José Pilar Quezada Valdès -sentado a la izquierda- y Agustín Caloca Cortés -Sentado a la derecha- alumnos en el Seminario de Guadalajaraa
... "en la Iglesia conviven asnos, mulos y machos cabríos, algunos tan salvajes que se sienten deseos de matarlos, pero no es posible porque 'el Amo quiere recibirlos todos en buen estado'."
El Cura de Torcy a su colega de Ambricourt, en: "Diario de un Cura Rural", de Bernanos.

jueves, 9 de septiembre de 2010

LA IMPOSIBILIDAD MORAL DEL FUSILAMIENTO DE LA VIRGEN DE GUADALUPE EN ACAPULCO.


LA IMPOSIBILIDAD MORAL DEL FUSILAMIENTO DE LA VIRGEN DE GUADALUPE EN ACAPULCO.
Pbro. Lic. Juan Carlos Flores Rivas


En el contexto de la proximidad de las Fiestas por el Bicentenario del Grito de Independencia, en Acapulco, queremos entrar al debate ahora sobre un punto importante. En diversos artículos hemos presentado con la finalidad de mostrar puntualmente la originalidad del aporte de nuestra Costa Grande y Costa Chica, de la Ciudad y Puerto de Acapulco, así como de todo nuestro Estado de Guerrero, en el fortalecimiento y consolidación de la devoción guadalupana, en todos los niveles de las comunidades, que nos constituyen, al Estado de Guerrero, como el "Corazón Guadalupano de nuestra Patria Mexicana", corazón del que surgen los más originales y vibrantes Sentimientos de la Nación.
En diversas ocasiones, y en varios ambientes, se ha presentado un supuesto episodio titulado: “Fusilaron a la Virgen de Guadalupe en Acapulco”. Con lujo de detalles, reproducen un relato tomado casi seguramente de reproducciones periodísticas, que algunos atribuyen como origen a Luz Guadalupe Joseph, en el libro “El viejo Acapulco” (sin editorial, sin fecha). 
Relato según el cual, en el ambiente de la lucha de Independencia, alrededor de el 15 de Febrero de 1813, tuvo lugar el FUSILAMIENTO de una Imagen de la Virgen de Guadalupe, “con el beneplácito gachupín”, y por ser –Guadalupe- “generalísima de las tropas insurgentes”, todo esto bajo el mando del Capitán Antonio Elorriega, en la plaza del Fuerte de San Diego, en el contexto de un juicio sumario de guerra. Posteriormente, la contraparte, en Coyuca, fusilaría a la “Española” (¿?), etc. etc.
Por principio de cuentas, debemos decir que el solo planteamiento de este relato es fabuloso (de fábula, increíble). Porque da por hecho un acontecimiento impensable para la sola mentalidad religiosa en extremo de ese siglo, impensable de atacar lo religioso. Así y las imágenes estuvieran involucradas en bandos opuestos. Dar por hecho el suceso, daría por dar por cierto la existencia de una postura insostenible en la mentalidad de la época: la iconoclastia, es decir, el rechazo a las imágenes –postura típicamente protestante-. O su sentimiento correlativo: el anticlericalismo. O todavía más, un ingente “antiguadalupanismo”, a todas luces, imposible.

