Saludo y Mensaje de Monseñor Carlos Garfias Merlos, III Arzobispo de Acapulco,
En su Toma de Posesión
22 de Julio de 2010
«En Cristo, nuestra paz,
Que la Arquidiócesis y la provincia de Acapulco
Tengan una vida digna»
1. «Saludo»
Queridos hermanos y hermanas:
Saludo con mucha alegría y emoción a los sacerdotes y fieles de la Arquidiócesis de Acapulco y a todos los aquí presentes les expreso, «sea con ustedes la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo» (cf. Ef 1,1-2).
Durante estos días transcurridos, desde mi nombramiento hasta hoy han convivido en mí, dos sentimientos marcadamente acentuados, un sentimiento de tristeza y dolor al dejar a quien por siete años me ha enseñado a enfrentar los retos de construirse en la valentía del amor que todo lo da y todo lo consigue, porque se sabe amada y consentida por Dios, unida en el encuentro con Jesús Resucitado, que en su Espíritu, nos ha permitido construir la Iglesia comunión. Me despido de ti mi amada Iglesia de Nezahualcóyotl con confianza de que seguirás manteniendo tu amor juvenil, tu amor de noviazgo, ese amor que te capacita para seguir enfrentando la vida como proceso de transformación, de crecimiento y desarrollo humano, cristiano y sacerdotal.
Gracias a todo el presbiterio, a los religiosos y religiosas, al seminario diocesano san José y a los fieles laicos que con esperanza y valentía me vienen a entregar a la Iglesia Metropolitana de Acapulco. Quiero decirte Iglesia mía, que nada podrá borrar la herida de amor que me has causado, y que en el amor profundo que nos vincula, Cristo nuestra paz seguirá haciendo de todos nosotros, constructores de la Iglesia Comunión, que en la unidad camina en Neza. Gracias, amada mía, por dejarme venir a cumplir la voluntad del Padre.
Por otra parte, he venido experimentando una creciente y profunda esperanza que llena mi vida de alegría, pues me da la oportunidad de seguir diciendo: «sí» a Cristo y a la Iglesia, lo que me permite renovar mi compromiso de «servidor de Jesucristo», por voluntad de Dios, en la Iglesia Metropolitana de Acapulco, colaborador de la Trinidad Santa de Dios y enviado como mensajero de paz, de comunión, de amor y de unidad. Con esta profunda esperanza que rebosa en el gozo y la alegría quiero saludar en «Cristo Nuestra Paz» a todos los aquí presentes:
Saludo al Sr. Nuncio Apostólico a Mons. Christophe Pierre, quien ha tenido a bien manifestarme en diversas formas y en varias ocasiones, su aprecio y su confianza. En su persona reitero mi adhesión, estimación y agradecimiento a S. S. Benedicto XVI, a quien Dios conserve y proteja muchos y felices años para el servicio de su Iglesia.
Saludo con especial y amistoso cariño a mis hermanos los Arzobispos y Obispos presentes; saludo también a aquellos que no han podido asistir, pero que están en comunión de espíritu y en testimonio de fraterna colegialidad.
Invoco a Mons. José Pilar Quesada Valdés, quien con su lema “In ómnibus Christus”, puso los cimientos de la Diócesis de Acapulco y nos dejó su herencia de Santidad, confío continuar su proceso de canonización hacia los altares, y a D. Rafael Bello Ruiz, quien con su amabilidad y compromiso pastoral consolidó las estructuras diocesanas e inicio el caminar de la provincia eclesiástica de Acapulco, siendo el primer Arzobispo. Con especial amabilidad y gratitud saludo a Mons. Felipe Aguirre Franco, quien ha ejercido su ministerio episcopal de una manera muy eficiente y entregada durante estos últimos diez años. Don Felipe le agradezco toda la labor pastoral que ha realizado en favor de la Iglesia de Acapulco. Reconozco y valoro su evangélica alegría y su infatigable reciedumbre apostólica, todos sus esfuerzos y sacrificios que lo han llevado a impulsar fuertemente la construcción del Reino de Dios. Tenga la seguridad que pondré la mano en el mismo surco de usted mi digno antecesor, continuaré con el V Plan diocesano de Pastoral, asumiré las estructuras diocesanas y ofreceré a todos lo mejor de mí ministerio episcopal. Muchas gracias por su fraternidad para realizar todos los preparativos para mi llegada, tenga la seguridad de que la arquidiócesis de Acapulco siempre lo llevará en su corazón y tendrá un lugar especial para usted. Aquí tiene su casa.
