José Pilar Quezada Valdès -sentado a la izquierda- y Agustín Caloca Cortés -Sentado a la derecha- alumnos en el Seminario de Guadalajaraa
... "en la Iglesia conviven asnos, mulos y machos cabríos, algunos tan salvajes que se sienten deseos de matarlos, pero no es posible porque 'el Amo quiere recibirlos todos en buen estado'."
El Cura de Torcy a su colega de Ambricourt, en: "Diario de un Cura Rural", de Bernanos.

sábado, 30 de enero de 2010

VIII. ENTREVISTA A MONSEÑOR FELIPE AGUIRRE FRANCO, ARZOBISPO DE ACAPULCO.


ENTREVISTA A MONSEÑOR FELIPE AGUIRRE FRANCO, ARZOBISPO DE ACAPULCO, REALIZADA POR LA HERMANA ADRIANA MAZA COUTIÑO, DE LAS DISCIPULAS DE JESUS BUEN PASTOR.

Capítulo VIII: LLEGADA A TUXTLA GUTIERREZ

Cómo llegué a Tuxtla Gutiérrez. La situación que antecede a mi llegada a Tuxtla Gutiérrez es, desde luego, el Espíritu Santo que me hace ver a través de la disposición de los Señores Obispos, Mons. José Trinidad Sepúlveda que promueve y el Excmo. Sr. José Salazar López que me propone la posibilidad de acudir a Tuxtla Gutiérrez; la oferta ya la había hecho yo antes pero el Sr. José Garibi Ribera mi Arzobispo en 1969, me había dicho que si el Seminario de Guadalajara ayudaba a las Diócesis necesitadas, que yo siguiera trabajando en el Seminario y de esa manera yo ayudaría a una Diócesis necesitada. Posteriormente el Sr. José Salazar López me dijo: “yo creo que al Sr. Sepúlveda ya se le está ayudando de otra manera, o qué? no está usted a gusto?”, “claro, le dije, estoy contento pero es una de las inquietudes que yo he tenido”; después me mandó de Párroco a La Barca, Jal. Pero cuando se dividió la Diócesis de Guadalajara en las Diócesis de Cd. Guzmán y San Juan de los Lagos, La Barca apareció perteneciente a esta última; entonces el Sr. José Salazar López de acuerdo con el Sr. Nuncio de ese entonces, Mons. Martini, acordaron que si el Sr. Cura de La Barca podía pasar a dar un servicio a la Diócesis de Tuxtla Gutiérrez en recompensa se le podría dar a la Arquidiócesis de Guadalajara la Parroquia de La Barca y así La Barca quedó del lado de Guadalajara y no de San Juan de Los Lagos. El Párroco de La Barca, que era este servidor, pasó a la Diócesis de Tuxtla Gutiérrez en las fechas que ya he dicho anteriormente; así que no me enviaron a Tuxtla, sino que yo mismo hice la propuesta desde hacía ya algún tiempo, como desde 1969 y me aceptaron hasta 1971, que llegué a Tuxtla.
Mis conocidos ante esta noticia. Está decisión para mi Familia y los feligreses barquenses fue dolorosa; primeramente para mí, porque mis Padres ya estaban grandes y con sus achaques, sus enfermedades, yo mismo veía que podía quedarles poco tiempo de su vida, como así fue. Mi hermano Ascensión que estaba de Párroco en una de las nuevas Parroquias que se habían instituido muy cerca de la Barca, en la Paz de Ordaz, Municipio de la Barca, sintió también un golpe muy fuerte, creo que hasta se enfermó, dice que un tiempo duró enfermo por la misma impresión fuerte.
Publiqué esta noticia en una estación de radio que tenía todos los Domingos “Los comentarios dominicales” y también en el periódico de la Parroquia de la Barca “El Mástil”, comenté el por qué me iba a Tuxtla Gutiérrez. Mi Mamá estaba ahí en la Barca y escuchó a través de la radio y pues también le dio tristeza, pero mis Papás respetaron mi decisión y me dijeron: “bueno, si tu crees que allá Dios te llama, aunque nos duela a nosotros, pero está bien que vayas”.
Las personas del pueblo me decían “díganos a quién le hablamos para que usted se quede aquí en La Barca”, “no, pues a nadie, es que mi decisión es personal, con Dios, con mi conciencia y con las necesidades de la Iglesia; el Sr. Obispo José Trinidad Sepúlveda sabe que voy a una Diócesis necesitada de Clero”.
Un compadre mío un poco sentido, un día se tomó unos “jaliscos” y llegó un poquito tomado y me dijo quiero que me toque este disco aquí en su modular y era la canción: “Cuál de los dos amantes sufre la pena, ¿el que se va o el que se queda? El que se queda, se queda llorando y el que se va, se va suspirando... “ me dijo “ya, hasta ahí, lo demás no tiene la más mínima importancia”.
Ciertamente hubo sentimientos de nostalgia pues nos llegamos a estimar mucho en la Barca, Jalisco, como hasta la fecha, los feligreses también lo sintieron mucho y pues yo mismo sentí está decisión.
El viaje de Jalisco a Chiapas. El día 11 de junio de 1972 fue el día que salí de La Barca para preparar mi salida a Tuxtla Gutiérrez. Recuerdo que tuve que dar rienda suelta al sentimiento de la tristeza, por el recuerdo de La Barca, pero luego me incorporé a preparar todas mis cosas de acuerdo con el Sr. José Trinidad Sepúlveda para salir a Tuxtla Gutiérrez. Nos fuimos en mi carro, un verdecito que tenía en aquel entonces, era un Valiant 66. Llegamos a Puebla, Oaxaca haciendo algunas visitas en el trayecto hasta llegar a Tuxtla Gutiérrez, la noche del 4 de julio de 1972.
