viernes, 11 de septiembre de 2020

LA INDEPENDENCIA Y LA PARROQUIA DE ACAPULCO

LA INDEPENDENCIA Y LA PARROQUIA DE ACAPULCO.
 Pbro. Lic. Juan Carlos Flores Rivas.

En términos generales, debemos decir que si la historia del siglo XVIII de la Iglesia de Acapulco estuvo marcada por los movimientos de la naturaleza, el siglo XIX estará marcado por otros movimientos de naturaleza mucho más impredecibles, los movimientos humanos: la revolución de independencia.

 Sin faltar claro está la naturaleza que nunca deja de moverse. El investigador y perito en historia por la Universidad Nacional Autónoma de México PETER GERHARD en su obra: Geografía histórica de la Nueva España, 1519-1821, nos dice que Acapulco, para inicios del Siglo XIX no era más que una humilde población: El padrón de 1792 muestra en total de 5679 no indios (individuos), formado por 122 españoles, 19 castizos, 122 mestizos, 5307 “pardos” (incluyendo filipinos) y 109 morenos; en ese año había en la jurisdicción dos haciendas y 32 ranchos.

La Parroquia de Acapulco inicia el Siglo XIX siendo Párroco Don FERNANDO DE LA VEGA, quien aparece como Cura de Acapulco desde 1799.

 Eclesiásticamente, sabemos, este vecindario se encontraba ocupado en dos procesos que corrían paralelos: uno, que inicia en los años 1800-1805, consultas para la creación de un Obispado en la Provincia del Mar del Sur o de Acapulco (expediente en AGN); y otro, el 28 de Junio de 1809, cuando el cura y el vecindario de Acapulco solicitan licencia para construir y trasladar nueva capilla de Nuestra Señora de la Soledad, y para formar la Cofradía correspondiente (expediente en AGN).

Para 1806, asume como Párroco Don JOSE MARIA DE LA TORRE..

En 1809 Don JUAN JOSE VILLANISAN. Aparece como Párroco de Acapulco (AGN. Negocios Eclesiásticos. Justicia E, vol. 11, Exp. 1, f. 181). Tocará a este Ilustre Bachiller, como Cura y Juez Eclesiástico, solicitar al Soeberano Fernando VII, licencia para construir y trasladar nueva Capilla de Nuestra Señora de la Soledad, el 28 de Junio de 1809. Explica en la solicitud, que la Virgen de la Soledad se venera especialmente por los navegantes, quienes han entregado limosnas importantes para este fin, pero sobre todo, porque la Capilla actual, de modestas dimensiones, se encuentra en lugar indecente, junto a una pulpería. Firman con el Señor Cura, los principales del Puerto: Manuel de Orozón, Joaquín Aguiñiga, Francisco de Yrure, Simón de Adrián, Joaquín Doria, Juan Puyol, Nicolás Molina y Chico, Pedro de Jesús Piza, Francisco Suárez, Blas Pablo de Vidal, José María Vergara, Mariano Miguel de la Parra, y José Dimayuga (expediente en AGN).

Mientras tanto, en ese misma fecha, el Arzobispo de México Don Francisco Javier De Lizana, concede licencias eclesiásticas para el establecimiento de la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad. Y el 16 de Julio del mismo año el Virrey Gobernador Don Pedro Garibay, junto con el Arzobispo de México, conceden licencia para construir la Capilla.

 En Agosto de 1810 un fuerte huracán hizo levantar el mar hasta bañar con sus olas las paredes del Templo Parroquial. Inmediatamente se comienza la Construcción de la Capilla de Nuestra Señora de la Soledad, que quedará interrumpida por la Guerra de Independencia. 

Parecía una premonición, pues ese mismo año la Feria de la Nao de China fue suspendida, en el horizonte se avistaban ya los nubarrones de la guerra de Independencia. El 20 de Octubre de 1810 Morelos recibe la orden de apoderarse de Acapulco por parte de Don Miguel Hidalgo y Costilla.

El 11 de noviembre de 1810, Morelos acampa en Pie de la Cuesta. El 13 de Noviembre de 1810, Ocurre el primer enfrentamiento entre las fuerzas de Morelos y las de Luis Calatayud en El Veladero. El 14 y 15 de Noviembre de 1810, Morelos acampa en el Aguacatillo y ocupa el Paso Real de la Sabana. El 17 de noviembre de 1810, Morelos expide un bando en el Aguacatillo por el que se suprimen la esclavitud y las castas.

