José Pilar Quezada Valdès -sentado a la izquierda- y Agustín Caloca Cortés -Sentado a la derecha- alumnos en el Seminario de Guadalajaraa
... "en la Iglesia conviven asnos, mulos y machos cabríos, algunos tan salvajes que se sienten deseos de matarlos, pero no es posible porque 'el Amo quiere recibirlos todos en buen estado'."
El Cura de Torcy a su colega de Ambricourt, en: "Diario de un Cura Rural", de Bernanos.

miércoles, 30 de enero de 2008

FRANCISCO ROMAN ARCE ALARCON, HIJO DE LA IGLESIA.

FRANCISCO ROMAN ARCE ALARCON , HIJO DE LA IGLESIA.
Pbro. Lic. Juan Carlos Flores Rivas

El pasado lunes 28 de enero de 2008, a las 3 P. M., en la memoria de Santo Tomás de Aquino, falleció el Contador Público FRANCISCO ROMAN ARCE ALARCON, quien fuera Director Fundador del Centro de Rehabilitación para enfermos Mentales “Cristo de la Misericordia” A. C.
Francisco Román nació en Acapulco, Gro. el 13 de Febrero de 1952, hijo de Pantaleón Arce y Victoria Alarcón. Sus hijos: Francisco (+) Brenda y Glendia. Casado con Eva Glendia Testa Gómez, en 1973. Egresado Contador Público por la UAG.
Un servidor pudo acompañar muy de cerca, parte de su proceso humano y cristiano, cuando desde hace 18 años, en 1990, Francisco inició la fundación del centro Granja de la Vida, de Alcohólicos Anónimos, en Arroyo Seco.
El 13 de Octubre de 1993 constituyó la Asociación Civil que dio origen al “Cristo de la Misericordia”, ante la fe del Notario Público Número 18 Dr. Cuauhtémoc García Amor. Desde entonces, Tres Palos ha sido centro de referencia para la verdadera caridad pastoral, pues miles de enfermos mentales, fundamentalmente jóvenes, encontraron en el Centro de Rehabilitación la verdadera Misericordia en Cristo, una casa donde el que sufre, encontraba cobijo y atención. Casa que siempre estuvo en el corazón de nuestro Primer Arzobispo Monseñor Rafael Bello Ruiz; y cuya estafeta bien ha sabido retomar el actual Monseñor Felipe Aguirre Franco.
Cual nuevo Francisco, sintió que el Señor Jesús le decía: “Reconstruye mi Iglesia”, cuando en 1997 el huracán Pauline arrasó con la Casa de la Cristiandad. Con prontitud organizó a los cursillistas para la recuperación de lo poco que quedaba, y posteriormente la restauración de la Casa y la superación del trauma que en muchos provocó verla en total destrucción.
El 7 de Octubre de 2003 fue nombrado Presidente del Secretariado Arquidiocesano de Cursillos de Cristiandad, recuperando espacios importantes que el Movimiento había descuidado. Posteriormente, en los últimos años, incursionó con el Movimiento en la Costa Chica, alcanzan la realización de varios Cursillos de hombres y mujeres en Cruz Grande.
Hombre de fe íntegra, siempre dispuesto al servicio, activista, fogueado en la cruz, hermano de todos. Critico, pero fundamentalmente obediente a la jerarquía eclesiástica. Entusiasta, alegre. Profundamente enamorado de su familia. Sufrió a la Iglesia, amó a la Iglesia, murió, al fin, HIJO DE LA IGLESIA.
Descansa en paz, hermano Francisco, sin duda ya escuchas las palabras del Buen Pastor: “¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel;… entra en el gozo de tu Señor” (Mt 25, 21).

1 comentario:

Ramiro Arteaga Sarabia dijo...

Bendita locura

Ramiro Arteaga Sarabia

Sólo desde la locura se puede entender una obra como la que realizó Don Francisco Román Arce Alarcón.

Él, armado de una esperanza, fundó el centro de rehabilitación para enfermos mentales “El Cristo de la Misericordia”, en una casona refundida al final de un caminito de brecha, cerca del poblado de Tres Palos.

En esos tiempos, en una casa de madera, que aún se conserva como testimonio de la fundación del centro, con un puñado de locos que Don Francisco recogió de las calles, nació el Cristo de la Misericordia.

Desde ese día y tras más de dos décadas de vida, Don Francisco Arce vio como su sueño crecía y crecía.

Cada día, él traía más locos de las calles, les daba de comer, les brindaba un techo y una familia.

Incluso, él les buscaba medicinas para que estuvieran mejor de sus trastornos clínicos.

Las historias del Cristo de la Misericordia se cuentan por miles, cada alma, cada humanidad contenida en la locura es fiel testigo de la bondad de “Papá Paco”, como le gritaban y llamaban a Don Francisco.

En la locura le siguieron su esposa, Doña Glendia, y sus hijas, y desde el cielo, su hijo Paquito le acompañó en su empresa.

Pocos entendíamos de dónde obtenía Don Francisco la fuerza para limpiar los dormitorios, juntar comida, obtener medicina, apoyos privados y públicos, cómo le hacía para pasar sus días y sus noches en medio de estos hombre y mujeres que vivían en otra realidad.

¿Por qué dedicar su vida a los enfermos mentales?

¿Por qué descuidar su propia salud para cubrirse con los padecimientos de otros?

¿Por qué ser generoso al grado de celebrar cumpleaños, aniversarios de bodas… con sus hijos, los locos?

Don Francisco tuvo la suerte de pocos de ver y tocar la esperanza de un sueño cumplido. Alrededor de la casona de madera, creció, de su fe, un hospital, con estancias, enfermería, dos plantas para dividir a los enfermos por sexo, una zona para resguardar a los enfermos agresivos, un comedor, una lavandería, una zona de baños y oficinas, una cancha y una barda perimetral a la que dedicó los últimos esfuerzos de su vida “para que ellos puedan estar más tiempo libres”.

Víctima de un derrame en la zona del esófago, a los cincuenta y cinco años de vida, aferrándose al mundo, que le quitó un hijo, pero le dio a más de 150 enfermos que cotidianamente compartían la vida con él; Don Francisco Arce murió.

Él deja para nosotros un legado de fe, un testimonio humano y una enseñanza social y política: En el pueblo de los excluidos está la verdadera vocación política.