Muy queridos Padres,
Muy queridas Hermanas Religiosas,
Muy queridos Seminaristas,
Muy queridas Hermanas, muy queridos
Hermanos,
Muy querida Arquidiócesis de Acapulco.
Les saludo con mucho afecto en la
esperanza de que el Señor me conceda la gracia de pronto mirar su rostro y estrechar su mano.
Agradezco mucho al Señor Jesús la
confianza y el amor que me manifiesta al confiarme su cuidado pastoral. Luego
de expresar mi sorpresa al Señor Nuncio ante esta designación del Santo Padre
el Papa Francisco, y de manifestarle algunas
limitaciones de mi persona, muy de corazón le dije que si el Papa
juzgaba que yo podía ayudar así, en su palabra reconocía la voluntad del Señor
y con gusto buscaría poner lo mejor de mí mismo en la misión que me era
encomendada. Y el Señor Nuncio me fortaleció con estas palabras: “El Señor
pondrá lo demás. Usted lo ha visto en su vida. Además ustedes tienen una
Madre”. En esta grande confianza voy a
Ustedes. El Señor me dé la gracia de poder servirles, que ciertamente en
ustedes me seguirá bendiciendo.
Este encuentro con el Señor Nuncio
fue en la mañana del martes 21 de Junio. Salí de la Nunciatura y fui a la
Basílica para platicar y poner en manos de nuestra Madre Santísima de Guadalupe,
la misión que ahora me era encomendada y confiarle también algunas necesidades
de mi querida Diócesis de Tapachula. Al llegar a la Basílica había una
Celebración Eucarística muy hermosa y viva. Eran muchos los Padres que
concelebraban y la presencia de fieles era tan numerosa que el espacio de la
Basílica se miraba lleno. Ya iban en el Ofertorio cuando llegué. Grande fue mi
sorpresa y mayor la alegría que experimenté al darme cuenta que eran Ustedes
quienes ahí estaban: la Arquidiócesis de Acapulco, presente en sus presbíteros
y en tantos peregrinos que habían
acudido. Le di gracias al Señor Jesús que así quiso que fuera nuestro primer
encuentro, en la casa que nuestra Madre Santísima nos pidió construirle para ahí
mostrárnoslo a Él, que es todo su Amor, para ahí escuchar nuestras súplicas y
aliviar nuestras penas. ¡Cuánto agradecí esto al Señor! Que siempre esté sobre
nosotros la mirada de nuestra piadosa Madre, la Virgen de Guadalupe, mirada
llena de ternura, atenta y cercana, de conjunto y unidad, capaz de tejer la
obra de Dios con hilos muy distintos.
Me acerqué a comulgar y recibí al
Señor Jesús de manos de un sacerdote. Me dio mucho gusto. Sé que Él vendrá a mí
en cada uno de ustedes, en su persona, en la comunidad eclesial, en la sociedad
civil, sobre todo en los más necesitados. Le pido que me conceda su Santo
Espíritu para siempre reconocerlo y acogerle, para pedirle perdón cuando no lo
logre, y poner mayor atención y cuidado la siguiente vez. Le pido me conceda aquellas gracias con las
que Él quiere que esté en medio de Ustedes, para acompañarles, fortalecerles y
guiarles en el camino que nos ha pedido recorrer en esta etapa de nuestra
historia, en la situación concreta de nuestro Estado y de nuestra Patria. Que
en el encuentro con Cristo, Camino de conversión, comunión y solidaridad,
respondamos al llamado de Dios nuestro Padre
a vivir la fraternidad propia de sus hijos, que también tiene como bases la
justicia, la solidaridad y la reconciliación. Jesús es nuestra Paz.
Reciban este saludo que les expreso
con grande cariño y esperanza. Les tengo en mi oración. Pido que recen por mí,
y también por esta querida Diócesis de Tapachula.
Tapachula, Chiapas, 30 de Junio de
2017.
+Leopoldo González G.
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