Mi saludo y gratitud para los obispos de la provincia de Tlalnepantla y mi saludo cordial y afectuoso para los obispos de la provincia de Acapulco, quiero vivir con ustedes intensamente la fraternidad y colegialidad episcopal. Gracias por recibirme con alegría y esperanza.
Me siento gozoso y lleno de esperanza por ustedes mis queridos hijos, sacerdotes de la Arquidiócesis de Acapulco, a quienes les saludo y les expreso desde lo más profundo de mi corazón mi afecto y cariño paternal. Soy consciente de la generosidad y entrega con la que sirven al Señor y a su Iglesia que peregrina hacia la comunión definitiva con Él. A todos les hago llegar un abrazo paternal y les estrecho la mano, me llena de alegría compartir desde hoy la vida con ustedes.
Saludo a todos los sacerdotes que han venido de otras diócesis, principalmente de Morelia, de Cd. Altamirano y de la provincia de Tlalnepantla, a todos los que han venido de otras diócesis de México o de movimientos eclesiales, del EMM o del MJVC y que nos acompañan en esta concelebración, particularmente saludo a todos los sacerdotes de la provincia de Acapulco; gracias por ofrecer de esta manera, un signo luminoso del sacerdocio único de Cristo, como próvidos e insustituibles colaboradores del orden episcopal.
Saludo con afecto a las religiosas y religiosos que en esta Arquidiócesis de Acapulco dan su testimonio evangélico en la vivencia de las bienaventuranzas, y son una fuerza viva en el desarrollo de la evangelización de este pueblo tan sufrido y necesitado de fortaleza, valoración y apoyo en su dignidad humana y cristiana. Un saludo y mi gratitud a todas las religiosas y a los religiosos de las diferentes órdenes y congregaciones, gracias por ser cercanos conmigo, y por su testimonio y colaboración siempre desinteresada en la Iglesia. Gracias religiosos y religiosas de Morelia, de Cd. Altamirano, de Neza y de otros lugares de México y del mundo.
Saludo a mi Seminario Jesús Buen Pastor. Les doy mi más sincero saludo a todos ustedes jóvenes seminaristas que están en proceso de discernimiento vocacional y de formación para llegar un día a consagrar sus vidas en la totalidad al ministerio sacerdotal. Gracias a los seminaristas de Neza y de otros lugares que han venido a acompañarme en esta celebración.
Saludo a todos los fieles laicos que se han congregado en este salón Teotihuacán. Tengo consciencia que son ustedes parte de la Iglesia particular, viva y entusiasta, que acude para conocer y dar una sincera bienvenida al nuevo Obispo, con la fe desbordante de su noble y generoso corazón de mexicanos y de guerrerenses; esa fe que es admiración, y compromiso de construcción de un mundo nuevo.
Saludo con emoción, con mucho cariño y respeto a todos los miembros de la familia Católica de Acapulco: Padres, madres, hijos e hijas, niños, adolescentes y jóvenes. Todos congregados hoy manifestamos la Iglesia viva de Jesucristo nuestro Señor.
Saludo con gusto a todos los grupos parroquiales, a los movimientos y asociaciones laicales, todos ustedes son expresión de los bautizados, fieles seguidores del Señor, juntos continuaremos construyendo la Iglesia que en comunión reconoce a Jesús como Dueño y Señor de la historia.
También deseo saludar de manera afectuosa a todos aquellos que por diversas circunstancias no han podido estar presentes con nosotros. A todos los aquí presentes les pido que puedan hacer llegar mi saludo cariñoso a quienes se sienten tristes y viven en estado de depresión, a los que se sienten condenados y no han podido darle sentido a su vida, tengo también en mente todos aquellos que viven soledad y vacío existencial, pienso en aquellos que no han encontrando otra alternativa han caído en el alcohol, en las drogas y en algún otro tipo de adicción. Mi saludo se dirige a los que están viviendo cualquier tipo de violencia emocional o física y no saben cómo salir de ella. Pienso en todos aquellos que puedan estar viviendo cualquier tipo de sufrimiento que los agobia, a cuantos sufren privados de su libertad en las cárceles o golpeados por la enfermedad en los hospitales. A todos les digo y les mando decir, Cristo les ama con un amor de predilección, no se desanimen, la Iglesia Católica les ama y les sirve.
