José Pilar Quezada Valdès -sentado a la izquierda- y Agustín Caloca Cortés -Sentado a la derecha- alumnos en el Seminario de Guadalajaraa
... "en la Iglesia conviven asnos, mulos y machos cabríos, algunos tan salvajes que se sienten deseos de matarlos, pero no es posible porque 'el Amo quiere recibirlos todos en buen estado'."
El Cura de Torcy a su colega de Ambricourt, en: "Diario de un Cura Rural", de Bernanos.

sábado, 30 de enero de 2010

VI. ENTREVISTA A MONSEÑOR FELIPE AGUIRRE FRANCO, ARZOBISPO DE ACAPULCO.


ENTREVISTA A MONSEÑOR FELIPE AGUIRRE FRANCO, ARZOBISPO DE ACAPULCO, REALIZADA POR LA HERMANA ADRIANA MAZA COUTIÑO, DE LAS DISCIPULAS DE JESUS BUEN PASTOR.

Capítulo VI: CONSAGRADO PARA SIEMPRE

Los ministerios menores. El camino hacia las órdenes sagradas en aquel entonces comenzaba con los Ministerios Menores que se llamaban también Órdenes Menores y eran cuatro: lectorado, acolitado, y el hostiariado que era como saber ser sacristán, que significa saber cuidar los Templos, y el exorcitado, era el ministerio de echar fuera a los demonios, el cual nunca ejercité. Recuerdo que se nos cortaba en cinco partes los cabellos de la cabeza cuando decía el Sr. Arzobispo, José Garibi Ribera: “dominus pars” (tuzaba adelante el copete), “hereditatis meae”, atrás en la trencita, “et calicis mei”, luego a la derecha de la cabeza, “tú es qui restitues”, luego a la izquierda y por último “hereditatem meam michi”, en el copete de arriba de la cabeza; es decir, tu eres la parte de mi herencia (Sal 15) tu eres quien me ha tocado en heredad; después el peluquero nos hacía una ruedita en la cabeza que era la tonsura al tamaño de un veinte de entonces o de una corcholata; esta tonsurita era una reminiscencia antigua de cuando se rapaba toda la cabeza y solamente se dejaban alrededor, como San Antonio, una coronita de cabellos.
Yo no pude recibir estos ministerios junto con mis compañeros. El Sr. Sepúlveda me dijo “te enchincharon”, claro que sentí feo que me dijera eso, “te enchincharon”, como diciendo que hubo chinches en las tablas que no quité y no admitieron mi cama por que tenía chinches; no fue eso, sino que yo todavía no cumplía los 21 años que entonces el Derecho Canónico consideraba como mayoría de edad, por lo tanto yo no tenía el domicilio propio sino que aún era el de mis Padres, ya que yo tenía 20 años y como no pidieron la dispensa a la Diócesis de Aguascalientes, donde estaba ubicado mi pueblo, para poder recibir las Órdenes Menores, es decir, ser clérigo a partir de entonces en la Arquidiócesis de Guadalajara. Al ver que no se había pedido esa dimisoria no me dieron los Ministerios, recuerdo que sentí muy feo, me dieron ganas de llorar, porque me sentí al no participar con mis compañeros en la Ceremonia y, además sabe qué pensarían de mí los demás “que tenía algunas cosas en contra del Ministerio”; yo me sentía señalado, pero lo asimilé y eso pasó pronto y al poco tiempo recibí los Ministerios Menores en Tapalpa, Jalisco, en unas vacaciones, el 15 de septiembre del año 1955.
El contexto de mi vida cuando recibo las Órdenes Menores. Sobre todo estoy muy ocupado en un trabajo que además de los estudios me dieron, que era ser colaborador de los Padres Prefectos del Seminario Menor, es decir Coadjutor, era encargarme de la disciplina y del comportamiento de los muchachos, de formarlos, de que tuvieran todo listo y de que asearan su dormitorio, su cama, sus cosas, organizar los deportes, el aseo, estar con ellos en el comedor, vivir en sus dormitorios. Eran como unos 250 y tenía que acompañar todo aquel grupo de muchachos que estaban en Secundaria ya que era el Seminario Menor, por las Calles de Industria y Belisario Domínguez 511, se entraba por Industria 623, a un lado de Federación 815, casa de las Religiosas Franciscanas de Jesús Crucificado en Guadalajara.
