sábado, 30 de enero de 2010

V. ENTREVISTA A MONSEÑOR FELIPE AGUIRRE FRANCO, ARZOBISPO DE ACAPULCO.


ENTREVISTA A MONSEÑOR FELIPE AGUIRRE FRANCO, ARZOBISPO DE ACAPULCO, REALIZADA POR LA HERMANA ADRIANA MAZA COUTIÑO, DE LAS DISCIPULAS DE JESUS BUEN PASTOR.

Capítulo V: SEMINARIO: FOJADOR DE UN PASTOR

Ingreso al Seminario de la mano de mi Mamá. Mi ingreso al Seminario fue un día 23 de octubre de 1945, el año de la bomba atómica y también es el año en que se descubrió en Alemania oriental, por una científica, la píldora anticonceptiva, no sabemos cuál de estos dos acontecimientos produjo más destrucción en el mundo; yo creo que el segundo.
Ingreso al Seminario de la mano de mi Mamá, yo era un chico de once años con mi belicito de madera con bisagra de metal, y su candadito para que fuera más seguro, pesaba más el beliz que lo que traía adentro.
Al llegar al Seminario me recibe el P. Enrique Luna que era el Prefecto y Capellán del Templo de la Merced, ahí en Lagos de Moreno, me acuerdo que estaba descubriendo una imagen de la Virgen de Ntra. Señora del Sagrado Corazón, una imagen que desde entonces comenzó a ser muy venerada en Lagos de Moreno, así que de la mano de mi Madre del Cielo que me dio Cristo y de la mano de la Madre de la tierra que me enseñó a quererlo, entré yo al Seminario, ahí estaban las dos imágenes: la de la Virgen de Ntra. Sra. Del Sagrado Corazón y la de mi Mamá; en cuanto el P. Luna terminó de desempacar y ver cómo había llegado la imagen, le dijo a mi Mamá: “ya déjemelo aquí, lo voy a inscribir”, y me anotó, “¿de dónde vienes? ¿Cómo te llamas?... “, “ah! Tu eres hermano de Ascensión y Eustaquio”, ellos estaban ahí en tercer año. Luego, mis hermanos me ayudaron a acomodar mis cosas en el dormitorio donde me tocaba junto con otros compañeros, era un patio de cuatro corredores y que tenía habitaciones a los lados, estaba a un lado del Templo de Ntra. Sra. De la Merced y de una torre alta, de la que al poco tiempo me nombraron campanero.
Mi deseo sacerdotal se perfecciona a través de la vida. Las situaciones que bullen en mi interior son las del niño que tiene el deseo de ser Sacerdote pero, un deseo que se perfecciona a través de la vida, yo considero que es el mismo deseo de ser Sacerdote el que tuve antes de entrar al Seminario, el que tuve al entrar a los once años y el deseo que proseguí teniendo en filosofía, teología y aún ahora, de tal manera que si volviera a nacer le pediría a Dios que me llamará nuevamente a ser Sacerdote.
El ambiente de mi familia. Mi Familia vive en estos momentos situaciones de penurias económicas, era el tiempo en que el trabajo de mi Papá ya no valía gran cosa, por que mi Papá hacía más bien tallas de madera artística sobre el cedro, y además era un trabajo muy entretenido. Ya mi Papá era más grande, tenía más de 50 años, su trabajo era lento, además de que ganaba alguna cosa por ser sacristán y también por ser carpintero, tiene muchas obras de arte como carpintero, que bien podríamos hacer una exposición de Don Inocencio Aguirre, ahí en mi pueblo natal.
El ambiente que se vive en el Seminario de Lagos de Moreno, en este tiempo es hermosísimo aunque yo era un muchacho irresponsable, divertido, alegre, aún participaba con voz de niño en los coros, recuerdo que me tocó cantar en la Parroquia la Misa Primera Pontifical del autor Lorenzo Perossi, yo escuchaba cantar detrás de mí a los tenores, bajos, contraltos y yo trataba de sostenerme en mi voz de soprano. Tuve un maestro de música muy bueno, que aún vive, es el Profesor Pepe Hernández Gama, ahí tuve oportunidad de reafirmar los conocimientos que yo llevaba de la Chona.
