MONSEÑOR
LEOPOLDO: UN AÑO DE “compañero solidario
en nuestro camino de dolor y de esperanza”.
Pbro.
Lic. Juan Carlos Flores Rivas
Hace un año Acapulco entraba en la “era Francisco”, cuando
el Santo Padre nombraba como nuevo arzobispo de Acapulco al entonces Obispo de
Tapachula, Monseñor Leopoldo González González.
Quienes ya lo conocían desde sus etapas morelianas de
formación, lo calificaban de “un angel”; quienes analizaban su trayectoria
eclesiástica en las redes sociales, lo ubicaban como miembro del “grupo
Morelia”. Miembros ilustres de su antiguo presbiterio en Tapachula, le
calificaban como “hombre honesto, no es para nada influenciable”.
El 28 de agosto de 2017, ingresaba apoteósicamente a
Acapulco por una de las zonas símbolo, calificada polígono de violencia, la
Colonia Emiliano Zapata, allí el Presbítero José Jesús Mendoza Zaragoza lo
invitaba a “ser compañero solidario en nuestro camino de dolor y esperanza”.
Muchas expectativas estaban presentes, algunas se han visto
felizmente realizadas a un año de su presencia entre nosotros. Veteranos
presbíteros le agradecieron públicamente “su bonito carácter, nunca lo pierda!,
nos recuerda a otro buen pastor de la grey guerrerense, al Siervo de Dios
Monseñor Leopoldo Díaz Escudero”.
Otras espectativas,
continúan a la espera de respuestas. Miembro o no del “grupo Morelia”, lo
cierto es que la sombra del antiguo arzobispo está presente.
En el ejercicio
del poder civil, se acostumbran evaluaciones útiles para recoger anhelos y
esperanzas que faltan por cumplirse, en el caso de la arquidiócesis, éstas
están en marcha.
Ha
recorrido todas las parroquias, ha encontrado a todos los niveles de la Iglesia
arquidiocesana.
A un año de distancia tiene una visión ponderada de la realidad
orgánica de la costa guerrerense.
Su corazón de padre, herido por la muerte de
un joven presbítero. Testigo de una violencia que parece no tener fin.
El
presbiterio lo ha asimilado, a pesar de las previsiones poco halagüeñas
vertidas en algunas redes sociales. Pastor sensible, hay esperanza en la
Iglesia de Acapulco.
¡Gracias Padre Arzobispo Leopoldo! Contigo, “todavía
mantenemos el tesoro de la esperanza entre nosotros, pues aún no nos lo han
podido robar”.
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