Además de ser Coadjutor del Seminario Menor tenía el reto de estudiar, como quien dice, sirviendo a dos señores, porque era un trabajo intensísimo el de ser Coadjutor.
Esto me llevó a colaborar muy directamente con el Sr. Obispo José Trinidad Sepúlveda, que entonces era un Sacerdote, Prefecto del Seminario Menor, y luego con el Sr. Obispo Antonio Sahagún que después fue Obispo Auxiliar de Guadalajara, y con el P. Felipe Campos que posteriormente siendo Superior de la Pontificia murió. Me acuerdo que muchas veces atravesaba yo la ciudad de Guadalajara desde el Seminario Menor de San Martín, hasta el Seminario Mayor en la Colonia Chapalita, en bicicleta, pasaba por el centro de la Ciudad y era un caminar constante, era de mucho trabajo ese tiempo, sobre todo superar el reto de tener que estudiar, presentar exámenes, y todo lo de mí formación y además servir a los muchachos en el Seminario Menor; en ese entonces también me dedicaba mucho a los coros; formaba a los coros con los alumnos que tenían voz blanca, porque era Seminario Menor, y el coro de voces infantiles, era muy importante.
El Subdiaconado. En ese entonces se acostumbraba en la Iglesia dar el compromiso del Celibato Eclesiástico y del rezo de la Liturgia de las Horas como un paso anterior al Diaconado que se llamaba “el Subdiaconado”, recuerdo que había un momento en la ceremonia en que decían “si ustedes están dispuestos a entrar a las órdenes sagradas acérquense hacia acá” (decían una palabra en latín: “huc accedite”) y dábamos un paso hacía adelante, yo di ese paso en la Catedral de Guadalajara, recuerdo que me preparé con unos Ejercicios Espirituales muy fervorosos que nos dio el canónigo Don José Ruiz Medrano, un gran maestro y también director de música y un gran orador sagrado.
El Subdiaconado lo recibí cuando estaba en tercero de teología, es decir, en 1957, fue el año en que se ordenó Sacerdote mi hermano Eustaquio, por que recuerdo que en su Cantamisa yo participé en la Misa de Tres Padres, que así se acostumbraba, como Subdiácono.
El Diaconado. Posteriormente, recibí el Diaconado con todos mis compañeros de manos del Sr. Arzobispo Mons. Garibi Ribera, fuimos un grupo muy numeroso, alrededor de cuarenta compañeros. Yo recibí mucho apoyo de los Sacerdotes del Seminario Menor que eran todos muy amigos míos por ser colaborador de ellos como Coadjutor, y desde luego del Padre Rector del Seminario que después fue el Sr. Cardenal José Salazar López, y de quienes colaboraban muy de cerca en el trabajo de la disciplina del Seminario Menor.
En mi interior emergen como recuerdos de esos momentos el sentirme integrado al culto sagrado en la predicación, en el servicio de la Eucaristía, dando la Comunión, exponiendo el Santísimo Sacramento, dando la bendición, predicando en algunos novenarios como Diácono, supliendo a algunos Sacerdotes en todo aquello de mi competencia. ¡Más sed y deseos me dieron de ser Sacerdote!
Servicio diaconal. Mi diaconado lo viví ahí mismo en Guadalajara, sirviendo como Coadjutor en el Seminario Menor y yendo a algún templo a desempeñar alguna actividad cultual y alguna actividad en la predicación, recuerdo que en las Misas me tocaba cantar el Evangelio, en el tiempo pascual me tocaba cantar el Pregón Pascual, y llevar el Cirio Pascual, todo esto me dispuso a la recepción del Presbiterado.
En este tiempo leí el libro de José Luis Martín Descalzo, a quien conocí cuando era filósofo, en Guadalajara pues nos dio una conferencia sobre como se preparó él para ser Sacerdote, llevó una especie de diario que escribió en el libro “Un cura se confiesa”. Esto me sirvió mucho para irme preparando con algunas aportaciones muy creativas que me fueron encausando hacia la Ordenación Sacerdotal.

