miércoles, 9 de septiembre de 2020

LA INDEPENDENCIA EN LA COSTA DEL MAR DEL SUR Y LA IGLESIA DE ACAPULCO




LA INDEPENDENCIA EN LA COSTA DEL MAR DEL SUR Y LA IGLESIA DE ACAPULCO
Pbro. Lic. Juan Carlos Flores Rivas

Miguel Hidalgo, sacerdote católico (dato que muchos parecen olvidar en los ambientes oficialistas), figura real y mítica, marca la dinámica independentista. Hablar de la independencia es hablar de una historia recia, rica en logros materiales y espirituales, con figuras grandiosas, de elevada estatura moral y cultura católica. Es una historia que nos pertenece.
A propósito del Grito de independencia, y la postura de algunos pseudo intelectuales que sostienen en redes que no hay nada que celebrar, debemos recordar que el grito tiene una gran carga subversiva, de hecho se realizó en el contexto de una situación opresiva, no en tiempos de jauja, por eso no solo podemos, sino debemos preparar el verdadero grito de independencia: ¡Viva la Virgen de Guadalupe, Patrona de nuestra libertad! ¡Muera el mal gobierno!. Y no olvidemos que el grito lo dio un cura, y en una iglesia. La figura del cura revolucionario nunca ha dejado de estar presente en el imaginario popular.
En las elaboraciones simbólicas y psicológicas en las revueltas de independencia, tenían un papel primordial los curas del pueblo –quienes frecuentemente elaboraban los discursos a los insurgentes-. En general clero pobre, en la zona atendida por escasas parroquias sumidas en dificultades climáticas y geográficas. Clero tropical con tenue presencia, falto de aprecio y con relativo abandono de las poblaciones en prácticas rituales a veces ajenas a la ortodoxia católica.
La costa del mar del sur o de Acapulco, estaba organizada eclesiásticamente en distintas diócesis: Tlaxcala-Puebla y Oaxaca para la Costa Chica; arzobispado de México para el puerto de Acapulco; Valladolid para la Costa Grande.
Costa Grande: en 1810 había sólo cuatro párrocos (Atoyac, Tecpan, Petatlán y Coahuayutla. Sólo el de Petatlán tenía Vicario total cinco clérigos. Ninguno con papel destacado. Mariano Salgado de Coahuayutla y Manuel Díaz de Petatlán participaron como electores en el Congreso de Chilpancingo en 1813. El P. Terán de Tecpan fungió como Capellán de los insurgentes en 1811. Miguel Gómez de Petatlán fungió como confesor de Morelos hasta su ejecución en 1813. El único que tomó las armas fue José Soria interno de Petatlán en 1811 parece llegó a ostentar el grado de coronel.
Costa Chica: opuso más resistencia a los insurgentes. El cura de Ayutla Carlos Márquez y José Torreblanca cura de San Luis Acatlán fueron hechos prisioneros por predicar contra los insurgentes el segundo obligado a fungir como capellán.

El puerto de Acapulco: En 1810 había cinco sacerdotes quienes apoyaron la causa de forma modesta. Sólo uno de ellos se distinguió: el fraile agustino Pedro Ramírez. Este suplió la muerte del párroco Juan José Villanisán y la indisposición del sucesor José María de la Torre. El informe que dejó el mismo por escrito –actualmente en el Archivo General de la Nación- habla de una situación caótica con gran falta de irreverencia hacia los clérigos y la liturgia. Cuatro atendían el hospital de los Hipólitos.
En una espléndida entrevista al Profesor de Oxford, John H. Elliott, publicada en el número 137 de la Revista Letras Libres, le preguntan: “¿Que Hidalgo y Morelos hayan sido sacerdotes católicos es en verdad importante?... En cuanto al papel de los curas y la gran insurrección de Hidalgo y Morelos, el hecho de que fueran sacerdotes fue importantísimo. La religión rural tenía mucha fuerza y estos curas eran muy cercanos a sus feligreses, conocían bien a los campesinos y su mundo. Hidalgo acertó al proclamar su rebelión bajo el estandarte de la Virgen de Guadalupe, elevando así una guerra al mismo tiempo santa y patriótica; movilizó grupos muy distintos dentro de la sociedad del Bajío, el norte de México, a algunos criollos, a muchos indios y mestizos también, a los pobres”…
Los clérigos de la época conocían todos el “Itinerario para párrocos de indios”, donde se lee que los clérigos pueden lícitamente tomar las armas “cuando hay alguna grave necesidad en utilidad grande de la república”. Y bajo esta premisa fue la participación consciente y decidida de muchos de ellos, principalmente, cuando Hidalgo Comisiona a Morelos para la conquista del sur, especialmente del puerto de Acapulco. La convicción del Cura Morelos por la Independencia era tan profunda, que se inscribía más allá de su oficio, y él mismo lo escribe a propósito de la famosa encomienda que recibe: “Siempre conté con la justicia de la causa, en que habría entrado, aunque no hubiera sido sacerdote”.
Así mismo, en este estado general de las cosas, surgirá con fuerza la incontenible devoción guadalupana. Ya que la fe nace de la predicación, en el caso del guadalupanismo particular de la Costa del Mar del Sur, tuvo a un entusiasta promotor: Don José María Morelos y Pavón, quien debe ser tenido como “Apóstol guadalupano del Estado de Guerrero”.
El 16 de marzo de 1811 Morelos con sus tropas se apoderan de Tecpan y el 18 de Abril decreta el establecimiento de la Provincia de Nuestra Señora de Guadalupe de Tecpan… Toda persona, a manera de identidad, a la pregunta: “¿Quién vive?”, debería responder entonces: “La América”, “La Virgen de Guadalupe”. El 11 de Marzo de 1813, la Proclama de Ometepec, en la que manda que en todos los pueblos celebren misa el día 12 de cada mes y que el mismo día los vecinos de los pueblos expongan la Santísima Imagen de Guadalupe en las puertas o balcones de sus casa… deverá todo hombre generalmente de diez años arriba traer en el sombrero la cucarda de los colores nacionales, esto es, de azul y blanco, una divisa de listón, lienzo o papel, en que declara ser devoto de Guadalupe, soldado y defensor de su culto, y al mismo tiempo defensor de la religión y su patria. Lo mismo promoverá, cuando en 1813, en la ciudad de Chilpancingo se instaló el Congreso de Anáhuac, y proclama a María Santísima de Guadalupe, Patrona de nuestra libertad, en el documento titulado: Los sentimientos de la Nación: “Que en la misma legislación se establezca por ley constitucional la celebración del día doce de diciembre en todos los pueblos, y la devoción mensual”.
Otros pseudo intelectuales más, han sostenido el supuesto fusilamiento de la Virgen de Guadalupe, dato meramente legendario, carente de sustento real, moralmente inverosímil en un pueblo altamente católico. Hoy eso si sería posible, en la actualidad, cuando abundad posiciones iconoclastas, ateas y anticatólicas de todo rubro. Pero no en ese siglo.
Por eso es importante que preparemos y realizamos correctamente el VERDADERO GRITO DE INDEPENDENCIA: ¡VIVA LA VIRGEN DE GUADALUPE, PATRONA DE NUESTRA LIBERTAD! ¡MUERA EL MAL GOBIERNO!

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