En el contexto del Día Internacional de la Lengua Materna, les comparto un fragmento de la entrevista concedida por el Pbro. Vital Alonso Flores, originario de Acatlán, y formado en el Seminario de Chilapa y el Pío Latino, en Roma, Italia.
-Padre Vital, ¿quiénes fueron sus padres formadores?
-Rector, Constantino Arizmendi; vicerrector Ángel López, en el Mayor; en el Menor, Manuel Herrera, un señor altísimo, pero imponente, todos ellos alumnos de los Padres Eudistas; Tomasito Herrera estaba en el área espiritual. Después llegaron del Seminario de Montezuma (Estados Unidos) Luis Acevedo que fue nuestro maestro, después Adrián Mejía, Laureano Valdez, quien es para mí el maestro más importante…
-¿Por qué fue tan importante el Padre Laureano Valdez?
-Pues porque yo hablaba el náhuatl, de Acatlán, y él ¡cómo nos exigió el castellano!, ¡nos exigió pero nos exigió!: tareas, análisis lógico, ejercicios en la clase… yo creo que con él entendí el castellano, era un maestro muy inquieto, realmente con vocación de maestro, pero así pues, pendiente de todo. Él introdujo el francés en el Menor. Nosotros tuvimos algo de francés en el Menor, el inglés en el Menor. Sergio Ramírez, una gran figura, hablaba francés e inglés y nos daba inglés en las tardes. El mérito del Padre Laureano es que se dio cuenta: “Estos jóvenes hablan náhuatl”. Yo creí que nos veían como raro ¿no? y entonces en un momento me dijo: “Mira, ten, te regalo esto (era la gramática que se llamaba La llave del náhuatl, del Padre Ángel María Garibay), te va a servir mucho”. Allí nació mi vocación, mi afición al náhuatl. Él lo compró, pero dijo: “Te lo voy a regalar”, gesto importante para mí.
-¿Entonces de niño y adolescente principalmente habló náhuatl?
-Sí, claro.
-Usted sabía náhuatl, aprendió español, luego…
-Latín, francés, italiano, algo de inglés, algo de alemán y griego.
-Padre, ¿y el náhuatl en qué momento estaba presente en usted?
-Siempre.
-Lo que pensaba, ¿lo pensaba en náhuatl?
-Sí, en náhuatl. Como aquí me pasó, allá también, nada más yo hablaba náhuatl. Entonces, un compañero me regaló el documento guadalupano, el Nican Mopohua y me dijo: “Mira, sabemos que tú sabes, ten”. No conocía el Nican Mopohua en náhuatl, no. ¡Qué interesante! Lo conservo. Yo redacté la primera bendición papal en náhuatl. Cuando entregué el texto a la secretaria me dijo: “Padre, ¿qué lengua es esta? Antes de usted vino un Padre y tampoco sabíamos qué lengua era (era el vasco), no le entendíamos, y ahora, ¡el náhuatl!”.
Tengo anécdotas muy interesantes. Fui a Tierra Santa con unos compañeros; en la parte israelí de Jerusalén fuimos con los jesuitas, tienen casas, hay españoles, franceses… entonces, nos recibieron, al día siguiente en el desayuno salió un Padre, era el bibliotecario, sacó un libro y dijo: “A ver si ustedes me dicen qué lengua es esta, a todo mundo que ha pasado por acá le he preguntado”. Empiezo a leer, y dice el Padre: “¿A poco usted le está entendiendo?, contesté: “Sí, es el náhuatl”. ¡Un libro en náhuatl en Jerusalén! Y con eso nos ganamos la simpatía y el apoyo de los jesuitas; por eso para mí, les cuento por acá, el náhuatl ha sido la llave, me ha abierto el mundo, en Francia sobre todo, tengo amistades, por razón del náhuatl, y así otras cositas… Que una cena en Madrid, me invita un señor alemán que se interesa escribir en náhuatl: cena pagada…
-Padre, usted dominaba el náhuatl pero a partir de que lee el Nican Mopohua, por ejemplo, o los escritos del Padre Garibay, ¿le aportan algo estos textos respecto al náhuatl?
-Sí, sigo aprendiendo. En Europa conocí muchos libros en náhuatl, me acabo de comprar uno muy interesante, el manuscrito está en París. Nuestros libros en náhuatl están en París y en Madrid.
-Padre, ¿a qué atribuye el interés tan particular de los franceses por el náhuatl?
-Por los estudios que van a hacer; en Hamburgo, por ejemplo, todo alumno debe optar por una de estas cuatro lenguas: el sánscrito, el griego, el latín y el náhuatl. El náhuatl está catalogado entre las grandes lenguas de la humanidad. Entonces mucha gente se inclina por el náhuatl, que remite al mundo nuevo, qué hay, qué hubo, y luego de paso por la tesis que van a presentar tiene un valor, si el estudiante aprende el náhuatl tiene valor, si nada más toma referencia, no tanto…
-Y de acuerdo a lo que usted ha observado, ¿a un francés se le facilita aprender el náhuatl?
-Sí, ¿por qué será?, ¡quién sabe dónde está la clave!
-¿Qué recomendaría como un primer paso para aprender el náhuatl?
-Yo creo que por libros no, porque no van entender, por ejemplo, el Padre Nieves cuando fue párroco aquí en Chilapa, se llevó su Nican Mopohua a un pueblo, concretamente a Macuixcatlán, dice: “Fíjate, les puse a que leyeran o yo les leí y no me entendieron nada”. Le digo: “Mira, si tú les leíste y les leíste mal no te van a entender”. Pero a alguien que pronuncia bien y lee bien, pues sí le van a entender. Lo más aconsejable es escuchar, y escuchando es como se aprende; el libro de gramática vendrá después, a perfeccionar. Y si no tengo la oportunidad de escuchar, leo. Lo difícil del náhuatl es la pronunciación, son las palabras tan largas porque se van uniendo, dónde terminan, qué sigue…Macuixcatlán, por ejemplo, une tres palabras por lo menos. Yo veo que es bonita la lengua.
-¿Cuánto tiempo permaneció en Europa?
-Pues, desde el 58 hasta el 66. Terminamos la Teología y yo me quedé por el náhuatl. Me dediqué a conocer bibliotecas, mi tesis de licencia es náhuatl, se llama Los dogmas cristianos a través del pensamiento náhuatl. La biblioteca en donde realmente hay muchas cosas en náhuatl está en Madrid, se llama Instituto de Cultura Hispánica, tienen libros de todas las lenguas indígenas de México y del Sur: Perú, Ecuador. Después, en la Biblioteca Nacional de Madrid encontré muchas cosas del náhuatl, y como nadie consulta esos libros te dicen: “No están”, pero yo insistí, insistí, insistí hasta que dimos con ellos, era un diccionario del náhuatl al latín del Padre Sahagún.
-Durante ese tiempo, ¿cómo mantuvo contacto con su familia?
-Por cartas, a mi papá le escribía y me contestaba. Conservo las cartas.
-¿Les mandaba postales?
-Sí, claro. Recuerdo una postal de Bonn, Alemania, de un mercado. Le escribí: “Aquí se vende esto, y esto…”, en náhuatl.
-En todos los pueblos europeos que conoció, ¿observó alguna vez algo que lo hiciera remitirse a Acatlán?