ORDEN DEL PRESBITERADO

Mis crisis? Repito, que talvez ha sido una rareza en mí, que a pesar de lo que acontecía a mis compañeros, en ese entonces, que mientras ellos hacían la solicitud para el orden sagrado del Presbiterado, iban y venían con el P. Espiritual, iban a hacer visitas de urgencia al Santísimo Sacramento, yo me sentía tan campante pues me hice esta reflexión: “si toda la vida he pensado en ser Sacerdote y tengo ya doce años dedicado en este camino del seminario para ser Sacerdote por qué ahora voy a pensar diferente, si en doce años no he pensado diferente, porque ahora voy a ver si pienso diferente; cuando se trató de hacer una solicitud nunca titubee ni tuve empacho en escribir que solicitaba, el sacramento del orden sagrado”. Sin embargo no quise aceptar el ofrecimiento que me hizo el Sr. Arzobispo de dispensa de edad para ordenarme Sacerdote junto con todos mis compañeros pues aun cuando no tenía la edad canónica suficiente que entonces era 24 años, hoy son 25, entonces yo tenía 23 cuando terminé el cuarto de teología y ya era tiempo de que mis compañeros se ordenaran Sacerdotes en diciembre de 1957; yo no quise pedir la dispensa de la edad para poder aprovechar esos meses y prepararme mejor, a pesar de que me dolió mucho el no acercarme a la Ordenación Sagrada con todos mis compañeros.
La ordenación sacerdotal de mis compañeros. Colaboré en la Ordenación Sacerdotal de mis compañeros, me tocó ser ministro del libro, vi a todos mis compañeros que se arrodillaron para ser ungidos Sacerdotes, yo solamente estuve viéndolos ese día 27 de diciembre de 1957, pues me esperé otros meses más hasta el 22 de marzo de 1958, cuando ya había cumplido el 4 de febrero los 24 años de edad.
Una enfermedad. Durante ese tiempo el ambiente que vivía era de mucha ocupación porque seguía como Coadjutor, y en ese tiempo por cierta debilidad física me aquejó mucho el dolor de las anginas y me daba mucha temperatura porque estaban bastante inflamadas y recuerdo que me hicieron un análisis de sangre y salí mal, por la anemia que tenía; pero pensaron que pudiera tener otra significación al darme un saldo positivo ya que cuando es positivo quiere decir que la sangre podía tener algún contagio, pero después se vio que ese saldo positivo era por la anemia, por los días que había estado enfermo y es que el andar en bicicleta con todo y calentura me trajo una anemia muy fuerte.
En esas fechas estudiaba muy poco, por estar dedicado a las actividades de Coadjutor, sé que antes de la ordenación se pensó en que yo hiciera junto con otro compañero estudios en España, en la Universidad de Comillas, pero solamente quedó en una plática, en una consideración, pero lo cierto es que los Superiores me habían dedicado demasiado a las actividades de la formación de los Seminaristas, como Coadjutor, casi cinco años y después como Prefecto.
Mi preparación para mi Ordenación Sacerdotal. Me preparé para este día tan sublime en mi vida y para la vida de la Iglesia, con los Ejercicios Espirituales, con la lectura del libro “Un cura se confiesa” de José Luis Martín Descalzo, además la preparación de todos los años desde aquel día 23 de octubre de 1945 en que ingresé al Seminario fueron una etapa de preparación para ese momento y dar el paso de la Ordenación Sacerdotal; me encomendé mucho a la Virgen Santísima, le pedí que me acogiera en su regazo maternal, porque yo quería estar en ese molde excepcionalmente forjador de los Cristos de la tierra, que quería ser un Sacerdote Santo; que mejor la muerte antes que ser un mal Sacerdote, se lo llegué a decir con mucha sinceridad al Señor.
Mis grandes ideales. Recuerdo que mis grandes ideales, mis grandes consejeros fueron los tres modelos de la juventud: San Luis Gonzaga, por su pureza de vida, San Estanislao de Cotzca, por su amor a la Virgen María, es un santo polaco y joven, San Juan Berkmans por su observancia y su obediencia a las normas de vida y sobre todo su aceptación de la vida de comunidad; eran grandes modelos para mí.