Entre tanto, el 8 de Enero de 1811, El Virrey de Nueva España resuelve favorablemente su voto sobre la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad de Acapulco.

 El 3 de Mayo de 1811. Morelos nombra a Hermenegildo Galeana su Lugarteniente cuando se encuentran en la Sabana.

La campaña militar que el Generalísimo Don José María Morelos y Pavón lanzó contra el Puerto y el Castillo ha quedado magníficamente plasmada en crónicas cuyo realismo nos hacen recordar las grandes batallas de todos los tiempos, los heroísmos inmensos de parte de ilustres personajes, de tropas que sostienen con rigor militar la lucha, pero sobre todo pueblos que resisten con dignidad sostenidos por sus ideales.

 Ante la incertidumbre en que se encontraban los habitantes de Acapulco, así como también las tropas que la guarnecían, las autoridades y vecinos elevaron plegarias para que volviera la paz en la Nueva España y puestos de acuerdo, celebraron con toda solemnidad funciones religiosas en honor de la Virgen Nuestra Señora de la Soledad. El 8 de Diciembre de 1812 se juró en el Castillo de San Diego por Generala de las Tropas Realistas de Acapulco y Patrona de la Ciudad, a Nuestra Señora de la Soledad, en presencia de la oficialidad y el vecindario, con toda la tropa sobre las armas; y en señal de tan devoto acto, el Gobernador interino de la Plaza D. Pedro Vélez, le puso a la Santísima Imagen la Banda de General y un bastón en las manos con puño de oro. Esta ceremonia tuvo lugar un día martes. (Cfr. Revista “Catedral”, Chilapa. 20.Sept.1953). Los actos incluyeron una procesión por las calles del puerto siendo escoltada la sagrada imagen por una guardia especial que rindió pleitesía de acuerdo con la ordenanza militar (Cfr. Tomás Oteiza, Acapulco, la ciudad de las naos de oriente y de las sirenas modernas, Ed. Diana, pp. 191-192).

 El 12 de Abril de 1813, el Generalísimo Morelos ataca y entra en la ciudad de Acapulco; la ciudad fue saqueada e incendiada; Morelos se apoderó del Curato, que no contaba todavía de Templo, ni altar, ni urna; entre las perdidas se cuenta el Archivo de la Parroquia.

 En medio del fragor de la batalla la fe, que incipiente se muestra informando estos momentos de crisis. Por ejemplo durante el sitio que los insurgentes sostienen contra el Fuerte de San Diego en 1813, Tomás Oteiza nos transmite una descripción dantesca: “Un cuadro de horror era el que se contemplaba en los patios y corredores del Castillo; niños famélicos por falta de alimentos sanos y de agua no podían resistir la deshidratación que el calor canicular les causaba, morían casi a diario; de igual manera muchas mujeres que no soportaban aquella tragedia que cada día pasaba se hacía más amarga al ver perecer de hambre y de sed a sus hijos tomaban también el camino de la madre tierra”,... Pero en medio del dolor, se imponían sesgos de humanidad: “Casi todos los días había una tregua, cuando el sacerdote llegaba al Castillo para ayudar a bien morir y administrar los últimos sacramentos a las víctimas de aquella lucha sin cuartel, víctimas inocentes la mayoría. Las avanzadas insurgentes suspendían sus movimientos bélicos, santiguándose reverentes ante al paso del Santo Viático (la Eucaristía) que era llevado en aquel entonces al toque de campanillas por las calles a veces a pie y otras en carreta. Eran aquellos momentos de expectación aún en aquella lucha sin cuartel, por el respeto que guardaban unos y otros a la Religión Católica que profesaban. Cuando sacaban los cadáveres por el puente levadizo para enterrarlos en la fosa que circunda a la ciudadela, precedidos por la cruz alzada de la parroquia, seguidos por el sacerdote que rezaba los salmos del “miserere” pidiendo a Dios clemencia por el difunto, un completo silencio dominaba, escuchándose sólo los lastimeros “ayes” de una madre y de sus familiares, mitigados por el susurro del viento al rozar el follaje de los bocotes cercanos.
 Tal era el escenario de aquél tétrico lugar, donde se conjugaba el valor con la abnegación, ante el corazón inconmovible con temple de acero del Gobernador del castillo, que firme en sus decisiones soportaba estoico y sin inmutarse aquél cuadro de dolor, aquellas escenas desgarradoras, rompiendo el fuego en cuanto el sacerdote había cumplido su misión”.