El ambiente del Seminario es estudio, actos piadosos muy fervorosos por estar tan cerca al Templo de Ntra. Sra. de la Merced que tenía una piedad muy fervorosa; recuerdo que un mes de mayo estaba repartiendo los boletos a los niños y el Padre interrumpió el sermón porque le estaba distrayendo a la gente y a los chiquillos y me dijo: “Seminarista, no es hora de estar repartiendo ahorita los boletos”, y me salí muy despacito con la cola entre las patas, me fui a la Sacristía y me dije “ni modos para que ando haciendo cosas indebidas, muy merecido lo tengo”.
En ese ambiente de piedad, de campanas, de coros, de deportes, por que eso sí llegaba el jueves y nos íbamos a jugar o fútbol o béisbol al campo deportivo, o íbamos al cerrito de la cruz que está ahí cerca junto al barrio del Refugio, ahí habían biznagas chiquitas, les llamábamos chirlos a unos botoncitos rojitos que eran agritos y que cosechábamos en el campo entre las piedras o, bien, íbamos a matar pájaros, o lagartijas o víboras con la resortera.
Ahí estaban mis Hermanos y yo era un irresponsable que les dejaba a ellos cualquier cosa que yo necesitaba.
Mis Maestros fueron el P. Enrique Luna que era el Prefecto, el P. Antonio Hernández que era capellán de un Templo de ahí y luego llegó de Roma el P. José González Bodongón, un Padre muy inteligente que nos estimó mucho.
Cómo me acoge el Seminario? Yo gozaba de simpatía con mis compañeros y con mis formadores pero todavía como niño, tenía muchos amigos, recuerdo que como seguido fallaba la luz y había una luz muy tenue en la noche los mayores de tercer año nos contaban cuentos de espanto y que como había sido un monasterio antiguo en los corredores de la Merced se aparecía la Monja sin cabeza... era pues un ambiente de compañeros donde estaban los más grandes, de tercer año entre ellos mis hermanos y nosotros éramos los más chicos.
Recuerdo a algunos como a Pablo Macías, otros que entraron de Santa María de la Paz, cerca de Arandas, uno de ellos era bien flojo, le decíamos el “bocas” porque siempre traía la boca abierta, y otro de cuyo nombre ya no me acuerdo, pero si recuerdo que fuimos de paseo al cerro de La Mesa Redonda, ahí donde pelearon los cristeros y estuvo Victoriano Rodríguez “El Catorce” que peleó contra el gobierno y mató a más de catorce policías que habían ido por él, por eso le llamaban “el catorce”. Es un cerro redondo, completamente plano arriba, desde lejos se ve muy hermoso. Subimos a La Mesa Redonda que está a unos 12 kilómetros de Lagos de Moreno, llevábamos nuestro lonche cargándolo, nuestra bolsita con tacos, pero él por flojo ya no quiso seguirlos cargando y los tiró y ya le dijimos “tarugo, por qué los tiras” y ya que estuvimos arriba hicimos la fogata y éste muchacho andaba viendo haber quién le daba un taco y yo les aconsejaba “no le den, no le den por que tiró sus tacos para que sepa lo que es ser flojo y no ande tirando la comida por que Dios lo castiga” yo no le quise dar ningún taco.
Me acuerdo que jugaba béisbol y curveaba la pelota como pítcher y así fue un ambiente muy hermoso el Seminario de Lagos de Moreno.
