«El
soplo del Espíritu Santo llena el universo»: Solemnidad de Pentecostés 2012 en
Jerusalén, “donde todo sucedió”.
Ing. Adrian Franco Noriega
La
solemnidad de Pentecostés, celebrada el pasado domingo 27 de mayo, puso punto
final al período pascual, una vez transcurridos 50 días desde la resurrección
del Señor. Al mismo tiempo, esta importante fiesta rememora el nacimiento de la
Iglesia cuya larga historia surge precisamente tras lo que ocurrió aquella
tarde de Pentecostés en la que, mientras María y los apóstoles se encontraban
reunidos en el Cenáculo, se les aparecieron del cielo unas lenguas de fuego que
se dividieron y se posaron sobre cada uno de ellos, de tal forma fueron llenos
del Espíritu Santo. El Espíritu les infundió unos dones extraordinarios que les
abrieron el corazón a la conciencia de la fe y su vida, a la labor de la misión
evangélica. «Residían entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las
naciones de la tierra» (Hch 2,5). Y cada uno de ellos, con profundo estupor,
escuchaba el anuncio de las grandes obras de Dios en su propia lengua.
Por
segundo año consecutivo, la Iglesia particular de Acapulco estuvo representada
por un grupo de 22 peregrinos, que tomo parte de este momento de fe.
Por
la mañana, en punto de las 10 a. m. la Santa Misa Concelebrada, solemne,
presidida en el Templo Parroquial del Santísimo Salvador, fue presidida por el
Custodio de Tierra Santa Fray Pierbattista Pizzaballa ofm, quien siempre atento
nos concedió la foto del recuerdo y envió un afectuoso saludo a la
Arquidiócesis de Acapulco. Después de la Misa, en alegre momento fraterno que reunió
a muchos fieles en el salón de la curia donde juntos pudieron disfrutar de la
fiesta.
Por
la tarde, desde las 3 p. m. pudimos participar en un grato ambiente de oración
promovido por la Renovación Carismática Católica en el Espíritu Santo, quienes
hicieron vibrar el Santo Cenáculo con cantos y ungidas plegarias. Y en punto de
las 4 p. m. tuvo lugar las Solemnes Vísperas, presidas por el mismo Padre
Custodio, quien además tiene el título de Guardián del Monte Sión, quien fue
acompañado en procesión solemne por todo Jerusalén para ingresar al santo
cenáculo, por la comunidad franciscana para festejar con especial intensidad y
devoción la festividad de Pentecostés. En el momento de la recitación del
padrenuestro, han sido numerosas las distintas lenguas que se han podido
escuchar en esta antigua sala repitiendo, después de tanto tiempo, el milagro
de aquel grupo que se convirtió en uno solo, escuchando resonar en sus oídos y en
el corazón el sentido revolucionario del único mensaje de Cristo; aquel grupo
que, de países lejanos, convergieron en una misma historia y en un único
destino. Nuestra plegaria acapulqueña se unió a aquella polifonía de voces, por
la paz, que se termine la violencia, y que vivamos todos como hermanos. ¡Ven
Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego
de tu amor!
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