También en ese tiempo leí la vida de San Pío X, cuando él era un Seminarista, cuando fue un joven Sacerdote; y todo eso me ilusionaba vivir así la vida sacerdotal, sentía ansias, ansias constantemente y comencé a descontar el calendario, iba tachando desde que faltaban unos meses, iba descontando los días que faltaban para mi Ordenación Sacerdotal, sabía que era para siempre, no tanto trataba de preparar un Cantamisa, ni la fiesta de la Ordenación, sino lo que seguiría después, puesto que nos ordenaban en conjunto.
Mi Ordenación Sacerdotal. Fue en la Catedral de Guadalajara, el día 22 de marzo de 1958, salí con mi valijita del Seminario, yo solo, tomé el autobús de pasajeros, se llamaba la línea Centro-Colonias, de Chapalita, porque salí del Seminario de Chapalita, y tomé el autobús, al llegar a la Catedral estaba amaneciendo, estaba saliendo el sol.
Que hermoso fue ver ahí a mi Iglesia. Claro, estaban ahí mis familiares, pero todos ellos eran mi Iglesia que estaban ahí presentes esperándome para la boda, sentía que iba a unos esponsales, pensaba que iba a salir de ahí diferente con mi Ordenación Sacerdotal, llevaba esa idea: “voy a salir diferente, después que yo vuelva a salir de esta Catedral de Guadalajara”, llegué por una de las puertas principales y luego me fui hacia la sacristía a revestirme con otros dos compañeros míos, el P. Agustín Ballardo y el P. José Trinidad Godoy que murieron hace varios años, éramos un resabió de compañeros que habíamos quedado sin ordenarnos junto con los demás, era un sábado antes de la semana que se llamaba de Pasión, la que precedía a la Semana Santa, estaba ahí mi familia: mi Papá, mi Mamá, mis Hermanos, y estaba también mi hermano Eustaquio que había venido de Montezuma N.M., ya era Sacerdote y mi hermano Ascensión que también ya era Sacerdote.
Estábamos todos dispuestos en la Catedral de Guadalajara, recuerdo que para mí fue muy emocionante la postración, sentía que cuando contestaba la gente con el órgano de la gran Catedral, el Espíritu Santo andaba revoloteando encima de nosotros, sentía como aletazos, como si me pegara con sus alas y yo era el que estaba impulsando y llevando acabo la consagración “inae ternum” – para siempre, desde día de mi Ordenación.
Ser otro Cristo. Muchas emociones ser otro Cristo, también eso lo llevaba muy metido en la mente: SER OTRO CRISTO, la consagración de mis manos, el sagrado óleo, el prometer para siempre obediencia, el comprometerme a servir a mis hermanos en una parroquia, en el apostolado, en la pastoral, todas estas emociones eran una montaña que no se podían digerir en ese momento.
Mis Padrinos de Ordenación Sacerdotal fueron mis propios hermanos que se acercaron junto conmigo, el P. Ascensión y el P. Eustaquio.
Mis grandes sueños. Mis sueños grandes, mis ideales eran ser un SACERDOTE SANTO, me motivaba mucho mi entrega al Señor, el contemplar a tantos maestros venerables y ejemplares que habían pasado, me ilusionaba mucho la sangre de los mártires, me tocó conocer todavía gente que estuvo participando en la Cristiada, desde 1930 ya eran personas muy conocidas pero a mí me emocionaba poder ser valiente y dar la vida por Cristo y por su Evangelio, si fuera preciso, pero sí desgastar la vida para ser un buen pastor que estuviera dispuesto a dar la vida por sus ovejas.
Ese día 22 de marzo era un sábado cuando el Sr. Arzobispo tomó mis manos entre las suyas me dijo “¿promittis mihi et successoribus meis reverentiam et obedientiam?”, “promitto” le contesté y el Sr. Arzobispo me dio un beso en la mejilla; todavía escucho el chasquido de ese beso, porque era el beso de mi esposa la Iglesia, que me aceptaba para siempre a fin de ser “sacerdos inaeternum” .
En las estampitas de mi Ordenación Sacerdotal así le puse:

