11 DE MARZO DE 2013: DOSCIENTOS AÑOS DEL
BANDO GUADALUPANO DE OMETEPEC.
Pbro. Lic. Juan Carlos Flores Rivas.
El próximo Lunes 11 de Marzo, se
cumplen 200 años de la Proclamación del Bando Guadalupano, hecha por el
Generalísimo Don José María Morelos, en Ometepec, Gro. Documento que es, de
alguna manera, expresión de la devoción guadalupana de Morelos en
su máxima expresión, ya que es donde manifiesta su sentir, su identificación de
la Patria y de
la Patrona de
México, Y SI DUDA, de allí surge la consolidación del guadalupanismo en la Costa del Mar del Sur o de
Acapulco.
“Por los singulares,
especiales e innumerables favores que le debemos a Guadalupe, patrona,
defensora y distinguida emperatriz de este reino, estamos obligados a
tributarle todo culto y adoración, manifestando nuestro reconocimiento, nuestra
devoción y confianza; y siendo su protección en la actual guerra tan visible
que nadie puede disputarla a nuestra nación, debe ser visiblemente honrada y
reconocida por todo americano”. Con estas palabras iniciaba el documento. Y en
seguida mandaba: “que en todos los pueblos del reino, se continúe la devoción
de celebrar una misa el día 12 de cada mes, en honra y gloria de la Santísima Virgen
de Guadalupe”. Igualmente: “los vecinos de los pueblos deberán exponer la Santísima Imagen
de Guadalupe en las puertas o balcones de sus casas sobre un lienzo decente, y
cuando no tengan imagen colgarán el lienzo mientras la solicitan de donde las
hay, añadiendo arder las luces que según sus facultades y ardiente devoción les
proporcione”.
Y declara categóricamente:
“…indevoto
y traidor a la nación al individuo que, reconvenido por tercera vez, no usare
de la cucarda nacional o no diere culto a la Santísima Virgen,
pudiendo”.
¿De dónde surge este
ardiente fervor en MORELOS? ¡De los recios rasgos de su personalidad como
sacerdote, y por la atención a los fieles y a su ministerio! El mejor biógrafo
del Padre Morelos, es sin duda otro sacerdote: Don Carlos Herrejón Peredo,
quien nos ayuda a comprender la talla moral de Morelos.
Morelos
creció n un medio campesino y artesanal. Sus parientes de Zindurio eran
pequeños arrendatarios o, tal vez muy pequeños propietarios, sujetos a los
altibajos de los temporales y del mercado, gente a la vez endurecida y
suavizada en el trabajo del surco y en la sencillez campirana, de ricas
tradiciones y de pocos dineros. Manuel emigró a la inmediata ciudad y se hizo
carpintero. Y qué decir del ambiente familiar cultivado por su Madre Juana
María Guadalupe Pérez Pavón. Las pretensiones de su Madre eran
que su hijo José María accediera al mundo de las letras y de las sotanas. José
María leyó y releyó el catecismo de Ripalda.
También practicó otra
tarea, la arriería, ocupación que le dilató enormemente los horizontes. De tal,
manera de tiempo en tiempo retornaba a Valladolid, pero de paso a la ciudad de
México; conoció decenas de pueblos, algunas villas y ciudades. Probablemente así
llegó hasta el puerto de Acapulco. Fue asimilando el espíritu del buen
comerciante: la prudencia calculadora, el trato con la gente, la atención
prevenida para lograr la ganancia y evitar ser engañado, la constante
disponibilidad, la versatilidad para adaptarse a mil diferentes situaciones, y
desde luego, el desarrollo de la capacidad de comunicación, el dominio del lenguaje
popular. Y en el caso particular de un arriero comerciante, la fortaleza para
arrostrar penalidades de malos caminos y la habilidad para resolver múltiples
problemas desde cinchar bien los burros hasta pasar un torrente. Ahí, en los
caminos de Nueva España, creció su ingenio y su sabiduría de la vida. Desde que
Morelos era diácono y maestro de retórica en Uruapan destacó en el ministerio
de la palabra; e incluso en la insurgencia no raras veces sus discursos y
manifiestos traslucen el verbo del profeta cristiano, como es el caso del Bando
Guadalupano de Ometepec.
El precepto de socorrer a
los pobres debió resonar en Morelos: "Soy
un hombre miserable más que todos y mi carácter es servir al hombre de bien,
levantar al caído, pagar por el que no tiene con qué, y favorecer cuanto pende
de mis arbitrios al que lo necesita, sea quien fuere". La caridad de
Morelos no se encerraba en su parroquia ni en su familia. De modo especial era
solidario con sus hermanos en el sacerdocio. Cuando alguno de las parroquias circunvecinas
enfermaba, ahí estaba Morelos para atenderlo. Estas palabras pesaban sobre el
cura tierracalenteño, cuando a deshora y en tiempos de sol abrasador o de
tormentas tropicales debía ir a rancherías distantes para decir una misa o
auxiliar un enfermo. Y no había excusa.
Y esta práctica llena de
fe, se iluminaba en el Cura Morelos con dos devociones: el Cristo de Carácuaro,
sobre el que escribió una novena; y la Virgen de Guadalupe, a la cual cada mes dedicaba
función especial. Cuando pudo extender tal devoción siendo general insurgente,
lo hizo mediante el bando de Ometepec. Este era el calibre del Cura Morelos.
Invitamos a todos nuestros
lectores, a que no permitan que pase desapercibida la efemérides, leyendo el
Bando Guadalupano de Ometepec, íntegro, reflexionándolo, y acudiendo a Misa
este 11 de Marzo en gloria y honor de María Santísima de Guadalupe, y en
Memoria del Cura Don José María Morelos.
¡Viva la Virgen de
Guadalupe, Patrona de nuestra libertad!
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