La Fortaleza de San Diego capitula el 20 de Agosto de 1813. Termina la Cuarta campaña de Morelos.

Para 1814 entra en escena Don FELIPE CLAVIJO, Párroco de Acapulco de 1814 hasta 1830.

El 9 de Abril de 1814, Morelos ordena a Isidoro Montes de Oca incendiar Acapulco. Y el 12 de Abril de 1814, Morelos se dirige a Tecpan, mientras Hermenegildo Galeana permanece en el Veladero y Juan Alvarez en Pie de la Cuesta y el Bejuco.

El 13 de Enero de 1816 tiene lugar la Protocolización de las Constituciones provisionales de la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad de Acapulco, hechas en Junta por el Señor Gobernador Interino de esta plaza Primer Teniente de Castellano de su Real Fuerza Capitán Don Pablo Francisco Ruvido, con asistencia del Señor Cura Párroco de esta doctrina Bachiller Don Felipe Clavijo y los tres vecinos promotores de esta piadosa fundación y como lo son Don Manuel de Oronoz, Don Juan Molina, y Don Blas Pablo de Vidal.

En este testimonio, se distingue que la Imagen de la Santísima Virgen de la Soledad no estaba en el Templo Parroquial, y que éste último era distinto a la Capilla de la Virgen. Cláusula 12: “Celebrará cada año esta devota Cofradía la fiesta de Dolores de Nuestra Señora en su día, en que se deberá celebrar de cuenta de ella, en la Iglesia Parroquial de este Puerto, mientras no se concluya la Capilla que se está fabricando a la Santísima Virgen, el número de las Misas Rezadas que se pueda por la intención de los Cofrades vivos, y almas de los ya difuntos, también deberá costear los Viernes Santo por la noche el Pésame a Nuestra Señora de cuyos gastos llevará exacta cuenta el Mayordomo Tesorero” (AGN. Negocios Eclesiásticos. Justicia E. vol. 11, Exp. 1, f. 164).

En 1816, se conoce la Proclamación de la Bula “Universi Domici Gregis”, del Papa Pío VII, con la que se erige canónicamente la nueva Diócesis de Chilapa, pero esta no se pudo ejecutar por la revolución de independencia.

El 6 de Febrero de 1816, el Doctor Sánchez, solicita al Arzobispo de México, a nombre de los vecinos del Puerto de Acapulco movidos de la devoción que profesan a María Santísima Señora Nuestra en el paso de su Soledad, que apruebe las constituciones, por lo que toca a su jurisdicción ordinaria, y el 8 de Febrero de 1816, El Provisor y Vicario General del Arzobispado de México Don Félix Flores Allaforri, aprueba las constituciones. Refrenda el documento con su Firma y rúbrica Juan Mariano Díaz, Notario Oficial Mayor (AGN. Negocios Eclesiásticos. Justicia E. vol. 11, Exp. 1, fs. 166-167).

Otro documento de particular importancia es el expedido el 31 de Mayo de 1816. En 14 folios, voto razonado de Sagarzurrieta, con un análisis exhaustivo sobre la petición, constituciones, y aprobación eclesiástica en torno a la Cofradía de la Virgen de la Soledad. Presenta objeciones, entre las cuales: “Que aunque en la constitución 12, se señala por lugar de la Cofradía la Iglesia Parroquial de Acapulco, se añade que esto sea mientras no se construya a Capilla que se le está fabricando a la Santísima Virgen, sin explicarse dónde y con qué autoridad se ha emprendido esa fábrica, lo que conviene que se aclare por los disturbios que luego suelen experimentarse sobre el uso y gobierno de tales capillas destinadas a cofradías, de que el Fiscal ha viso exemplar en la Cofradía del Rosario del Pueblo de Acapulco”.

El 28 de Junio de 1816, el Virrey de Nueva España resuelve favorablemente su voto sobre la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad de Acapulco. aparece como Agente de este negocio eclesiástico con amplios poderes Don Vicente Garviso, apoyado por el Capitán Don Pablo Francisco Ruvido, Capitán de la Compañía Veterana Fija, Primer Teniente de Castellano y Gobernador Interino de la Plaza; el Cura Bachiller de esta Ciudad Don Felipe Clavijo; Don Manuel de Oronoz, Administrador de Correos; Don Blas Pablo de Vivall, Administrador de Tabacos; Don Juan Antonio de Rivas, Guarda Mayor y garita; Don José Miguel de Nava, Capitán de la Tercera Compañía de Milicias de la Quarta División; Don Joaquín Zenón de Doria, Teniente retirado de la misma; Don José María Vergara, igualmente Subteniente retirado Don José de la Peña y Brena; Don José María Oteiza, Don Elías de Avila, Don Rafael Eslava.