Saludo a las autoridades civiles del Estado de Guerrero y del Estado de México, y de otros lugares, que se encuentran presentes. Les agradezco su acompañamiento. Seguiré procurando la mutua cooperación como una manera concreta de buscar el bien común, el progreso y la prosperidad de nuestro pueblo. Gracias a los diputados federales, a los diputados locales, a los funcionarios federales, a los ex gobernadores de Hidalgo y de Guerrero, a los presidentes municipales de Neza, los Reyes la Paz, Tuxpan, Michoacán, mi pueblo querido, y los que han venido de Acapulco y de los diferentes municipios de Guerrero. A todos los miembros de los cabildos y funcionarios públicos, toda la clase política que me acompaña, gracias por estar aquí y estar conmigo en este día tan importante en mi vida y para la arquidiócesis de Acapulco.
Saludo a mis familiares y amigos. A todos mis hermanos y sobrinos, a mi hermana Cristina, a la Madre Ma. Elena, al P. Abraham, y a todos los que con su cariño y cercanía me acompañan y hacen posible que tenga las condiciones físicas, anímicas y espirituales para ser un buen servidor, cumpliendo con la misión encomendada, gracias por su presencia oportuna y discreta que me fortalece e impulsa en mi compromiso pastoral.
A todos les doy mi saludo en Cristo nuestra Paz.
2. «Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y velaré por ellas»
Hoy que el Profeta Ezequiel y el apóstol Pablo nos han recordado que el principio de salvación por excelencia es la «inclusión», todos los seres humanos estamos llamados a experimentar en la propia existencia «el amor incondicional del Padre que ha pagado en su hijo amado el rescate por todos», comprendido, expresado y anunciado por San Pablo Apóstol, en su carta a los Efesios, Dios reconcilia en Jesucristo a dos pueblos, a los judíos y a los gentiles, por ello, es «Cristo nuestra Paz».
Sí, «Cristo nuestra Paz» es el principio del hombre nuevo, de la humanidad regenerada, Él es origen de nuestra transformación, de nuestra común-unión, agrupados en un único organismo vital, del que Cristo es cabeza, y en donde desaparecen todas las divisiones y antagonismos. Así, en comunión, queda suprimida toda división, lo mismo el santo que el pecador, el casado que el divorciado, el heterosexual que el homosexual, el sobrio o el drogado, el niño o la niña, el joven o el anciano, el hombre o la mujer, todos somos convocados a experimentar vivamente la «Gracia del amor incondicional de Dios en nuestras vidas», somos llamados a hacer experiencia existencial de «Cristo que es nuestra Paz», porque como he dicho, Él es el principio vital que unifica y reconcilia con el Padre todas las cosas.
Como arzobispo electo de esta Iglesia arquidiocesana de Acapulco he recibido de manos del Santo Padre Benedicto XVI sobre mis hombros, el palio, tejido de lana pura, imagen del yugo de Cristo. Este yugo es la voluntad de Cristo que yo libre y conscientemente acojo. La voluntad de Dios, nos permite purificar, -en ocasiones de manera dolorosa- y nos hace volver de este modo a nosotros mismos. Para que así, con plena integralidad en nuestra vida, siendo conscientes de quienes somos, colaboremos en la salvación del mundo que construye historia. Quiero referirme a ustedes, sacerdotes de Acapulco. Sí, vengo para unirme a ustedes y para que juntos sigamos esforzándonos para que la arquidiócesis de Acapulco tenga vida digna, Vida enraizada en lo más profundo del ser humano, es decir, en Dios mismo, en la comunión y en la reconciliación. Quiero que podamos continuar el camino que han venido recorriendo, me uno a su caminar para que sigamos discerniendo los signos de los tiempos y reconozcamos en comunidad que la condenación crea división, mientras que la reconciliación crea oportunidad de cambio, de transformación, de un nuevo comienzo, que nos permite descubrir, cuál es la voluntad de Dios y habiéndola descubierto, la hagamos vida, lo que significa, oportunidades de progreso, desarrollo y crecimiento para todos. Anhelo que todo el presbiterio de esta amada arquidiócesis de Acapulco, junto conmigo podamos comprender que este palio que llevo sobre mis hombres, posee un simbolismo que nos compete a todos, a mí como el escogido, pero también a ustedes, mis más íntimos, próvidos y cercanos colaboradores. El palio hecho de lana de cordero puro, representa a la oveja perdida, enferma o débil, que el pastor lleva a cuestas para conducirla a las aguas de la vida. El palio es signo de comunión y de unidad, representa la unidad con el Santo Padre y es la vinculación con San Pedro, hoy, como nos dijo S. S. Benedicto XVI es un llamado a la libertad en la seguridad de la presencia permanente de Cristo en la Iglesia y en el mundo. Vivamos la fraternidad y la amistad como el mejor signo de la libertad y de la disposición a construir la unidad.