San Juan de los Lagos igualmente fue muy hermoso, nada más que ahí ya no estaban mis hermanos, ahí comenzó a darme la enfermedad de la Mamitis, una enfermedad que comienza por aquí en el corazón que pasa por el esternón luego se sube hacía arriba se hace un nudo en la garganta y sale por los ojos; me acordaba mucho de la casa, de mi Mamá, de mi Papá, de mis amigos, de mis juegos. En el Seminario había un piano que quería tocar alguna canción de mi pueblo para acordarme y me ponía romántico, triste y un día le dije al Padre José Guadalupe Padilla, que ahora es Obispo: “yo creo que no voy a aguantar aquí en el Seminario, mejor me voy a salir” me dijo “no, espérate, esto pasa pronto”, como diciéndome “espérate, que no eres hombre, falta tiempo, eso se va a quitar, eso se pasa pronto”.
Pero yo estaba que no me calentaba ni el sol por el recuerdo de mis familiares, se me hacía triste el estirón de venirme de la casa y eso que estábamos a unos cuantos kilómetros como a 30, íbamos nomás de cuando en cuando de vacaciones a la casa. Había vacaciones solamente de Pascua y de fin de año.
Qué hacía yo en un día ordinario en el Seminario? El levanto casi siempre era alrededor de las seis, seis y cuarto, y después de media hora de adoración íbamos a la meditación, en Lagos de Moreno nos leían “El manual de sólida piedad”, del P. Vercruyase, me acuerdo que no le entendía nada, y preguntaba “¿qué no te das cuenta? ¿ Oyes y te da risa?” y decía yo “de qué me da risa si no sé ni qué me están diciendo?” y luego a los que nos dormíamos, el Cuadjutor nos arrodillaba enfrente al centro y había ocasiones que era enfrente de la gente por que era en el Templo antes que comenzara la Misa. Aunque fuera en nuestra Capilla nos hincaban a los que nos estábamos durmiendo. Tenía un compañero que era muy dormilón, era un ranchero de la Hacienda “El Ahito”, por más que se ponía saliva en los ojos y botellitas de agua no se le quitaba el sueño; un día con todo y botellitas se andaba cayendo a pesar de que estaba de pie por que era un sueño muy pesado el que tenía.
Los retos más grandes que tuve en el Seminario. Uno fue el comenzar a adentrarme en lo que era realmente la formación integral: humanística, espiritual, sacerdotal que necesitaba en esos años, creo que cuando estaba en tercer año me llegó más la seriedad, tenía trece años, comencé a transformar un poco mi modo de vivir, de pensar, de comportarme, de relacionarme con los demás, hasta me dijeron que me estaba haciendo muy santo, y algunos de los que eran más diablillos, a veces, me choteaban diciéndome que era de los santos.
Posteriormente al pasar a San Juan de los Lagos, es decir, cuando terminé el tercer año, recuerdo que empecé a echar “gallitos”, es decir, cuando ya se empieza a enronquecer la voz, ya no podía tener la voz de niño, ya había cumplido los catorce años.
Al año siguiente entramos al Seminario de Guadalajara para cursar el cuarto año, ahí fuimos a terminar las humanidades, lo equivalente a Preparatoria de hoy.
Para mí fue muy dura la experiencia de ese paso de la infancia a la adolescencia, ya no era el mismo muchacho vivaracho de antes, el que tenía muchas cualidades; al llegar a Guadalajara la cultura de los muchachos que estaban ahí era de otro estilo, otro modo de ser y a nosotros los que llegábamos del pueblo nos minusvaloraban mucho y yo también era un muchacho atarantado, adolescente con cara de menso, de tonto, por que así es cuando uno pasa de la infancia a la adolescencia, como que no haya uno su lugar: quiere uno actuar como grande y no puede, quiere uno actuar como niño y cae mal, entonces se ve lo atolondrado con que llega uno, y tuve compañeros muy duros para conmigo que trataban de hacerme la vida pesada.
Hubo algo que me ayudó mucho a superar todas estas crisis como fue el Director espiritual y todos mis formadores, no tanto porque yo delataba a los que me daban lata sino por que no sabía de qué manera comportarme: si hablaba por que hablaba, si no hablaba porque no hablaba, de esas ocasiones en que uno no sabe exactamente cómo acomodar su personalidad.