Esto tiene un impacto en todas las dimensiones de mi vida, por que ya es una forma distinta de establecerme, es una forma distinta de vida, es una forma de diferente de desarraigarme del lugar donde yo había hecho los primeros años de mi Sacerdocio hasta entonces; yo en esa ocasión contaba con 37 años.
Mis primeras impresiones de Chiapas. Recuerdo que cuando llegué a Tuxtla Gutiérrez, una impresión de momento fue que alguien dijo que los que habíamos llegado de fuera habíamos llegado a descomponer la marcha y la situación pastoral de la Diócesis; que ahí las cosas estaban bien, pero que los Padrecitos que llegábamos de fuera las descomponíamos. Yo me sentía ahí como si fuera un “Don Nadie”; después de que por allá estaba tan feliz y tan contento, yo sentía como que nadie me conocía en Tuxtla y como que debiera apenas empezar a trabajar otra vez, a hacer mi vida, para que nos conociéramos... como así fue.
Mi gratitud al P. Enrique Alfaro. El P. Enrique Alfaro en ese entonces me mandó una carta en donde él mismo se adhería fraternalmente, reconocía lo que era el desarraigo, lo que yo mismo sentía por dentro, la ausencia de los lugares donde yo había estado anteriormente y sabía que la presencia de alguien que llega con actitud misionera va a ser provechosa para todos los fieles. Siempre le he agradecido esa carta de felicitación, pero más que de felicitación, era de adhesión y comprensión, de una persona que siempre estuvo muy cerca, muy respetuoso conmigo, y un gran amigo y compañero, y además me trató paternalmente.
Al principio no estaba incardinado a Tuxtla Gutiérrez. Una impresión que tuve al pisar tierras chiapanecas fue que llegaba a una tierra un tanto extraña, yo mismo no había tomado la decisión de arraigarme en Chiapas, más bien de llegar sin ningún compromiso, de no estar canónicamente pertenecido a una Diócesis, o sea, no estaba institucionalmente pertenecido a la Diócesis de Tuxtla, para que si el Obispo no estaba contento conmigo o yo no podía estar ahí, que pudiera ausentarme cuando fuera necesario de acuerdo con mis Superiores, para regresar otra vez a Guadalajara, así que no estaba incardinado de momento.
Sentí que el calor iba a ser muy difícil superarlo, de pronto empecé a sentir que las anginas me provocaban fiebres constantes y fue necesario que a los pocos meses volviera a Guadalajara para que me operaran de las anginas y el Sr. Sepúlveda creía que era un pretexto para alejarme de Tuxtla Gutiérrez, pero no, después de la operación de las anginas volví al trabajo de Tuxtla Gutiérrez.
La Diócesis me recibió con esperanza. Yo vi que la Diócesis me recibió con esperanzas, había apenas 28 Sacerdotes, en Tuxtla Gutiérrez, habían letreros que indicaban que la Ciudad contaba apenas con 40,000 habitantes y ya oficialmente decían que tenía 70,000. Y la Diócesis tenía 600,000 habitantes y ahora tiene como 1,300,000.
Cuando pisé estas tierras chiapanecas tuve la impresión de que me sería difícil adaptarme, quizás al calor, a la gente, a algunos Sacerdotes que en general, me recibieron bien, pero era un poco incómoda mi presencia porque luego me pusieron como Párroco en la Catedral y yo era un desconocido para todos.
Párroco en Catedral. Pronto comencé a hacer los sectores parroquiales, a platicar con los encargados de barrios, de manzanas, de pastoral, luego empecé a formar el Coro junto con la Madre Conchita Barrón Ramírez, de las Religiosas del Verbo Encarnado. También quería aprender los dichos de la gente. Una vez pasé yo a la oficina y la M. Gema, Religiosa del Verbo Encarnado que estaba de secretaria me dijo: “Padre Aguirre, Padre Aguirre... “, me pasé de prisa a la oficina que estaba al otro lado y le dije “al saber”, según yo queriéndome sentir muy chiapaneco; y dijo la señora que estaba platicando con la Madre: “qué pesado me cayó el P. Aguirre diciendo así”. Y comprendí que todavía no me daban permiso de que yo hablara como chiapaneco, “al saber”, “saber”, no me dejaron hablar así.
Comencé a formar el coro, en la primera Navidad que pasamos, ya hubo un coro polifónico, el Director de Educación Pública me invitó a formar el coro de Maestros del Estado, y comenzaron esos coritos que hasta la fecha existen, recuerdo que le pusimos por nombre “Paz en la tierra”.
Quería ayudar al Señor Obispo. Al llegar a tierras chiapanecas me es encomendada la misión de lo que equivalía a Párroco, pero entonces se llamaba “Vicario actual”. El Sr. José Trinidad Sepúlveda quiso que yo le ayudara en todo lo de la Catedral, con los Sacerdotes que estaban en aquel entonces y esta encomienda traté de realizarla lo más fielmente posible para ayudar al Sr. Obispo José Trinidad; sobretodo quise ayudarle mucho con el Seminario, con la colecta del Día del Seminario, para hacer algunas rifas; se hicieron dos o tres alas nuevas del antiguo Seminario Menor, y procuré también ayudar al Sr. José Trinidad en el arreglo de la Catedral lo mejor posible, en la liturgia, con los catequistas, la pastoral familiar, con los cursillistas, los grupos de apostolado seglar.

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