Frente a este relato fantástico, oponemos un relato de patético humanismo en medio del fragor de la batalla con motivo del cerco del fuerte de San Diego en ese mismo 1813 -año que se pretende ubicar el pretendido “fusilamiento”-, y que nos trasmite el historiador por excelencia de Acapulco Tomás Oteyza en su libro: “Acapulco, ciudad de las naos de oriente y de las sirenas modernas” (Ed. Diana, 1970):
“Pero en medio del dolor, se imponían sesgos de humanidad: “Casi todos los días había una tregua, cuando el sacerdote llegaba al Castillo para ayudar a bien morir y administrar los últimos sacramentos a las víctimas de aquella lucha sin cuartel, víctimas inocentes la mayoría. Las avanzadas insurgentes suspendían sus movimientos bélicos, santiguándose reverentes ante al paso del Santo Viático (la Eucaristía) que era llevado en aquel entonces al toque de campanillas por las calles a veces a pie y otras en carreta. Eran aquellos momentos de expectación aún en aquella lucha sin cuartel, por el respeto que guardaban unos y otros a la Religión Católica que profesaban”... igualmente: “Cuando sacaban los cadáveres por el puente levadizo para enterrarlos en la fosa que circunda a la ciudadela, precedidos por la cruz alzada de la parroquia, seguidos por el sacerdote que rezaba los salmos del “miserere” pidiendo a Dios clemencia por el difunto”... Ese era el verdadero sentimiento religioso de la época, ¡ni remotamente pensar en la posibilidad de “fusilar” una imagen religiosa!, así fuera utilizada por el bando enemigo. Cabe recordar que una mentira, ni a fuerza de ser repetida una y otra vez se convertirá nunca en una verdad absoluta. El supuesto fusilamiento de la Virgen de Guadalupe, pues, carece de sustento moral e histórico posible.
Podemos preguntarnos: ¿Desde cuando es guadalupano el corazón de esta raza de bronce, del pueblo guerrerense? Ciertamente, el Guadalupanismo particularmente presente en la región hoy conocida como Estado de Guerrero, se consolida con las ordenanzas y las campañas en la región del Generalísimo Don José María Morelos y Pavón –Siervo de la Nación-, en el contexto de la Independencia. Pero remonta sus orígenes documentados a mediados del Siglo XVII, y para muestra unos botones:
Primer dato relevante para la historia de Acapulco, es el paso de una preciosa Imagen de Santa María de Guadalupe por el Puerto, noticia recogida por la “Historia de la aparición de la Santísima Virgen María de Guadalupe en México desde el año de MDXXXI al de MDCCXCV”. Tomo II, por un sacerdote de la Compañía de Jesús… localizada en Internet en el sitio de la Biblioteca Cervantes. La nota dice: El Padre Florencia nos describe la solemnidad con que fue introducida en el Perú la Imagen de la Virgen de los mexicanos. “El Excelentísimo Señor Conde de Alva de Liste, Don Luis Enrique de Guzmán, uno de los virreyes que ha tenido México señaladamente devoto de la Milagrosa Imagen del Santuario de Guadalupe, cuando partió al virreinato de Lima por los años de 1655, lo primero que sacó de México, como presea de mayor aprecio y devoción, fue la Imagen de Guadalupe, la cual embarcó en Acapulco con solemnidad de Salva Real, como a quien encomendó el buen suceso de su viaje y todos los aciertos de su gobierno. Y con su piadoso ejemplo introdujo en Lima y todo el Perú, la noticia y devoción de tan milagrosa Imagen”.. 
Ese paso feliz de Santa María de Guadalupe por el puerto de Acapulco y su salida a Perú por la Bahía de Santa Lucía, iluminó estas tierras surianas y se constituye en el primer testimonio guadalupano acapulqueño.
Otro dato más, que no debemos olvidar es, que el tercer Evangelista Guadalupano: Don Luis Becerra Tanco, era de la región guerrerense, originario del Real de Minas de Taxco. Y en 1666 escribirá su obra: Origen milagroso del santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, conocida más tarde con el título de “Felicidad de México”.
Otro más, en el volumen titulado: “Voces de la clerecía novohispana”. Documentos y reflexiones sobre el México Colonial. Editado por la Universidad Nacional Autónoma de México, y coordinado por Leticia Pérez Puente y Rodolfo Aguirre Salvador, en 2009; aparece un interesante expediente, comentado por Gabriela Oropeza Tena (pp. 259-290). En él se da cuenta de un Proceso Eclesiástico de la Audiencia Arzobispal de México, presentado en 1684, con una denuncia criminal por la representación teatral del Nican Mopohua, contra el Bachiller Juan de Rivera, Cura de Tepecoacuilco (hoy Estado de Guerrero). Hechos sucedidos en el pueblo de Tuspan, de su Partido (Parroquia). Este proceso da fe, de la acendrada devoción que ya existía en 1684 en la región del hoy Estado de Guerrero a la Virgen de Guadalupe, al grado de que al Señor Cura se le hizo fácil realizar una comedia con los indios -¡en el altar mayor! de un templo filial!- representando las apariciones de la Virgen a Juan Diego. Lo que motiva la denuncia es, que al realizarse esta representación, así sea muy piadosa, en área consagrada –como lo es el altar-, quien denuncia el hecho da por supuesto que el altar quedó profanado. Sabemos por el comentario presentado por Gabriela Oropeza, que el proceso no alcanzó su objetivo y que el Cura Rivera salió bien librado del mismo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Amigo tu reportaje es de una calamidad narrativa y no tiene forma ni fondo por favor trata de mejorar tu estilo.