También comenzó a entrarme esa etapa de escrupulosidad, de no saber hasta donde podría ser pecado o no cualquier cosa que me acontecía en mi interior o hacia el exterior y entonces tuve una cercanía muy grande con el Confesor y con los Padres espirituales para poder llevar a cabo una integridad constante de vida durante el seminario para así presentarme al Sacerdocio y poder hacer todas las promesas solemnes que hace un Sacerdote.
Tuve también que afrontar más dificultades en los estudios, pues se me hizo muy duro cuando ya en latín, en una ocasión, no pude contestar algunas preguntas, me sentí muy mal, recuerdo que me puse a llorar pues me pasaron de misericordia pero no pude contestar nada porque me ganó el sentimentalismo; sin embargo, fue la materia más gustada para mí, el cuarto y el quinto para mí fueron muy brillantes en cuanto al latín, tuve algunos exámenes de lucimiento, es decir, exámenes públicos a los que asistía el Sr. Obispo y todos los Superiores de los dos Seminarios Mayor y Menor, me tocó hacer exámenes de honor, exámenes públicos, por ejemplo: de biología, y de otras materias en las que pude sacar algunas materias sobresalientes de humanidades, sobre todo recuerdo mucho el latín.
Algunas cosas que marcaron mucho mi forma humanística de formarme fue el teatro, las actuaciones, la declamación, la oratoria, el escribir, el gusto por los Medios de Comunicación, el hacer programas de radio, hacer algunos reportajes muy elementales, el hacer algún boletín, alguna revista, el participar en algún artículo de la revista del Seminario.
Vivencias que sellaron mi modo de vivir consagrado a Dios. Una devoción muy profunda a la Santísima Virgen María en San Juan de los Lagos, desde que estaba yo ahí, le profeso una devoción muy tierna, constantemente estaba de rodillas en su Basílica y ante cualquier otra advocación de la Santísima Virgen. Se me grabó mucho que “el que es verdadero devoto de la Virgen María no fallará en su vocación.”
Leí y profundicé en ese tiempo la Historia Sagrada pero también marcaron mucho mi vida la lectura de los libros de los grandes maestros de la vida espiritual como Sta. Teresa de Jesús, Sta. Teresita del Niño Jesús, el P. Alfonso Rodríguez de la Compañía de Jesús, el P. Luis de la Palma también de la Compañía de Jesús; leí “La Vida de Cristo” de Jeovani Papini, “La Vida de Cristo” de Riccioti, leí los libros de La Cristiada de diferentes autores, también leí algunas obras de San Buenaventura, San Bernardo, y desde luego los Ejercicios de San Ignacio de Loyola, los Comentarios a los Ejercicios, Vidas de Santos, el Héroe de Molocai, que es el P. Damían, la vida de San Pío X, de Sto. Domingo Savio, leía las revistas de Juan Diego; la revista Abside me gustó mucho porque era una revista de literatura que mucho leí en aquellos años, me gustaba ver en esa revista como escribían los poetas de México, muchos de ellos con temas religiosos, ahí fue cuando conocí los escritos de Mons. Joaquín Antonio Peñalosa, del Sr. Méndez Plancarte, de Alfonso Junco, un gran poeta de Querétaro, Amado Nervo, Esther M. Alinson, me gustaba leer a Gabriela Mistral, etc.
Un grande maestro que tuve desde el cuarto año de humanidades y que siguió también en la Filosofía y la Teología, fue el Sr. Canónigo Mons. José Ruiz Medrano; era un genio como músico, como escritor, como poeta, como orador; nos dio clases de literatura, de oratoria sagrada, de teología dogmática y un gran Director del Coro “Schola Cantorum” del Seminario. Yo aprendí mucho de él.
Todo esto marcó mucho mi vida. No cabe duda que son grandes hitos importantísimos en la formación del Seminario los Ejercicios Espirituales, los que recibí de toda índole, generalmente nos lo daban los Padres Jesuitas.
