Un nuevo arzobispo para la ciudad más
violenta
Jesús Mendoza Zaragoza
Publicado en el diario El Sur
Agosto 28, 2017
Hoy llega a Acapulco, procedente de
Tapachula, Chiapas, el nuevo arzobispo de Acapulco, Leopoldo González González.
Su arribo está previsto para las 5 de la tarde en el corazón de la colonia
Emiliano Zapata, donde tendrá lugar su recepción oficial a esta ciudad y a la
Arquidiócesis que tiene su sede en la misma. Precisamente esa colonia tan
emblemática de esta ciudad será el primer escenario que don Leopoldo vea a su llegada.
Una colonia con múltiples rezagos en servicios públicos, con un gran número de
negocios cerrados por la delincuencia, con altos índices de violencia, donde
habitan miles de familias en situación de pobreza alimentaria, será la puerta
de entrada a esta ciudad turística, para que el nuevo arzobispo dé sus primeros
pasos en su nueva misión pastoral.
Es muy seguro que ya tenga en su mente una
idea de lo que esta ciudad representa, en términos de riesgos y de
vulnerabilidad. Ha sido enviado a ella para cumplir con tareas específicas, de
acuerdo con su investidura pastoral en la Iglesia católica. Y desde ahora puede
esperar, como ya lo asumimos los acapulqueños, que se convierta en víctima de
cualquier delito violento y, además, esperar que le siga la impunidad, como se
acostumbra en estos lares.
La investidura episcopal de don Leopoldo
implica necesariamente un liderazgo de carácter espiritual y pastoral, que
puede tener también sus implicaciones sociales y políticas. De ahí la
importancia de este nuevo avecindado en nuestra ciudad. Por el hecho de vivir
de hoy en adelante en esta violenta ciudad, pesa sobre él una gran
responsabilidad, a la que tendrá que responder con sabiduría pastoral.
Entrar a Acapulco por la colonia Zapata,
puede convertirse en un gesto simbólico que hable de su empeño por entrar al
mundo de los desprotegidos y abandonados de Acapulco y de Guerreo, puesto que
las estrategias de seguridad tan cacareadas por las autoridades, privilegian la
zona turística y, aún así, no logran convertirla en lugar seguro. Ningún sitio
de esta ciudad es seguro. Don Leopoldo está invitado a caminar con los pobres,
con las víctimas de las violencias, con los perjudicados por las políticas
públicas, con los “descartados” según el vocabulario del papa Francisco. Este
inmenso segmento de la sociedad tendría que ser el privilegiado por la acción
pastoral del nuevo arzobispo, si quiere ejercitar su liderazgo pastoral con un
sentido de largo alcance.
En este sombrío mundo de dolor, el pastor
que llega de Tapachula puede hacer presente todas las energías del Evangelio
para alimentar las esperanzas en amplios segmentos de la población ya
desesperanzada. Y también para consolar y fortalecer a tantas familias que
viven con un dolor indescriptible proveniente de las múltiples formas de
violencia. Le hará bien escuchar, escuchar y escuchar las mil historias que las
familias y los pueblos tienen que contarle para que tenga una idea precisa del
mundo al que llega.
Y desde ese mundo adolorido pero
esperanzado, don Leopoldo estará en condiciones de escuchar también a todos los
sectores de la sociedad civil, que desarrollan liderazgos importantes en la
trama de esta ciudad: universitarios, profesionistas, empresarios,
trabajadores, medios y demás. Nadie puede entender lo que está sucediendo en
Acapulco sin escuchar a los demás. Y nadie puede hacer algo eficaz sin tomar en
cuenta a los otros. Acapulco es un desafío para todos, entre los cuales, al
arzobispo te toca hacer su parte. En una sociedad tan dispersa como la nuestra,
el diálogo tiene una gran importancia, pero un diálogo horizontal en el que
todos se escuchan unos a los otros. La Iglesia católica, como parte de la
sociedad civil, debe dar su aporte específico para afrontar la violencia
crónica que esta ciudad sufre. Hasta ahora ha intentado algunos caminos pero
aún no atina a apostar institucionalmente por la paz y por las víctimas.
En este contexto, el nuevo arzobispo podrá
tener mejores condiciones para su necesario diálogo con las autoridades
civiles. Desde la sociedad y, sobre todo, desde las víctimas, puede tener una
interlocución con autoridades locales, estatales y federales, que son las que
toman las decisiones que afectan o benefician a la sociedad. La voz del
arzobispo no sustituiría la voz de la sociedad ni la voz de las víctimas.
Tendría que ser una voz que las acompañe y les permita ser escuchadas ante
autoridades que no están acostumbradas a escuchar.
Sin ser pesimista, Acapulco tendrá
violencia por muchos años más, mientras no se toquen las causas profundas que
la generan. Causas estructurales y también comunitarias, causas locales y
regionales, causas sociales y económicas, causas políticas y culturales. Este
hecho constituye un gran desafío para todos los acapulqueños, al que este nuevo
vecino puede sumarse aportando su propio liderazgo.
Bienvenido don Leopoldo a estas tierras tan
llenas de dolor y tan necesitadas de esperanzas para no dejarse vencer por la
barbarie. Bienvenido a la colonia Zapata, bienvenido a Acapulco, bienvenido a
Guerrero.
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