NUESTRA
SEÑORA DE LA SOLEDAD: CORONADA EN ACAPULCO COMO “PRIMERA REALIZACION DE ESA
ESPERANZA DE LA IGLESIA QUE HA SIDO EL CONCILIO VATICANO II”.
Pbro.
Lic. Juan Carlos Flores Rivas
Ya
en anterior capítulo, vimos cómo la Iglesia de Acapulco estuvo presente en la
Apertura y en toda la Primera Sesión del Concilio Vaticano II, que cumple 50
Años de haberse realizado, en la persona de su Primer Obispo, el Siervo de Dios
Monseñor José Pilar Quezada Valdés. Pues, como dicen los Padres de la Iglesia:
“donde está el Obispo, allí está la
Iglesia”.
El
8 de diciembre de 1962se concluye oficialmente la primera sesión con un
discurso del Beato Papa Juan XXII. Y nuestro Primer Obispo de Acapulco,
habiendo participado en esa emotiva ceremonia, se prepara para regresar a su
amada Diócesis.
Una
Circular más enviará Monseñor Quezada desde Roma, la Número 83, del 9 de
Diciembre de 1962, con su grande satisfacción por el feliz término de la
Primera Parte del Concilio Vaticano II.
En
la misma Circular, anunciaba que le había sido concedido “Coronar a la Virgen
de la Soledad, Patrona de la Diócesis, en el sesquicentenario de su Patronato,
tocándonos pedirle, ser de los primeros realizadores de esa esperanza de la
Iglesia que ha sido el Concilio Vaticano II”. Añadía: “Servir a Dios en nuestro
prójimo, caridad y justicia para nuestros hermanos, amor y paz en las familias
y en los pueblos a lo largo de nuestra Diócesis, será la preparación más
indicada, y señalará la hora de poner en la frente de la Madre de Dios, una
corona que signifique que el Reino de Dios está entre nosotros”.
Sesquicentenario,
significa una fiesta o una conmemoración con la que se celebra el 150
aniversario de un acontecimiento, en el caso de Nuestra Señora de la Soledad,
se refería la Proclamación del Patronato sobre la ciudad y el Puerto de
Acapulco.
Monseñor
Quezada tenía una alta conciencia histórica, aunque, claro está, no tuvo a su
alcance la posibilidad de la investigación archivística que le diera certeza
absoluta, pero le bastó la certeza moral-histórica, y aprovechó su estancia en
Roma para solicitar en la Santa Sede la Coronación Pontificia de la Imagen
acapulqueña. En el Archivo de las Causas de los Santos, actualmente en la
Ciudad de Vaticano, se encuentra una sección de la antigua Congregación de los
Ritos, con el registro de la solicitud y la concesión a favor del Obispo de
Acapulco para coronar a la Imagen dolorosa. Esta ceremonia no se realizó sino
hasta 1967, dos años después de terminado el Concilio Vaticano II.
Para
el significado profundo que esta coronación tiene para la Iglesia de Acapulco,
recomendamos leer en nuestro blog http://ephemeridesacapulcanae.blogspot.mx/search/label/Coronaci%C3%B3n%20Pontificia.
Cuando
Monseñor Quezada coloca este acontecimiento, estaba proyectando a Acapulco todo
lo que ya había sido ampliamente ventilado en la Primera Sesión del Concilio
(Octubre-Diciembre de 1962). Pues el 23 de noviembre se entregó a los padres
conciliares dos esquemas para su estudio antes de la discusión en aula: uno de
ellos era el De Ecclesia (que luego se
llamaría la constitución dogmática Lumen
Gentium), y un apéndice con un esquema sobre la Virgen María (De beata Maria Virgine). Esquema que
comenzó a analizarse el 1 de Diciembre, y que no alcanzó un consenso para ser
publicado, ya que hubo muchas intervenciones de los Padres Conciliares en el
Aula, quedando pendiente para posteriores sesiones, pero que nuestro Obispo de
Acapulco, con grande entusiasmo, concretará al promover la coronación de la
Virgen de la Soledad en su sesquicentenario.
A
partir de esa importante conmemoración realizada el 8 de Diciembre de 1967, la
Imagen de Nuestra Señora de la Soledad saldrá de su santuario año con año para
recorrer la espléndida Bahía de Santa Lucía de Acapulco, en los yates
comerciales de gran calado que atracaban en el muelle de La Candelaria. Este
recorrido marítimo dejó de hacerse, hasta que un accidente tuvo lugar, cuando
el muelle que era de madera, cedió ante la multitud de fieles que acompañaban a
la Sagrada Imagen. Gracias a Dios, sin pérdidas que lamentar.
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