-Cosas que se parecen de allá y de aquí, sí, por ejemplo, el estropajo o la sandía… Nunca comimos plátano, allá no es común. Estando en Madrid, alguna vez llegó el plátano, compré, llegué a la casa donde me hospedaba y la señora portera me dice sorprendida: “¿Se va a comer eso? ¡Tenga cuidado!”. Le decía a mi hermana que allá hay una comida que se llama calzoni, entonces se prestaba para bromas, ¿qué será eso?… El norte de Italia come maíz, le llaman polenta, se muele el maíz, es amarillo, lo baten y se convierte en una gelatina, lo ponen en el horno, es agradable. En una ocasión llegamos a Constantinopla a las cuatro o cinco de la tarde, y que vemos a un señor vendiendo elotes, ¡ni modo de no comer, a comprarle elotes! ¡En Estambul cómo hay elotes!, al maíz de allá le dicen el grano turco, ¿por qué será?, el maíz es originario de aquí, pero allá le dicen el grano turco. Nos quedamos en la tarde y parte de la noche, visitamos lo más importante. Viajamos de noche de Constantinopla a Tierra Santa en autobús, ya no en tren, fue un viaje nocturno, llegamos a Ankara, ya amaneciendo una muchacha pasa con su frasco y te pone en las manos un perfume, a todo pasajero, ¿para qué?: para que te limpies la cara porque acabas de amanecer, para que te arregles la cabeza, ¡qué cosa tan bonita! y es que los orientales usan mucho los perfumes, ¡ese gesto cómo me gustó!
El 16 de septiembre, pues es fiesta nacional de México y hay fiesta también allá, alguien de los alumnos del colegio es cocinero, y con tiempo le mandan chile, maíz, frijolitos, para hacer tamales allá y mole. ¡Comer mole el 16 de septiembre!
-Padre, recientemente se ha publicado el libro Tzitlalan en el que se plantea, entre otros temas, la probable escritura original de Zitlala, ¿estos cambios en su nomenclatura los han tenido varios pueblos?
-Sí. El nombre primitivísimo es muy probable que sea Citlan, es más lógico, más histórico, es un nombre realmente toponímico, citl es liebre y tlan abundancia. Zitlala es cerro y en el cerro es muy normal que haya animales. Los nombres de los pueblos están corrompidos, no son originales, esto se debe a la dificultad de pronunciarlos: como oí, así lo escribí, por ejemplo, Cuernavaca, Guatemala. Acatlán, por ejemplo, cuando llegaron los misioneros en 1581, 82, no aparece así como está, pero sí aparece que hay un pueblo, entre Zitlala y Chilapa que se llama Zacatlán, deduzco yo que es Acatlán, es más fácil que haya sido Zacatlán, un llano donde hay zacate, y no Acatlán. Acatlán es carrizo y allí ¿a dónde hay carrizos? Hace falta recomponer los nombres. Metlatónoc, por ejemplo, un padre que sabía náhuatl, decía que es Ome-atl-onocque que significa “dos barrancas tendidas” y quedó Metlatónoc. Chilapa, palabra incorrecta, no es así, es Chilapan, con n; Zitlala, es Zitlalan. Pocos nombres de pueblos son fieles a su nomenclatura original.
-¿Usted cree que el interés por rescatar las lenguas indígenas ha aumentado?
-Sí, pero hace poco. Antes, al contrario, acá hubo la carta de un obispo recomendando que el señor cura les hable en castellano a los pueblos, lo cual es totalmente antipastoral. ¿A qué se debe el intento de castellanizar a los pueblos? Conozco cartas pastorales de él, fracasó el intento.
-¿Considera usted, por lo tanto, que para los seminaristas aprender náhuatl sería algo importante para su futuro trabajo pastoral?
Indispensable, hasta la fecha. El Señor Obispo Fidel Cortés nos invitó al Padre Nieves, a mí y al Padre Gómez, a Hueycantenango, a la pastoral, había mucha gente en el templo, entonces, el Señor Obispo Fidel les dijo: “Las personas que gusten confesarse en náhuatl ahí está el padre”, refiriéndose a mí. Después me dijeron: “Se te fueron todos, se fueron contigo”. Esto lo comento para indicar la importancia, la necesidad del pueblo…
-Y es que si no dominas, en este caso, el español, es difícil expresarte con exactitud…
-Y la gente te dice después de confesarse en español: “No me quedé contento”. Los médicos siguen sintiendo la necesidad del náhuatl. El doctor Méndez le hablaba en náhuatl a la gente, o don Chanito Villalba, por eso tenía clientela.
-¿Usted ha leído los códices prehispánicos?
