EJERCICIO
OBLATIVO DE LOS PASTORES EN LA PROVINCIA ECLESIASTICA DE ACAPULCO
Pbro.
Lic. Juan Carlos Flores Rivas
El
pasado 23 de diciembre de 2018 en la edición 2199 de la revista Proceso,
Rodrigo Vera publicó un amplio reportaje titulado: “Si puedo matar a un
sacerdote, puedo matar a cualquiera”; 26 clericidios en el sexenio de Peña. Recogiendo
el hecho de que: “En el sexenio que terminó, el crimen organizado alcanzó un
trágico récord de 26 sacerdotes católicos asesinados, sobre los 17 ultimados
durante el mandato antecedente. Con este “clericidio”, como lo llama el
religioso Omar Sotelo, las bandas delictivas buscan provocar “desestabilización
social” en las comunidades, demostrar que nadie está a salvo y acallar a un
sector que, como los periodistas, “genera opinión pública”. “Considerado como
el período más trágico para el sacerdocio en México y únicamente superado por
el periodo de la Guerra Cristera, un saldo de 26 sacerdotes asesinados mediante
ataques directos y por el solo hecho de ser ministros de culto, crímenes que
hasta la fecha no han sido aclarados, por lo que siguen en completa impunidad”.
Germaín Muñiz e Iván Añorve |
Presenta
el artículo una entrevista al religioso Omar Sotelo Aguilar, director del
Centro Católico Multimedial (CCM), que acaba de presentar un informe sobre los
sacerdotes ultimados. Estadísticas en mano, Sotelo indica que durante el
sexenio de Ernesto Zedillo fueron ultimados tres sacerdotes, en el de Vicente
Fox fueron cuatro, pero ya con Calderón los crímenes se dispararon a 17 y con
Peña a 26. Mientras que, en América Latina fueron asesinados 14 sacerdotes en
2017 y la mitad de estos crímenes, siete, ocurrieron en México, que –asegura–
“sigue siendo el país más peligroso para ejercer el sacerdocio, a pesar de que
su población es mayoritariamente católica”. Explica el origen de tanto crimen: “El
incremento de los asesinatos coincide justamente con el inicio de la guerra
contra el narcotráfico. –¿Y por qué razón se ataca a los clérigos? –Porque el
sacerdote es una especie de estabilizador social.
John Ssenyondo |
El crimen organizado sabe
bien que al matar a un sacerdote provoca desestabilización social en la
comunidad, sembrando así el miedo para poder actuar a su antojo”. “Hay una
razón detrás de estos crímenes. Y aquí el mensaje que se manda es muy claro: ‘Si
puedo matar a un cura puedo matar a quien sea’.” Sobre todo, los sacerdotes no
son víctimas colaterales de la guerra contra el narcotráfico; “Los están
matando por ser sacerdotes. Van contra ellos directamente. Estamos ante un
clericidio, no se le puede llamar de otra forma. Pero además estos crímenes se
ejecutan con una saña tremenda: primero secuestran a los sacerdotes, luego los
someten a fuertes torturas y finalmente los matan”. “Tras la muerte viene la
difamación, cuyo objetivo es criminalizar al sacerdote, acusándolo de
pederasta, de disoluto o de estar coludido con el narco. Para las autoridades
que investigan los casos esto representa una salida muy fácil y terminan
diciendo: ‘Lo mataron porque se lo buscó’. Así le dan carpetazo al asunto y los
crímenes quedan en la impunidad.”
Llama
la atención que de los 26 casos de sacerdotes asesinados, seis son de la
Provincia Eclesiástica de Acapulco, 1 de cada cinco, o también el 20%: Joel
Román Salazar (10.dic.2013), José Ascención Acuña Osorio (21.sept.2014) y
Gregorio López Gorostieta (22-25.dic.2014), los tres de la Diócesis de Ciudad
Altamirano; Germaín Muñiz e Iván Añorve, acribillados (feb.2018) en la
carretera Iguala-Taxco. El primero de la diócesis de Chilpancingo-Chilapa, el
segundo de la Arquidiócesis de Acapulco. También de Chilpancingo-Chilapa, el
misionero comboniano John Ssenyondo (abril.2014).
Gregorio López Gorostieta |
Omar
Sotelo es un religioso paulino que, a través del CCM, cada diciembre presenta
informes anuales sobre los asesinatos y agresiones contra el clero mexicano. El
año pasado publicó el libro “Tragedia y crisol del sacerdocio en México”, una
investigación más sistematizada basada en estos informes. Y ahora acaba de
presentar “Evaluación del sexenio 2012-2018”, un amplio reporte sobre estas
agresiones ocurridas durante la administración recién terminada, en el que
detalla fechas, lugares y circunstancias de cada caso. Y menciona las cinco
entidades donde se dio el mayor número de asesinatos y agresiones contra
sacerdotes y agentes de evangelización: Guerrero, Michoacán, Veracruz, Chihuahua
y la Ciudad de México. Aclara el reporte sexenal: “Los crímenes contra sacerdotes
no son propiamente de persecución religiosa por odio a la fe; en la mayor parte
de los casos hay rasgos de una nueva forma de hostigar violentamente la acción
pastoral de sus agentes evangelizadores, dando lugar al crecimiento del temor,
de la impunidad y la violencia en diversas entidades del país”.
Hoy
sabemos de varios obispos amenazados de muerte, entre ellos Salvador Rangel
Mendoza, Obispo de Chilpancingo-Chilapa; y las presiones recibidas, que
llevaron a solicitar su traslado, del Obispo de Ciudad Altamirano Monseñor Maximino Martínez Miranda, entre
otros”. La realidad oblativa en el ejercicio del ministerio sacerdotal en
nuestra Provincia, habla del grado de inserción de los pastores en la realidad
del pueblo santo de Dios.
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