FELIPE AGUIRRE FRANCO: SU VOCACION Y FORMACION EN EL SEMINARIO (1945-1958).
Pbro. Lic. Juan Carlos Flores Rivas
La Parroquia, se presenta como un cúmulo de circunstancias altamente vocacionales, por las cuales el llamado de Dios se va haciendo presente: desde luego la vida cristiana de los padres de familia, la vida cristiana en la Parroquia, la formación en la Escuela, las experiencias de misiones con diversos grupos, los Ejercicios Espirituales y el ayudar en la Misa, el haber sido acólito en el Santuario de Jesús, María y José.
En cuanto el niño Felipe pudo dar la altura del altar, comenzó a llevar las vinajeras; siguiendo el ejemplo de lo que también sus hermanos habían realizado -el P. Ascensión y el P. Eustaquio, después su hermano Bernardo- y su Papá que también servía como Sacristán, además de que su casa estaba tan unida al Templo de Jesús, María y José que no tenía que salir a la calle para poder asistir a la Misa o estar con Jesús Sacramentado.
Recuerda el acompañamiento todos los domingos al Padre Capellán, como Acólito, en sus correrías apostólicas. Una de sus grandes ilusiones, que lo llevará más tarde a servir a Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, será ser Sacerdote misionero... siempre entusiasta en hacer la colecta del DOMUND, para las misiones; la lectura de revistas formativas, y un gran cúmulo de libros vocacionales, por ejemplo: “Hacia las Cumbres” del P. José Guadalupe Treviño, Misionero del Espíritu Santo; también del P. Félix de Jesús Rougier, de Mons. Luis María Martínez, Arzobispo de México, y los libros de Conchita Cabrera de Armida.
Y luego la entrada de dos de sus hermanos al Seminario, también deja la espinita de una posibilidad, aunque se resistía diciendo: “para que queremos tanto Sacerdote en casa”. Vendrán entonces las “ayudas” externas, las “viejitas beatas” que decían: “¿tú no te vas a ir al Seminario? mira que bonito, tus hermanos ya entraron, a ver si tú también eres Sacerdote”, a lo que respondía que no, “que para qué tanto padrecito, mejor me dedico aquí a hacer ollas de barro en las alfarerías o me dedico a los telares a hacer cobijas”, industrias florecientes en La Chona en ese entonces.
Hasta que cae rendido, inevitablemente, pensando: “ bueno y ¿si de verás entrara al Seminario qué sería, será que Dios me llama?”. En expresa a sus Padres que ya quería entrar al Seminario Menor de Lagos de Moreno, para terminar ahí mismo la primaria y comenzar los tres años de Latín. Y así el día 23 de octubre de 1945 ingresa al Seminario Menor a Lagos de Moreno, donde sus hermanos estaban ya en tercer año de Latín. Su Mamá, siempre generosa para con Dios, personalmente lo llevó aquél día.
Especiales recuerdos le trae la Formación musical, que refuerza las cualidades adquiridas en la familia, puede decir que, el “Ven y sígueme” lo escuchó cantando de parte de Dios y penetró en sus oídos su llamado a través de los acordes sonoros de un do mayor sencillo pero que le invitaba a poder cantar las alabanzas del Señor, eternamente.
Motivación vocacional particular fue la predicación y el ejemplo edificante del P. Joaquín Martín, que era el Capellán del Templo de Jesús, María y José, que cantaba con una voz muy alegre, aguda, pero fervorosa su invitación a orar, como aquel altísimo “Dominus vobiscum”, (el Señor esté con vosotros), el P. Joaquín celebraba muy fervorosamente la Santa Misa y sobre todo la Misa Cantada; como tantos cantos, los misterios del Rosario. Todo él. Lo recuerda Monseñor Aguirre, hizo el acorde musical de su vocación. Después le gustó tanto el canto gregoriano que obtiene un diploma en esa materia. Otro de los gratos recuerdos de su etapa formativa será la Maestra de música: la Srita. Carolina, quien también sabía música y enseñaba a los cantores del Templo, a los muchachos, entre ellos sus hermanos, después sacerdotes. La escuchó tanto que aprendió muchas melodías de memoria, ejercitando su sentido autodidacta comenzó a medir los tiempos de las notas y a aprenderlas ya colocadas en el pentagrama, los nombres de las notas musicales y su valor, hasta que un día se presenta con la Srita. Carolina: “tómeme las lecciones” y ella se quedó admirada de que le pudiera dar algunas lecciones de solfeo. De allí pasará fácilmente al coro polifónico del Seminario y a los coros de la Parroquia de Lagos de Moreno para cantar Misas polifónicas como la Primera Pontifical de Perossi.