FELIPE AGUIRRE FRANCO
Sacerdote eternamente
desde el día
22 de marzo de 1958

Un desayuno con mi familia. Después de mi Ordenación, al salir de la Catedral estaba esperando que trajeran el carro para que nos fuéramos a desayunar junto con mis Padres, mis hermanos y mi tía Mariquita. Nos tomamos la fotografía con el Sr. Carderal José Garibi Ribera cuando él beso mis manos como si estuviera bebiendo el agua sacerdotal de las gracias divinas en el hueco de mis manos, después de las purificaciones. Cuando yo salí efectivamente estaba convencido de ser otro, de que no podía ya seguir siendo el mismo, de que algo por dentro había cambiado aunque por fuera pareciera lo mismo pero que por dentro había algo que profundamente estaba completamente distinto que había cambiado, todo esto motivaba más mi entrega al Señor.
Nos fuimos a desayunar a la casa de Don Ricardo Cervantes; él fue uno de mis Padrinos entre los laicos que subió a lavarme las manos, muy amigo de mi Papá, un hombre muy cristiano, que también fue jefe de la adoración nocturna en mi pueblo, hay una fotografía donde estamos ahí desayunando.
Yo me sentía así como Marcelino Pan y Vino, cuando le habló el Cristo que estaba en la cruz del desván, del Convento de los Frailes; como que andaba pisando en algodones, como que andaba por las nubes, me sentía otro, transformado, y fue muy emotivo ese día. Recuerdo que mi Mamá me dijo cuando yo le pregunté “y usted, cómo se siente”, “me dan ganas de subirme a la torre y gritar”, no me dijo qué iba a gritar, pero me imagino que ella quería comunicar a todo el mundo que: junto con mi Iglesia “hoy he dado a luz a un nuevo Sacerdote para siempre que se llama Felipe Aguirre Franco y es mi hijo, hoy también lo he engendrado para el sacerdocio”.
A los pies de la Virgen de Guadalupe. En los primeros días de mi Ordenación Sacerdotal fui a la Basílica de Guadalupe, que era todavía la antigua y dejé un papelito con tres peticiones especiales cuando fui a celebrar la Santa Misa, ya que era una de mis ilusiones, celebrar una de mis primeras Misas ante la Virgen de Guadalupe en el Tepeyac. Después que celebré la Misa me quedé dando gracias y fui a la rendija de una de las columnas del dosel de la Virgen Guadalupana que sostenía el baldaquino de la Virgen en la antigua Basílica, y puse un papelito con estas tres peticiones a Dios, por intercesión de la Virgen de Guadalupe:
Que nunca me imponga a ser Sacerdote, que quiero hacerlo todo como si fuera la primera vez; pero así como la primera vez sentí, temor, miedo, titubeos, al predicar, siempre siento el mismo nerviosismo cuando voy a hablar ante las personas o en el desempeño de algún acto litúrgico y es que Dios quiere que no haga una costumbre ni una rutina de mi vida sacerdotal.
Lo segundo, que viva la MISA todos los días. Que celebre la Misa como una ofrenda que se consagra y se da a comulgar a mis hermanos; una Misa que se continúe a través de mi vida.
Luego pedí también que siempre se pudiera decir de mí que he sido un VERDADERO SACERDOTE, hasta el sepulcro.

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