LA
INDEPENDENCIA EN LA COSTA DEL MAR DEL SUR Y LA IGLESIA DE ACAPULCO
Pbro. Lic. Juan Carlos Flores Rivas
Miguel
Hidalgo, sacerdote católico (dato que muchos parecen olvidar en los ambientes
oficialistas), figura real y mítica, marca la dinámica independentista. Hablar
de la independencia es hablar de una historia recia, rica en logros materiales
y espirituales, con figuras grandiosas, de elevada estatura moral y cultura
católica. Es una historia que nos pertenece.
A
propósito del Grito de independencia, y la postura de algunos pseudo intelectuales
que sostienen en redes que no hay nada que celebrar, debemos recordar que el
grito tiene una gran carga subversiva, de hecho se realizó en el contexto de
una situación opresiva, no en tiempos de jauja, por eso no solo podemos, sino
debemos preparar el verdadero grito de independencia: ¡Viva la Virgen de
Guadalupe, Patrona de nuestra libertad! ¡Muera el mal gobierno!. Y no olvidemos
que el grito lo dio un cura, y en una iglesia. La figura del cura
revolucionario nunca ha dejado de estar presente en el imaginario popular.
En
las elaboraciones simbólicas y psicológicas en las revueltas de independencia, tenían
un papel primordial los curas del pueblo –quienes frecuentemente elaboraban los
discursos a los insurgentes-. En general clero pobre, en la zona
atendida por escasas parroquias sumidas en dificultades climáticas y
geográficas. Clero tropical con tenue presencia, falto de aprecio y con
relativo abandono de las poblaciones en prácticas rituales a veces ajenas a la
ortodoxia católica.
La
costa del mar del sur o de Acapulco, estaba organizada eclesiásticamente en
distintas diócesis: Tlaxcala-Puebla y Oaxaca para la Costa Chica; arzobispado
de México para el puerto de Acapulco; Valladolid para la Costa Grande.
Costa
Grande: en 1810 había sólo cuatro párrocos (Atoyac, Tecpan, Petatlán y
Coahuayutla. Sólo el de Petatlán tenía Vicario total cinco clérigos. Ninguno
con papel destacado. Mariano Salgado de Coahuayutla y Manuel Díaz de Petatlán
participaron como electores en el Congreso de Chilpancingo en 1813. El P. Terán
de Tecpan fungió como Capellán de los insurgentes en 1811. Miguel Gómez de
Petatlán fungió como confesor de Morelos hasta su ejecución en 1813. El único
que tomó las armas fue José Soria interno de Petatlán en 1811 parece llegó a
ostentar el grado de coronel.
Costa
Chica: opuso más resistencia a los insurgentes. El cura de Ayutla Carlos
Márquez y José Torreblanca cura de San Luis Acatlán fueron hechos prisioneros
por predicar contra los insurgentes el segundo obligado a fungir como capellán.
El
puerto de Acapulco: En 1810 había cinco sacerdotes quienes apoyaron la causa de
forma modesta. Sólo uno de ellos se distinguió: el fraile agustino Pedro
Ramírez. Este suplió la muerte del párroco Juan José Villanisán y la
indisposición del sucesor José María de la Torre. El informe que dejó el mismo
por escrito –actualmente en el Archivo General de la Nación- habla de una
situación caótica con gran falta de irreverencia hacia los clérigos y la
liturgia. Cuatro atendían el hospital de los Hipólitos.
En
una espléndida entrevista al Profesor de Oxford, John H. Elliott, publicada en
el número 137 de la Revista Letras Libres, le preguntan: “¿Que Hidalgo y
Morelos hayan sido sacerdotes católicos es en verdad importante?... En cuanto
al papel de los curas y la gran insurrección de Hidalgo y Morelos, el hecho de
que fueran sacerdotes fue importantísimo. La religión rural tenía mucha fuerza
y estos curas eran muy cercanos a sus feligreses, conocían bien a los
campesinos y su mundo. Hidalgo acertó al proclamar su rebelión bajo el
estandarte de la Virgen de Guadalupe, elevando así una guerra al mismo tiempo
santa y patriótica; movilizó grupos muy distintos dentro de la sociedad del
Bajío, el norte de México, a algunos criollos, a muchos indios y mestizos
también, a los pobres”…
Los
clérigos de la época conocían todos el “Itinerario para párrocos de indios”,
donde se lee que los clérigos pueden lícitamente tomar las armas “cuando hay
alguna grave necesidad en utilidad grande de la república”. Y bajo esta premisa
fue la participación consciente y decidida de muchos de ellos, principalmente,
cuando Hidalgo Comisiona a Morelos para la conquista del sur, especialmente del
puerto de Acapulco. La convicción del Cura Morelos por la Independencia era tan
profunda, que se inscribía más allá de su oficio, y él mismo lo escribe a
propósito de la famosa encomienda que recibe: “Siempre conté con la justicia de
la causa, en que habría entrado, aunque no hubiera sido sacerdote”.
Así
mismo, en este estado general de las cosas, surgirá con fuerza la incontenible
devoción guadalupana. Ya que la fe nace de la predicación, en el caso del
guadalupanismo particular de la Costa del Mar del Sur, tuvo a un entusiasta
promotor: Don José María Morelos y Pavón, quien debe ser tenido como “Apóstol
guadalupano del Estado de Guerrero”.
El
16 de marzo de 1811 Morelos con sus tropas se apoderan de Tecpan y el 18 de
Abril decreta el establecimiento de la Provincia de Nuestra Señora de Guadalupe
de Tecpan… Toda persona, a manera de identidad, a la pregunta: “¿Quién vive?”,
debería responder entonces: “La América”, “La Virgen de Guadalupe”. El 11 de
Marzo de 1813, la Proclama de Ometepec, en la que manda que en todos los
pueblos celebren misa el día 12 de cada mes y que el mismo día los vecinos de
los pueblos expongan la Santísima Imagen de Guadalupe en las puertas o balcones
de sus casa… deverá todo hombre generalmente de diez años arriba traer en el
sombrero la cucarda de los colores nacionales, esto es, de azul y blanco, una
divisa de listón, lienzo o papel, en que declara ser devoto de Guadalupe,
soldado y defensor de su culto, y al mismo tiempo defensor de la religión y su
patria. Lo mismo promoverá, cuando en 1813, en la ciudad de Chilpancingo se
instaló el Congreso de Anáhuac, y proclama a María Santísima de Guadalupe,
Patrona de nuestra libertad, en el documento titulado: Los sentimientos de la
Nación: “Que en la misma legislación se establezca por ley constitucional la
celebración del día doce de diciembre en todos los pueblos, y la devoción
mensual”.
Otros
pseudo intelectuales más, han sostenido el supuesto fusilamiento de la Virgen
de Guadalupe, dato meramente legendario, carente de sustento real, moralmente
inverosímil en un pueblo altamente católico. Hoy eso si sería posible, en la
actualidad, cuando abundad posiciones iconoclastas, ateas y anticatólicas de
todo rubro. Pero no en ese siglo.
Por
eso es importante que preparemos y realizamos correctamente el VERDADERO GRITO
DE INDEPENDENCIA: ¡VIVA LA VIRGEN DE GUADALUPE, PATRONA DE NUESTRA LIBERTAD!
¡MUERA EL MAL GOBIERNO!
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