Pero desde luego el Director Espiritual marca mucho el modo de caminar en el Seminario, así me marcó mi Padre Espiritual en Lagos, en San Juan, en Guadalajara. Recuerdo que ya después en filosofía y teología el Padre espiritual Don Tomás Ramírez, de la Compañía de Jesús, era un hombre que ahí se avejentó hasta que murió fue Director Espiritual de nosotros. Hablaba a media lengua por que decía “vamos a ver mi Señor Don Felipe de Jesús, vamos a ver qué nos dice usted?, qué hay de esa vida mi Señor, qué hay de esa vida?” y ya le platicaba.
Marcaron mucho mi vida los sueños de juventud: pensé irme de misionero a las misiones extranjeras y un día que fue el Obispo del Seminario de Misiones Santa María de Guadalupe para las misiones extranjeras de México, del cual era fundador, Mons. Alfonso Escalante, yo fui junto con otros dos compañeros, que por cierto sí se fueron de misioneros, para ofrecerme, pues yo tenía inquietudes de irme de misionero, estaba en quinto año de humanidades en Guadalajara, el Sr. Obispo Escalante nos dijo: “como no”, nos indicó cuales eran los pasos que teníamos que dar, yo tenía deseos de ser misionero ad gentes, algo más que la propia tierra, que el propio ambiente... pero el Padre Espiritual después de ver que no estaba yo muy bien determinado, que había en mi otras características, que no me aclaraban bien que ese era mi camino, me dijo: “Dn. Felipe usted ha de saber que estas decisiones se toman cuando usted esté más seguro porque una decisión de por vida no debe de tomarse ni a la ligera, sino teniendo todas las certezas, mi Señor, y parece que aquí no tenemos todas las cualidades así como para que tome usted una decisión de por vida, bueno será mi Sr. Dn. Felipe que se espere un poco, para que usted vea lo que de verás le pide Dios, así que hay que esperar un tiempo”. Y así me tuvo esperando y llegó el día de mi Ordenación Sacerdotal y me dijo que después cuando fuera Sacerdote si persistía el deseo, que entonces hiciera mi opción por las misiones.
Fue pasando el tiempo... con ese deseo misionero, un día le dije a la Virgen de Guadalupe: “yo quiero ser alguien como Juan Diego que lleve rosas del Tepeyac, haber a dónde, yo quiero llevar rosas del Tepeyac a mis hermanos.
Ahora comprendo por qué me ha tocado trabajar mucho en la Pastoral Indígena, pero ese fue uno de mis escritos en los Ejercicios Espirituales.
¿Otras crisis? Puedo decir que es una de las cosas raras que han pasado en mí que no he tenido crisis así como para dudar de mi vocación sacerdotal, a veces hasta me llegué a preocupar por qué mis demás compañeros tenían crisis: “que si seré, que si no seré...” iban y venían con el Padre Espiritual cuando ya se llegaba el tiempo de las órdenes sagradas y yo tuve siempre el mismo deseo, como lo sigo teniendo ahora, de ser Sacerdote; pero no hay otras crisis más que de la edad, las del tiempo y las normales y las dificultades que hay que superar.

Los sueños, ideales
que se fueron forjando en mi corazón
durante estos largos años en que la semilla permaneció en el surco

Sacerdote en un pueblo chiquito... Yo tenía deseos de ser un Sacerdote en un pueblo campesino, chiquito, donde yo fuera amigo de toda la gente y hasta soñaba con tener un caballo grande, grandote y negro, para poder ir a todas partes y estar muy cercano a toda la gente... soñé así como sueñan todos los enamorados, así yo también muy enamorado de mi sacerdocio soñé en ser un Sacerdote al estilo del Santo Cura de Ars, entregado a santificar todo un pueblo y ganar todo un pueblo para Dios con la oración, con el sacrificio, con la predicación, con los sacramentos y hasta mi Mamá decía: “¡ah, qué bonito sería cuando ustedes fueran Sacerdotes que les tocara un pueblo como Jalostotilán”, yo pensaba en un pueblo pequeño así como en Chiapas, Bochil, pero siempre me tocó estar en ciudades grandes o estar en el Seminario.