El Seminario será para Felipe un crecimiento en la vida de comunidad, el silencio sagrado, la disciplina, superar la "mamitis" y el recuerdo de todo lo que era su casa: los palomos que tenía, sus juegos, sus amigos, el béisbol. Sólo el eficaz acompañamiento del P. Espiritual le permitió superarlo todo, como un sacrificio que tuvo que superar.
La FAMILIA siempre fue un aliciente. Sus papás dentro de sus pobrezas y limitaciones los ayudaron con generosidad. No faltaron otras personas que los apoyaron económicamente, familias conocidas y bienhechores, como los familiares del P. Alberto Aranda Cervantes, que escribe en la Revista Actualidad Litúrgica.
Termina diciendo de aquél entonces: “no tengo nada en especial que haya hecho, ya que era un muchacho sin traza, de once años; me gustaba mucho jugar fútbol, sobretodo que era de los de la primera para jugar béisbol, yo sabía curvear la pelota, jugaba el pítcher, el cácher, primera base, segunda... cualquier puesto sabía jugarlo de calidad; ya en cantidad desde que entré al Seminario empecé a jugar el fútbol”.
La Virgen María, Nuestra Señora de San Juan de los Lagos, fue su principal apoyo para llegar a ser Sacerdote. Recuerda con especial aprecio la cercanía del seminario a ese importante Santuario, las campanas con un bronce y una liga de oro y plata hermosísimas, que se oían en todo el pueblo. Después en San Juan de los Lagos en el anexo del Templo de la Merced, estudió el segundo y el tercer año, sus Padres Prefectos: el Padre Enrique Luna, y el Padre Luis Rojas, después Obispo de Culiacán.
Nunca olvida que ingresó al Seminario de la mano de su Mamá un día 23 de octubre de 1945, el año de la bomba atómica… chico de once años con su belicito de madera con bisagra de metal, y su candadito para que fuera más seguro, “pesaba más el beliz que lo que traía adentro”. Al llegar al Seminario le recibe el P. Enrique Luna que era el Prefecto y Capellán del Templo de la Merced, ahí en Lagos de Moreno. Luego, sus hermanos le ayudaron a acomodar sus cosas y al poco tiempo le nombraron campanero. Allí tendrá la oportunidad, bajo la guía de un maestro de música muy bueno, el Profesor Pepe Hernández Gama, de reafirmar los conocimientos y habilidades musicales. El ambiente del Seminario fue todo de estudio, y actos piadosos muy fervorosos por estar tan cerca al Templo de Ntra. Sra. de la Merced. En ese ambiente de piedad, de campanas, de coros, de deportes, “por que eso sí llegaba el jueves y nos íbamos a jugar o fútbol o béisbol al campo deportivo, o íbamos al cerrito de la cruz que está ahí cerca junto al barrio del Refugio” a cosechar en el campo entre las piedras o, bien, a matar pájaros, o lagartijas o víboras con la resortera. Sus Maestros: el P. Enrique Luna que era el Prefecto, el P. Antonio Hernández que era capellán de un Templo; y llegado de Roma el P. José González Bodongón.