El documento signado el 25 de Septiembre de 1818 nos confirma la devastación eclesial en la que se encontraba el Puerto de Acapulco. El Apoderado Garviso pide se agilice el trámite dado que: “…los fondos cortos con que entonces contaba, se han invertido, parte en la conclusión de la Capilla, y parte se ha arruinado por los acontecimientos del día; y la deboción que era ferborosa, se ha entibiado notablemente, asi por la suspensión que ocacionó lo resuelto por ésta Superioridad, como por que faltando la corporación o gobierno económico, que debía sistemar la colecta e inverción de las limosnas, con que manifiestan su generosa caridad aquellos vecinos, se retraen los sematos de continuar la temiendo, con fundamento, que no llegue a verificarse el loable objeto que los anima. El resultado debe ser, que amortiguada enteramente su intención, quede aquella Soberana Imagen sin el culto que merece, y el Pueblo todo de Acapulco sin los auxilios espirituales con que contaba, y de que tanto necesita; pues a causa de la penuria de los tiempos, y de las consecuencias de la funesta insurrección que lamentamos, tienen que oir Misa en la plaza pública, por no haber allí un templo en que puedan elevar sus votos al Altísimo con el recogimiento y decoro que es indispensable”.

La respuesta de la Corona llegará tarde, pues está fechada el 10 de Diciembre de 1819. No obstante, la devoción se impone. El 6 de Enero de 1820 es instalada la Imagen de Nuestra Señora de la Soledad, al terminarse la reconstrucción del Templo. Se cantó Misa Solemne, el Sermón lo predicó el Señor Cura D. Felipe Clavijo. Hubo salvas de artillería y repique de campanas, con asistencia del Ayuntamiento y de la población y del Gobernador D. Nicolás Gándara y de toda la oficialidad, así militar como de oficina; toda la tropa de la guarnición sobre las armas, hizo sus descargas de ordenanza. (Cfr. Revista “Catedral”, Chilapa. 20.Sept.1953).

Todavía para el 6 de Enero de 1821, conforme a los protocolos vigentes novohispanos, el Ayuntamiento de Acapulco en pleno, en cuerpo de Cabildo y bajo mazas de plata, asiste a la Misa de Función, de la Parroquia de Acapulco, siendo Alcalde Don José María Egeo.

En 1821, Consumación de la Independencia. El concierto de naciones comienza a reconocer la existencia de un nuevo país: México. Comienza un nuevo proceso que fastidiará la consolidación de la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, y todos los asuntos eclesiásticos: la cuestión del Patronato.

Todavía para el 20 de Febrero de 1822, Don Vicente Garbiso por el vecindario de Acapulco, pide a Su Alteza Serenísima, Don Agustín de Iturbide, se digne ratificar la Real aprobación de la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, y mandar expedir a fabor de sus partes, la constancia o Rescripto necesario para conseguir el fin de sus Misas. Pero los tiempos son adversos, y la iniciativa fuera de lugar, el 22 de Febrero de 1822, la Regencia del Imperio Gobernadora Interina por falta de Emperador, decreta: Que se suspenda este asunto (la erección de la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad en Acapulco) hasta que se resuelva sobre Patronato. Firma: José Domínguez. Al margen, una leyenda: Habilitado por el Imperio Mexicano para el año de 1821. Primero de su Independencia. Segundo sello, dice: Rúbrica. Habilitado por el Imperio Mexicano para el bienio de 1822 y 1823. Segundo y tercero de su independencia (AGN. Negocios Eclesiásticos. Justicia E. vol. 11, Exp. 1, f. 157).

 Así se queda la solicitud de la Cofradía, y con ello la devoción a la Virgen de la Soledad, pero no así la recién terminada Capilla, que pasará a ser en adelante el nuevo Templo Parroquial. Oficialmente, la guerra de Independencia termina en 1821, no así las revueltas, de modo que en 1830,  más de 100 sacerdotes son confinados al Castillo de San Diego por el Gobierno Republicano, para ser deportados después por vía marítima.

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