que fue descubierto Acapulco”.

 En las páginas 44 y 45 explica la contradicción entre García Cubás y Vito Alessio Robles, comprensible como una confusión de nombres.

 b. En relación con la denominación: Bahía de Acapulco. Todos sabemos que la preposición de, denota posesión o pertenencia, manifiesta de dónde son las cosas o las personas.
 Quiere decir que la Bahía es de Acapulco, porque está en Acapulco, y en este caso carece de sentido oponerla a su nombre Santa Lucía.

 c. En relación a la denominación: Bahía de Santa Lucía, igualmente, y sin conducir a confusión ninguna, la preposición de, indica posesión o pertenencia en relación a una Santa católica –es cierto-, pues el acto de ponerle nombre, que es un acto propio de posesión, de voluntad humana, típico de una mentalidad bíblica y por tanto católica, era uso y costumbre de “los exploradores hispanos” y por lo tanto católicos, que no puede ser negada en la historia, por mucho que hoy la mentalidad reinante en ciertos círculos pseudo intelectuales cause escozor y sobresalto.

 Igualmente, para mayor precisión terminológica, se puede decir: Bahía Santa Lucía, o Santa Lucía, Bahía de Acapulco. Pero es uso y costumbre aceptado hoy decir igualmente, sin prestarse a confusión Bahía de Santa Lucía, como igualmente se dice Ciudad de Acapulco, pudiéndose decir simplemente Ciudad Acapulco.

 Para nosotros, estos alegatos son cosas bizantinas.

 d. Es cierto que si relaciones antiguas o nuevas (como la de Bernal Díaz del Castillo), no dan el nombre de Santa Lucía al referirse a la Bahía de Acapulco, no expresan un ánimo de negar la existencia de un nombre, sino su desconocimiento, comprensible en alguien que escribe una historia o narración desde un lugar lejano sin trasladarse al sitio (como el caso de Bernal Díaz del Castillo), así como la comodidad para sus lectores, que igualmente muchos de ellos nunca se trasladarán al lugar, pero les basta saber que la Bahía pertenece o está en Acapulco, y de este si tienen un conocimiento al menos básico.

 O en otros casos, la omisión del nombre puede deberse, al tratarse del nombre de una Santa, a una mentalidad más moderna de rechazo a la nomenclatura y los símbolos católicos o religiosos, aunque en esto se cae en una actitud poco objetiva.

 e. En relación con la cartografía, sabemos, por un excelente trabajo presentado por José Antonio Calderón Quijano, en 1971 en el Volumen IV de la Revista Estudios de Historia Novohispana, del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México, con el título: Nueva Cartografía de los puertos de Acapulco, Campeche y Veracruz (Trabajo presentado originalmente en Anuario de estudios americanos, XXV, en Sevilla, España, en 1968); que desde el primer plano conocido, hecho por Nicolás Cardona en 1614 (Descripciones Geographicas e Hydrigraphicas de muchas Tierras y Mares del Norte y Sur en las Indias Etc...) de escasa precisión-; pasando por el más conocido de Adrián Boot hecho en 1618, dado a conocer por Francisco del Paso y Troncoso –falto de proporción, y con técnicas primitivas-, y reproducido hasta la saciedad; la cartografía aplicada a Acapulco sólo alcanzará la modernidad hasta nuestra época, y ella no puede ser utilizada como base para dictaminar un tema que se le escapa, como es el nombre aplicado a la Bahía, tema que se maneja más en el ámbito de la historia, pues la cartografía misma que se analiza en este valiosísimo estudio, no deja de contener imprecisiones propias de cada momento histórico, que no por eso la hacen falsa, ni mucho menos la descalifican.

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