Posteriormente, pasará al Seminario de Guadalajara para cursar el cuarto año, a terminar las humanidades. El choque cultural de un ranchero que llega a la ciudad, lo vivirá con especial intensidad, superar esto también lo ayudará, providencialmente, el Director espiritual y todos mis formadores. Marcaron mucho su forma humanística: el teatro, las actuaciones, la declamación, la oratoria, el escribir, el gusto por los Medios de Comunicación, el hacer programas de radio, hacer algunos reportajes muy elementales, el hacer algún boletín, alguna revista, el participar en algún artículo de la revista del Seminario.
Le marcarán mucho en esta etapa de formación, la lectura: la Historia Sagrada, los libros de los grandes maestros de la vida espiritual como Santa Teresa de Jesús, Santa Teresita del Niño Jesús, el P. Alfonso Rodríguez de la Compañía de Jesús, el P. Luis de la Palma también de la Compañía de Jesús; “La Vida de Cristo” de Jeovani Papini, “La Vida de Cristo” de Riccioti, los libros de La Cristiada de diferentes autores, también algunas obras de San Buenaventura, San Bernardo, y desde luego los Ejercicios de San Ignacio de Loyola, los Comentarios a los Ejercicios, Vidas de Santos, el Héroe de Molocai, que es el P. Damían, la vida de San Pío X, de Santo Domingo Savio, las revistas de Juan Diego; la revista Abside; los escritos de Mons. Joaquín Antonio Peñalosa, del Sr. Méndez Plancarte, de Alfonso Junco, un gran poeta de Querétaro, Amado Nervo, Esther M. Alinson, Gabriela Mistral, etc.
Un grande maestro suyo en esta época –de cuarto año de humanidades hasta Filosofía y Teología, fue el Sr. Canónigo Mons. José Ruiz Medrano; era un genio como músico, como escritor, como poeta, como orador; de él recibió clases de literatura, de oratoria sagrada, de teología dogmática y fue un gran Director del Coro “Schola Cantorum” del Seminario. Formidable Director Espiritual, en ésta época Don Tomás Ramírez, de la Compañía de Jesús.
Un día, cuando el insigne Obispo fundador del Seminario de Misiones Santa María de Guadalupe para las misiones extranjeras de México, Mons. Alfonso Escalante, visitaba Guadalajara, junto con otros dos compañeros, se presentó ante él para ofrecerse como misionero. Pero su Padre Espiritual lo convenció de esperarse; espera que lo alcanzará hasta su Ordenación Sacerdotal.
Recuerda con especial emoción: “Yo tenía deseos de ser un Sacerdote en un pueblo campesino, chiquito, donde yo fuera amigo de toda la gente y hasta soñaba con tener un caballo grande, grandote y negro, para poder ir a todas partes y estar muy cercano a toda la gente... soñé así como sueñan todos los enamorados, así yo también muy enamorado de mi sacerdocio soñé en ser un Sacerdote al estilo del Santo Cura de Ars, entregado a santificar todo un pueblo y ganar todo un pueblo para Dios con la oración, con el sacrificio, con la predicación, con los sacramentos y hasta mi Mamá decía: “¡ah, qué bonito sería cuando ustedes fueran Sacerdotes que les tocara un pueblo como Jalostotilán”, yo pensaba en un pueblo pequeño así como en Chiapas, Bochil, pero siempre me tocó estar en ciudades grandes o estar en el Seminario”.
Sus grandes sueños ya eran: la Promoción de la Familia... fundar una Congregación que quisiera promover la liturgia,… y los Medios de Comunicación social, las misiones, pero sobre todo un SACERDOCIO SANTO.
Personas que influyeron y motivaron su perseverancia y sus grandes ideales por ser Sacerdote: sus Padres; el Padre Prefecto, el Padre Espiritual, el Cardenal José Salazar López, el Obispo Everardo López, el Obispo José Trinidad Sepúlveda que fue también su Prefecto –y a quien sucederá más tarde en el gobierno episcopal de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas-, el Obispo José de Jesús Becerra Fernández; el Padre Joaquín Martín, Capellán en el Templo de Jesús, María y José; el P. Tomás Ramírez que fue su Director Espiritual.
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