Me presento ante toda la comunidad del seminario y les digo, quiero con los padres formadores dignificar con mi vida de amor, este ministerio, y que jamás cesara mi compromiso de acompañamiento permanente en pro de los futuros pastores.
Para ustedes, hermanos laicos quiero llegar como el hermano que tiene la mejor disposición para acompañarlos en este tiempo en que se vive una realidad compleja y desafiante, con la seguridad de ayudarles a que se sientan seguidores de Jesucristo, redescubramos juntos una nueva forma de ser católicos, en la que podamos mirar la realidad desde los valores del Evangelio, y con la mirada de Jesús podamos aprovechar las oportunidades que nos da la ciencia y la tecnología, descubriendo los rostros de los más pobres y necesitados. Asumamos el desafío de ser protagonistas en nuestra Iglesia Católica, para que, donde nos encontremos podamos crear una sociedad diferente, para que la economía se organice a partir de la solidaridad, para que la democracia sea realmente poder del pueblo y participación responsable, para que podamos reconocer la diversidad cultural y ésta sea captada como riqueza de un pueblo, hagamos juntos que se respete el medio ambiente y la biodiversidad que poseemos como estado de Guerrero, incidamos hermanos laicos para que la sociedad sea un espacio plural en el que no se excluya a nadie de las oportunidades de desarrollo integral.
Con ustedes, hermanas y hermanos laicos nuestra Iglesia de Acapulco podrá contribuir a la recomposición de la sociedad, mediante la vivencia cotidiana de los valores evangélicos, seremos capaces de inspirar nuevos modelos de convivencia social, seremos dinámicos, con el dinamismo del Espíritu de Dios, que crea consciencia y responsabilidad y nos invita a abandonar la inercia y nos da la capacidad de abrirnos a todos, de manera particular a los pobres y excluidos de nuestra sociedad. Aceptemos el desafío de que en todos los ámbitos de nuestra sociedad se pueda vivir con plena conciencia y responsabilidad, que podamos expresar nuestro ser católico, y este incida en una mejor economía, en la defensa del medio ambiente, en la educación, en la defensa de los derechos humanos, en una mejor participación ciudadana, en la salud y en la alimentación, en la creación de mejores condiciones de vida. Ayudemos a construir en Cristo nuestra Paz una vida digna para la Iglesia de Acapulco.
Queridas familias, matrimonios católicos, jóvenes, niños, adolescentes quiero estar cerca de ustedes y ayudarles a que descubran los grandes valores humanos que tienen para mantenerse unidos e integrados, con la confianza y la seguridad de que su obispo está preocupado por ustedes.
A toda la provincia metropolitana de Acapulco, me presento con la ilusión de colaborar para que se haga realidad el anhelo de que en nuestras diócesis y en Guerrero, Michoacán y el Estado de México, se engrandezca la dignidad de la existencia humana a la que hemos sido llamados por Dios. Construyamos juntos, la libertad del hombre, su dignidad, y la edificación de una sociedad justa.
¡Quédate con nosotros, Señor! es la oración que brota de modo espontáneo de mi corazón, mientras me dispongo a iniciar el ministerio al que me ha llamado Cristo. Renuevo mi promesa de fidelidad incondicional a Cristo y la persona del Santo Padre Benedicto XVI, quiero expresar que «solo a Cristo quiero servir, dedicándome totalmente al servicio de su Iglesia.»
Para poder cumplir esta promesa, invoco la maternal intercesión de María santísima, Nuestra Señora de la Soledad, patrona y Reyna de la Arquidiócesis de Acapulco, en cuyas manos pongo el presente y el futuro de mi persona y de la Iglesia de Acapulco. Que intercedan también con su oración los santos apóstoles Pedro y Pablo y todos los santos.
Comunico a toda la arquidiócesis de Acapulco que he pedido a Mons. Ángel Martínez que continúe como Vicario general y renuevo a todos los sacerdotes en sus cargos, hasta nuevo aviso.
«Que en Cristo Nuestra Paz, LA ARQUDIÓCESIS Y LA PROVINCIA DE Acapulco Tenga Vida Digna» Así sea.
+ Carlos Garfias Merlos
Arzobispo de Acapulco
Acapulco, Guerrero a 22 Julio de 2010
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