-No, porque están en jeroglíficos. Tengo un cuaderno precisamente para descifrar, Malinaltepec, por ejemplo, te presentan ahí una figura, esta figura es usada sólo en ese códice, es muy difícil. Los misioneros utilizaron la escritura prehispánica para el catecismo; hay catecismos en bibliotecas, conozco uno en la Biblioteca Nacional de Madrid, es a base de figuras…
-Entonces, ¿la lengua no se escribía?
-No, la lengua era solamente hablada y si querían escribir tenían que usar el signo. Por ejemplo, el signo de la palabra, si está hacia arriba, está hablando, si está hacia abajo, está callado. Supongamos para expresar que están contentos o están en disgusto el tlacuilo, el que escribe, tenía que pensar cómo le iba a hacer para expresar el enojo.
-Padre, ¿cómo es que usted conoce al Padre Ángel María Garibay?
-Un Padre, un maestro de acá del Seminario me regaló su libro, la Llave del náhuatl, y después, estando por allá en Europa, en Madrid concretamente, le escribí una carta, pues había encontrado dos manuscritos en la Biblioteca del Escorial, que citaban ese libro sobre historia literaria del náhuatl; le escribí y después ¡sorpresa! que me llega un aviso de correo: a través de la librería Porrúa me mandó el libro la Imitación de Cristo, y en la introducción el Padre Garibay cita el párrafo que le escribí, seguramente el Padre le dijo a Porrúa y me hicieron llegar el ejemplar. Llegando aquí a México quise visitarlo personalmente, era difícil, pero me recibió de muy buena manera, ¡él me decía Vitalito! Y me dijo: “Ven, te voy a enseñar mi biblioteca”. Era un corredor pero grande. Él escribía en el periódico Novedades cada semana, además de las traducciones que hacía. Tenía una máquina de escribir para cada tema que escribía, si se cansaba de un tema, se pasaba a la otra máquina…
-¿El Padre Garibay era de alguna orden o era diocesano?
Era diocesano, un sabio. Él fue maestro del Seminario Conciliar de México, de griego y otras cosas. Después lo nombran párroco de Otumba, Estado de México, y la gente decía: “Bueno, este Padre está siempre con sus libros”. Entonces, se vinieron a quejar a México al Obispado: “Queremos que nos manden a un Padre que ya haya terminado de estudiar”. Él aprendió el otomí, que se habla en Querétaro y Guanajuato. Dice que es una lengua difícil, la cultura misma es totalmente original, pero aprendió el otomí. El P. Garibay es poeta, tiene un libro, y tengo su Diario, lo editaron en Toluca. Él tradujo la Biblia del hebreo al castellano. Supo hebreo, griego, latín…De las lenguas modernas supo todas, hasta el portugués… es decir, inglés, alemán, francés, portugués. Cuando tenía oportunidad de hablar con la gente lo hacía en náhuatl y sin embargo, dicen que leía el periódico en inglés. Era un gran predicador, era canónigo lectoral en la Villa, que es quien se encarga de predicar.
-¿Escuchó alguna de sus predicaciones?
-Sí, preparaba sus homilías, ¡pero hermosas, realmente! A su muerte lo velaron en Bellas Artes. El gobierno le dio todo por su lado…
-Lo reconoció…
-Claro. Fue maestro en la UNAM; fundó la revista Estudios de Cultura Náhuatl; fue miembro de la Academia de la Lengua. Él decía: “Creen que yo sé todo”. Lo respetaban los intelectuales. La Iglesia no lo supo valorar, mejor allá... Fue maestro, párroco y conferencista. Él tradujo del griego al castellano, y entonces, la embajada griega se entera, ¿quién será este señor?, ya que lo conocieron, lo invitaron para impartir conferencias sobre la cultura griega… Era orgulloso, ya como persona con muchos conocimientos de las culturas, lo invitaban a Europa, nunca aceptó, él me dijo: “Yo no quiero ir por allá, me han invitado, a mí me llega Europa aquí, no hace falta ir”. Pero conmigo se portó tan paternalmente…
Entrevista realizada por Raquel Rodríguez.
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