LA DIOCESIS DE ACAPULCO Y LA SEGUNDA ETAPA DEL VATICANO
II.
Pbro. Lic. Juan Carlos Flores Rivas.
El 6 de Junio de 1963, el Muy
Ilustre Señor Canónigo Honorario Gabriel Ocampo García, quien era el Vicario
General, suscribía la Circular Número 94 a todos los sacerdotes de la Diócesis
de Acapulco, por disposición del Excelentísimo y Reverendísimo Señor Obispo
Diocesano Doctor Don José Pilar Quezada Valdés, para que se haga oración por la
elección del Sumo Pontífice, con la Misa Pro
Eligendo Summo Pontifice sede vacante, en toda la Diócesis.
Resulta que, el 3 de junio,
el querido Papa Juan XXIII había fallecido. Y con su muerte, se imponía un
impasse a los trabajos del Concilio. Pero la Divina Providencia dispuso que el
21 de junio siguiente fuese elegido el cardenal Montini, que tomó el nombre de
Pablo VI. Al día siguiente, en su primer radiomensaje, aseguró que el concilio
continuaría y el 27 anunció la fecha de apertura de la segunda sesión: el 29 de
septiembre de 1963.
Para el 10 de Septiembre de
1963, El Canónigo Gabriel Ocampo y el Presbítero Juvenal Porcayo Uribe, quien
era Secretario de la Curia, signan la Circular Número 101, a todos los
sacerdotes de la Diócesis de Acapulco, informando que “el 25 del mismo, sale el
Señor Obispo a la Ciudad Eterna para asistir a la Segunda Etapa del Concilio
Vaticano II, que principiara el día 29 de septiembre y terminará el 4 de
Diciembre de este año”. Se pide a los sacerdotes que acudan el día 17 para
despedir en Acapulco al Obispo con una comida, y que aporten una cooperación
voluntaria para los gasto de viaje de Su Excelencia, obsequio de sus
sacerdotes.
Y en la circular Número 102, con fecha 20 de Septiembre
de 1963, el mismo Canónigo expresa los agradecimientos por parte del Señor
Obispo, y la indicación de que se diga como imperada, durante el tiempo de esta
Segunda Etapa, la Oración de la Misa del Espíritu Santo, por el éxito del
mismo. Mandato que será rubricado por el mismo Papa Paulo VI con fecha 24 de
Septiembre de 1963, en documento enviado a todos los episcopados por medio de
la Sagrada Congregación de los Ritos, y reproducida en la Circular Número 104
con fecha 4 de Octubre de 1963.
Monseñor Quezada se hospedó
durante esta Segunda Etapa del Vaticano II, en el benemérito Colegio Pío
Latinoamericano de Roma, en el Número 677 de la Vía Aurelia. Hasta donde sus
sacerdotes enviarán el 12 de Octubre, sendas felicitaciones con motivo de su
cumpleaños y onomástico, como lo indica la Circular Número 105, con fecha 5 de
Octubre de 1963, signada por el Canónigo Ocampo y el Secretario Porcayo.
En esta Segunda Etapa del
Concilio Vaticano la reflexión se centró en los esquemas: “Sobre la Iglesia”, y
“Sobre el episcopado”, con momentos álgidos de discusión, y de hecho, la Etapa
terminó sin grandes consensos.
La Circular Número 108
aparece fechada desde Roma el 25 de Noviembre de 1963, por el Señor Obispo
Quezada, y dirigida a todos sus amados hijos. El motivo: Saludo y
recomendaciones. Y decía:
“No creo encontrar mejor saludo que las palabras de San Pablo
que dirigía a los Colosenses desde esta misma Ciudad de Roma donde estaba preso
el Apóstol: "Que sigáis fructificando en toda obra buena y creciendo en
conocimiento de Dios", porque no hay cosa mejor que servir a Dios, y para
servirle mejor, hay que conocerlo cada día más y más.
Algo de esto quisiera llevar mi saludo, tanto más que va
desde esta grande asamblea de la Iglesia, del Concilio Ecuménico, cuya meta es
el mejoramiento de la Iglesia toda, empezando por la jerarquía, por los
sacerdotes, para que podamos servir a nuestros-hermanos.
De aquí también una recomendación para aprovechar las
fiestas del Niño Dios y de la Virgen María, que para los mexicanos tienen una
especial oportunidad, porque dentro de la Octava de la Inmaculada está la fiesta
de la Virgen de Guadalupe, la Patrona de México.
En ese día los mexicanos nos sentimos más hermanos que
nunca, y nos perdonamos todo. Como que es el día de la Madre nos sentimos con
derecho de hacer todo lo que queramos por ella, y ni siquiera queremos
comprender como haya molestias y quejas. Sin embargo las ha habido, por
procesiones en las calle con cohetes y desórdenes que no deban ser. Los cohetes
están prohibidos no por malos, sino por peligrosos y muchas desgracias hemos
tenido que lamentar. Cuando a las autoridades les conste que no hay esos
peligros y crea conveniente los permitirán; pero al buen ciudadano le basta la
prohibición y atiende.
Les quiero pedir a mis amados hijos en Jesucristo, que nunca
con pretexto de piedad den un espectáculo desedificante. Sus peregrinaciones
religiosas nunca pierdan ese carácter. Sus reuniones y procesiones sean en los
templos, en los atrios y pertenencias de los templos que para eso deben estar bien
dotados; y aún para eso, como para todo servicio religioso preferir sus propias
parroquias.
Dios, como dueño que es del alma y del cuerpo, del
individuo y de la sociedad, tiene derecho a todo culto, interior y exterior,
individual y colectivo; sin embargo es el obsequio interior de nuestra alma,
con la vida en gracia, con la frecuencia de la Sagrada Eucaristía que es el
índice infalible de nuestra amistad e intimidad con Dios, y que sea también la
característica de las fiestas de nuestro pueblo cristiano».
Estos eran los sentimientos de nuestro Pastor acapulqueño
expresados desde Roma, en el contexto de la Segunda Etapa del Concilio Vaticano
II.
Para el 18 de Diciembre de 1963, Monseñor Quezada ya se
encuentra en Acapulco, de vuelta de Roma, y en la Circular Número 110, con
fecha 18 de Diciembre de 1963, expresa su preocupación pastoral conforme a las
directrices que iban surgiendo del Vaticano II:
“Después de clausurada la Segunda Etapa del Concilio
Ecuménico en Roma hemos vuelto a nuestra Sede Episcopal con renovado fervor y
entusiasmo para continuar la tarea que nos corresponde en el ministerio pastoral.
El programa de acción formulado en el Concilio es muy
vasto y requiere un número suficiente de sacerdotes para poder realizarlo en
cada Diócesis. Esto dicho sin desestimar en nada la labor apostólica que deben
desarrollar también los seglares, cuya colaboración será siempre digna del
mayor elogio.
Pero los sacerdotes han de salir normalmente del
Seminario Diocesano. El Seminario es la única fuente que surte de clero a una
Diócesis. Por razón (esta), amados hijos, yo os pido que este año os empeñéis,
de manera -especial, en hacer fructuoso el DÍA DEL SEMINARIO.
Y anunciaba la realización de una CAMPANA VOCACIONAL
conforme a los siguientes puntos:
1.- Intensificando el conocimiento de la excelencia y
sublimidad de la vocación sacerdotal al mismo tiempo que el de la verdadera
necesidad que tiene el pueblo cristiano del sacerdote en la actual Providencia
Divina.
2.- Profundizar el conocimiento de la responsabilidad que
complete la-familia frente a la vocación sacerdotal o religiosa de sus hijos,
que no pocas veces ven frustrados sus anhelos porque han encontrado la
oposición de sus padres.
3.- Finalmente todos los fieles deben saber y comprender perfectamente
que la compleja tarea de la formación de los sacerdotes no es obra exclusiva
del Obispo y del Seminario, sino que proporcionalmente todos debemos sentirnos
responsables de la misma y aportar a ella nuestra personal colaboración, así
como en el día de mañana nos beneficiaremos todos de la-labor pastoral de los
que llamaremos con verdad "nuestros sacerdotes"»
Bellísima, la frase con la que rubrica este importante
texto: “No creo necesario insistir en que el futuro de la labor pos-conciliar
entre nosotros está en el Seminario, y que, debido a ello, todo lo
que se haga o se deje de hace por el Seminario, se hace o se deja de hacer por
dicha labor en la Diócesis».
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