Promoción de la Familia... Otro de los sueños grandes que tuve fue el de poder impulsar una promoción de la Familia, para que hubieran muchas familias que pudieran dar toda clase de vocaciones, desde donde se edificara la Iglesia; pensé mucho en la Familia, pensé mucho en los niños, encauzar a los niños, a los jóvenes.
Pensé también en fundar una Congregación que quisiera promover la liturgia, era entre broma y de verás pero sí pensaba en una Congregación que fomentara la liturgia musical, hasta decía yo que tuviera en su hábito unas guitarritas, y unos órganos y unos magueyes y unos nopales algo así... que expresara el deseo de promover la liturgia musical en México pero, solamente era un sueño, sin embargo sí pensé en que podíamos formar mucho en la liturgia de la música, lo cual nunca se me ha realizado gran cosa; sin embargo, sí pensé en que se pudiese hacer mucho en este campo.
También soñé en los Medios de Comunicación social. Soñé mucho en las misiones, sobre todo pensé en un SACERDOCIO SANTO.
Coadjutor casi todos los años de mi formación. Casi todos los años desde que estuve en segundo de filosofía el Sr. Sepúlveda me llamó para ser Coadjutor, o sea, colaborador suyo y en eso perdía bastante tiempo de estudio, para dedicarme a ayudarlo en la promoción de la asistencia a los muchachos que estudiaban en el Seminario Menor; en tercero de filosofía tuve que estar un mes en México y ya interrumpí ese servicio, ese año lo dediqué más a la formación musical y fue cuando adquirí el diploma en canto gregoriano en el Seminario en el tercero de filosofía, después de eso fui director del coro de gregorianistas del Seminario Mayor.
Personas que influyeron y motivaron mi perseverancia y mis grandes ideales por ser Sacerdote. Desde luego el deseo de servir a tantas necesidades, ver a tantos necesitados en el mundo y ver que el Sacerdote está hecho para servir a todos, especialmente a los más necesitados. También me ayudaron mucho mis Padres que una vez dijeron “ustedes déjennos a nosotros, no nos hemos muerto de hambre, la Providencia siempre nos ha ayudado así que ustedes sigan en su propósito” y también el Padre Prefecto, el Padre Espiritual, otros grandes hombres que influyeron mucho en mi formación son el Sr. Carderal, que de Dios goce, José Salazar López, el Sr. Obispo Dn. Everardo López que murió en un accidente, el Sr. José Trinidad Sepúlveda que fue también nuestro prefecto, el Sr. José de Jesús Becerra Fernández que fue un hombre muy íntegro, muy austero, parecía muy exigente pero era un gran hombre, de él dijo alguien: “yo no conocí a San Pablo pero si él viviera hoy, no sabría decir cual de los dos era el Padre Becerra”, porque era un hombre muy impulsivo pero muy auténtico, muy santo.
Otro personaje grande aun sin estar en el Seminario fue el Padre Joaquín Martín que inspiró mi vocación sacerdotal desde que estaba en mi pueblo, en el Templo de Jesús, María y José, la siguió alentando a través del tiempo y aún después cuando yo ya estaba en el Seminario Mayor. Fue un Sacerdote al que yo amé mucho y que mucho influyó para que yo perseverara en mi gran ideal de ser Sacerdote, como no recordar a ese Sacerdote tan grande que fue el Sacerdote de mi pueblo. También el P. Tomás Ramírez que fue mi Director Espiritual, además a todos mis Maestros, hombres muy grandes, muy santos que influyeron en mí, están presentes y los he encomendado a Dios nuestro Señor.
¿Algún escrito de entonces? No tengo gran cosa escrita, tengo cosas sin sentido, he destruido muchos escritos que no eran cosas formales, o que eran para que le dieran catarro a uno, por la antigüedad de esos papeles que se estaban destruyendo, por los años, por el tiempo.

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