martes, 23 de junio de 2015

ACAPULCO DE LOS FRAILES




ACAPULCO DE LOS FRAILES
Pbro. Lic. Juan Carlos Flores Rivas

         Este título de gloria fue forjado por un sencillo pero perseverante Fraile franciscano de feliz memoria: Fray Vicente Rodríguez ofm, cuando en su libro “Cosas de Frailes”, editado por la Imprenta Franciscana de Celaya, Guanajuato, en 1982; dedica el capítulo 7 con este título, para darnos a conocer la feliz noticia de que Acapulco tiene un Beato.
         Y he querido elaborar este artículo, porque en estos últimos días, en el anfiteatro de nuestra ciudad y puerto, se ha escuchado hablar de los frailes franciscanos –nada raro-; no es raro oír hablar de los frailes, en favor o en contra, pues los frailes hijos del gran Patriarca de los pobres San Francisco de Asís, han extendido a través de los siglos su acción benéfica por el mundo entero, y en esta épica labor no podía quedar fuera Acapulco. Donde los frailes franciscanos han provocado una respuesta admirable en hombres y mujeres religiosos de todos los tiempos.
         En efecto ACAPULCO ES DE LOS FRAILES, y más concretamente FRANCISCANOS. Desde sus orígenes, si Acapulco es católico, es gracias a los frailes franciscanos descalzos, quienes en 1604 fundaron aún sin los permisos correspondientes, el Convento de Nuestra Señora de Guía, en el área que hoy abarcan los barrios históricos de El Pozo de la Nación, El Hospital, y El Hueso. Desde ese convento extendieron su benemérita labor durante más de 150 años (1604-1773).
         Franciscano fue nuestro Primer Santo Mártir Mexicano San Felipe de Jesús, que pasó por esta humilde población de Acapulco, pomposamente llamada “Ciudad de los Reyes”. Franciscano es nuestro Beato Mártir Fray Bartolomé Días-Laurel, nacido en las inmediaciones de aquél histórico convento, donde se enamoró de la vida religiosa, y desde donde salió, siguiendo los pasos de San Felipe, a evangelizar el extremo oriente, Manila en Filipinas, y Nagasaki en Japón, donde finalmente ambos recibieron la palma del martirio en la colina santa Tateyama llamada también Nishisaka.
         En la época contemporánea, la diócesis de Acapulco nunca ha dejado de recibir el benéfico influjo franciscano.

         Desde sus orígenes, el seminario de Acapulco, así como las misiones diocesanas de La Concordia, fueron atendidos por las Religiosas Franciscanas de San José. Edificantes testimonios, entre ellas, la bien recordada Hermana Carmen Hernández Silva, oriunda de Ayutla de los Libres.
A Partir de 1980, Monseñor Rafael Bello Ruiz, Arzobispo de Acapulco, solicitó y obtuvo que las provincias franciscanas masculinas volvieran a estas costas surianas: Primero entre los indígenas amuzgos y mixtecos, en Xochistlahuaca y Tlacoachistlahuaca, donde los franciscanos conventuales asumieron las parroquias; y posteriormente los hermanos menores, quienes asumieron las parroquias de Huajintepec, del Municipio de Ometepec, Gro. y al poco tiempo en Ciudad Renacimiento.
         Mención especial quiero hacer del Reverendo Padre Fray Alberto Nitz OFM Conventual, quien jugó un papel importante en la organización de la Misión de la Inmaculada Concepción en Tlacoachistlahuaca y su hermanación con la Parroquia de la Sagrada Familia en Peoria (USA) con la colaboración de las Hermanas Franciscanas Conventuales en 1986.
         Fray Alberto sirvió como delegado en la Misión y Director de Formación en el Seminario Franciscano Beato Juan Diego en el cerro de la Mira, Acapulco, Gro. En esa casa murió de un ataque masivo al corazón, mientras se preparaba para Celebrar la Santa Misa el 4 de Mayo de 1994, falleciendo en los brazos de su Superior General que se encontraba de visita. El Padre Alberto Nitz, hombre santo, digno hijo de San Francisco de Asís, fue un sacerdote muy espiritual, excelente director espiritual, de una calidez humana increíble, y muy estimado tanto por los fieles como por el presbiterio de Acapulco. Siempre sonriente, siempre afable, incansable en el trabajo pastoral. Un servidor fue su indigno sucesor en la Capellanía del entonces Beato Juan Diego en el cerro de La Mira. Y cómo olvidar a otros conventuales que amaron Acapulco; el Padre Juan Calgaro, y el incansable hermano Pascual, cuyas biografías están pendientes.
         En esa misma casa Juan Diego, posteriormente, el muy bien recordado Monseñor Rafael Bello Ruiz, vivió sus últimos días, hasta su muerte, el 6 de julio de 2008.
         Los hijos de francisco son de Acapulco, y Acapulco es de los frailes, entre ellos el Beato Bartolomé Días-Laurel, preexcelso hijo de Acapulco.


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