EL
AÑO DE LA FE 1967-1968 EN LA DIOCESIS DE ACAPULCO.
Pbro.
Lic. Juan Carlos Flores Rivas
La lectura atenta de los
textos del Concilio Vaticano II en la Diócesis de Acapulco, tuvieron un momento
singular durante el Año de la Fe proclamado por el Papa Pablo VI en 1967.
El Papa Pablo VI, proclamó en 1967 un Año de la Fe, con
la Exhortación Apostólica Petrum et
Paulum del 22 de Febrero, poniendo en guardia contra algunos excesos que ya
se hacían sentir en todos los órdenes, siempre acudiendo a un pretendido “espíritu del Concilio”; pero buscando un
punto medio frente a las críticas de parte de quienes se resistían a las
reformas planteadas por el Concilio. Y el 29 de Junio de 1968, para la Clausura
proclamó su “Profesión de fe de Pedro”.
A principios de 1967, el Concilio se había clausurado
hacía poco más un año, pero como en todos los Concilios reinaban ciertos
malestares en algunos lugares, una atmósfera de frialdad y también de
desilusión en otros, “como la que
normalmente sigue a los momentos de alegría y de fiesta» (Cfr. Conferencia
de Bamberg del teólogo Joseph Ratzinger). En esa situación, Pablo VI convoca el
Año de la Fe: desde el 29 de junio de 1967 al 29 de junio de 1968, llamando a
toda la Iglesia a celebrar el XIX centenario del martirio de los apóstoles
Pedro y Pablo, "primeros maestros de
la fe".
Con la
Circular Número 194, del 25 de Septiembre de 1967, el Siervo de Dios Monseñor
José Pilar Quezada Valdés, Primer Obispo de Acapulco, convocaba a su
presbiterio a una Semana postconciliar sacerdotal, dirigida por los Padres del
Movimiento “Por un Mundo Mejor”, a
realizarse en la Casa Hogar del Niño, del Padre Ángel Martínez, del 9 al 13 de
Octubre. Pero posteriormente, con la Circular Número 196, del 27 de Octubre, se
trasladaba a la semana del 6 al 10 de Noviembre, a realizarse en el Club
Copacabana, por el camino al Campo Aéreo. De esta manera, el presbiterio de
Acapulco se aggiornaba (ponía al día)
también, aplicando las normas conciliares en la Diócesis.
Para el 28 de junio de 1068, a pesar de la incipiente
resistencia que el Presbítero Moisés Carmona Rivera presentaba al Concilio, con
la Circular Número 206, Monseñor Quezada anunciaba la creación del Templo Expiatorio
en Acapulco, con sede en la Parroquia de la Divina Providencia en el Barrio de
Dominguillo. Indicando que se iniciaría la Adoración Perpetua el 25 de Agosto.
Y con la finalidad de colaborar en la adecuación del Templo, se realizaba una
colecta diocesana el 28 de julio. En la Circular 212, del 19 de Agosto de 1968,
daba instrucciones sobre el tema, indicando que la Adoración Perpetua sería con
la intención de unirse espiritualmente al inicio del Congreso Eucarístico
Internacional que sería presidido en Bogotá, Colombia, por el Santo Padre Pablo
VI, quien al mismo tiempo inauguraba la Conferencia del Episcopado
Latinoamericano de Medellín.
Para el 10 de Septiembre de 1968, en la Circular Número 214,
Monseñor Quezada comunicaba la creación de comisiones diocesanas: entre los
enlistados todavía aparece Moisés Carmona en la Comisión de Obras Eucarísticas.
Para el 8 de Octubre de 1968, en la Circular Número 217,
Monseñor Quezada daba algunas instrucciones sobre liturgia, entre ellas, que
las misas, y las vigilias de difuntos, se rezaran en español. Tal vez una de
las resistencias más sentidas, por nostálgicas, era la de abandonar la tan
preciada lengua latina, por eso el Papa Pablo VI explicaba: “El cambio que
afecta a la venerable tradición multisecular, y por lo tanto, a nuestro
patrimonio religioso hereditario, que parecía que tenía que permanecer
intangible, era un sacrificio muy duro, pero, la comprensión de la oración es
más valiosa que las vetustas ropas de seda con la que se viste regiamente; y
más valiosa es la participación del pueblo de hoy, que quiere que se le hable
claramente, de una manera inteligible que él pueda traducir a su lengua profana.
Si la noble lengua latina nos alejara de los niños, de los jóvenes y del mundo
del trabajo y de los negocios; si fuera una pantalla opaca en vez de ser un
cristal trasparente, ¿sería un buen cálculo que nosotros, pescadores de almas,
las sigamos conservando de manera exclusiva como la lengua de la oración y de
la religión? (Cfr. DC 1552, 1055-1056; 1553, 1102-1104). El pueblo fiel
agradeció las traducciones, y se favoreció con esto su participación activa.
En los años siguientes, la gran mayoría de las circulares
diocesanas, aparecerán iluminadas por sendos párrafos de los documentos del
Concilio Vaticano II.
Y será hasta el Primer Domingo de Adviento de 1969 cuando
entra en vigor el Novus Ordo Missae,
una vez aprobadas las traducciones vernáculas, instaurándose así el uso del nuevo Orden de la Misa, de manera
progresiva.
Ahora, a los cincuenta años del inicio del Concilio
Vaticano II, el Papa Benedicto XVI quiso retomar aquella iniciativa feliz del
Papa Pablo VI, convocando a un nuevo Año de la Fe, que se encuentra en curso, y
que ha sido motivo de grande gozo, reflexión y oración en Acapulco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario