NUESTRA DIOCESIS ESTA MARCADA POR LA DIVINA PROVIDENCIA: Entrevista al Padre Juan Carlos Flores, Publicada por el Semanario Mar Adentro 18-ene.2009
Por Lizeth Basilio
En las vísperas de la celebración de las Bodas de Oro de la Diócesis de Acapulco, les presentamos la cuarta entrega de una serie de cinco entrevistas con agentes de pastoral que nos ayudan a conocer más de esta Iglesia Particular. La siguiente es una entrevista con el Padre Juan Carlos Flores –vicario parroquial en el Templo de San Felipe de Jesús, y Canciller de la Mitra en esta diócesis-, quien nos explica cómo se llega a la creación de la Diócesis de Acapulco y nos da a conocer algunos frutos de la evangelización.
1. Padre ¿Qué elementos determinan que hay que crear una nueva diócesis?
P. JCF: El derecho de la Iglesia especifica que debe existir una porción del Pueblo de Dios, esto se refiere a una población más o menos compacta, unificada por una misma cultura, una región bien constituida, con un cierto número de fieles, no está determinado el número pero debe ser suficiente como para el gobierno pastoral, y sobretodo, presbiterio constituido de manera estable, que pueda responder orgánicamente a las necesidades de esa región específica. Una diócesis no es otra cosa sino una porción del Pueblo de Dios, una región bien constituida, que es puesta bajo el cuidado pastoral de un obispo. Cuando se considera que una región ya puede sustentar estos elementos, entonces se procede a la creación de una diócesis.
2. ¿Quién determina la creación de la diócesis, es el Papa o quiénes colaboran y a través de qué documentos queda establecido?
P. JCF: El Papa tiene diversos mecanismos para este tipo de organizaciones, en cada país, en cada región hay comisiones de obispos que se encargan de hacer el estudio de las distintas regiones y sus necesidades, y las posibilidades de crear nuevas diócesis. En cada Conferencia Episcopal hay una sección encargada de estos límites diocesanos y la creación de nuevos organismos diocesanos, de manera que el Papa recibe los informes que estos organismos le presentan y, por otra parte, hay otros organismos que así como el caso de los límites de creación de nuevas diócesis, también se encargan de tener actualizadas las ternas para quienes pueden ejercer el ministerio de obispos en una región. De estos estudios que las comisiones locales le presentan al Papa, el Papa junto con sus asesores en la Curia Romana toma las decisiones oportunas para el caso. De manera que se van realizando consultas en diversos niveles hasta llegar a la ejecución de una decisión de este tipo, de la creación de una nueva administración diocesana. Y esto se expresa a través de un documento público que se llama Bula Pontificia, el Papa, desde hace siglos, de una manera formal con determinados protocolos ya establecidos por el Derecho Canónico y reconocidos incluso por el Derecho Internacional, promulga con un documento escrito en latín, a mano, y debidamente sellado con una bula, de ahí el nombre del documento, que quiere decir una bola de plomo, en donde el Papa imprime su sello, que comúnmente es su anillo episcopal, y con estas características el documento se da a conocer y se proclama en una ceremonia pública que se llama Erección Canónica de una Diócesis.
Y ese mismo procedimiento se realiza para el nombramiento de un obispo, al obispo también se le hace entrega de un documento público que es un nombramiento, una Bula con todas estas características reconocidas por el Derecho, y se dan a conocer públicamente.
Hay un momento dentro de la ceremonia litúrgica en donde los sacerdotes, en el caso de una diócesis, que van a quedar constituidos como una Curia Diocesana dan a mostrar ese documento que es la Bula de la Creación de una Diócesis. Y en el caso de la ordenación de un obispo, cuando es recibido en su Toma de Posesión, quien ejerce como Canciller de la Curia Diocesana, en el caso de que ya esté constituida la diócesis, da a conocer el documento con el cual se nombra a un obispo. Estos documentos son llamados tradicionalmente por las dos primeras palabras con las que inician en la lengua latina, así es como se llega al nombramiento de estos documentos, Bulas Pontificias.
3. Hablando ya de la historia de la Diócesis de Acapulco ¿Cuáles son los antecedentes que llevan a la erección de la diócesis en 1959?
P. JCF: Para el caso concreto de la historia de la Diócesis de Acapulco, los antecedentes se remontan hasta principios del siglo XIX. Hemos localizado en el Archivo General de la Nación un expediente mediante el cual ya se realizaban consultas para la creación de un obispado que lleva el título de “Acapulco” o de “La Costa del Mar del Sur”, esto a principios de mil ochocientos, las consulta se va a terminar hasta 1821, estamos hablando ya de pleno proceso de la Independencia Nacional, con todo lo que eso significa de revolución armada, de quiebra de las instituciones civiles, y este proceso de consulta para la creación del Obispado de Acapulco o provincia del Mar del Sur, privilegió más bien a la diócesis actual de Chilapa, que fue constituida a mediados de ese siglo. Esto nos dice que ya desde aquellos siglos originales, Acapulco ha sido visto como una sede metropolitana importante, aunque no se puedo realizar en esos siglos porque realmente el puerto de Acapulco era un vecindario, por más títulos pomposos que ha tenido en su haber, pero ya era visto como un lugar estratégico desde entonces. La creación de la diócesis solamente se va a poder llevar a cabo hasta 1959, después de una serie de consultas que para entonces realiza el Delegado Apostólico, Monseñor Luigi de Raymondi. Se dice que Monseñor Luigi de Raymondi vino a realizar visitas pastorales con motivo de un desastre natural, un terremoto que sucedió en la Costa Chica en la década de los cincuenta; entonces él llegó a la conclusión de que ya eran los tiempos oportunos para la creación de un obispado que tuviera como sede la ciudad y puerto de Acapulco, que para aquél entonces venía creciendo con mucha fuerza, ya se tenía una clara visión de su importancia turística, los gobernantes, incluso nacionales, veían con buenos ojos el proyecto de crear un puerto importante en esta ciudad, y a esto se une el deseo del Delegado Apostólico de que ya eran los tiempos para crear un obispado.
Como sede, Acapulco es céntrico, estratégicamente, toda la región costera del Estado de Guerrero que originalmente constituía la Diócesis de Acapulco. En ese contexto, se escogió como obispo a Monseñor José Pilar Quezada Valdés, un hombre muy sencillo que supo tratar la mentalidad costeña con mucha humildad, con mucha atención, y a quien le debemos que se hayan echado las bases de esta diócesis.
Esos son los elementos que fueron determinando la creación de la diócesis. Sobre todo, una característica que ha tenido la evangelización en nuestra costa de Guerrero y en todo el Estado de Guerrero es que el clero es local, ese es un logro muy importante que habla de una inserción de la Iglesia, habla de una evangelización que ha tocado las fibras más sensibles de la población, sus hijos. Podemos, de alguna manera, enorgullecernos de esto, porque hay algunas diócesis, incluso actualmente, que están llenas de clero que pertenece a otros estados de la República, esto no es malo, pero tampoco es deseable porque una Iglesia muestra su madurez cuando de la misma localidad van surgiendo sus propios pastores. Es un hecho que la gente local va a atender y a comprender mejor las necesidades de su misma región.
En la Diócesis de Acapulco tenemos también el orgullo de que el segundo obispo ya fue de la localidad, como fue el caso de Monseñor Rafael Bello Ruíz, de feliz memoria. Pocas diócesis pueden contar con esa gloria entre sus filas, de ordinario, cuando se crea una diócesis el obispo viene de fuera, como fue el caso de Monseñor José Pilar Quezada, pero muy pronto, en la segunda generación ya tuvimos un obispo local, y esto habla de una Iglesia pujante, una Iglesia que cuenta con un clero local característico, muy bueno, y esto es uno de los rasgos de todo el Estado de Guerrero. La Diócesis de Chilapa, de alguna manera, ha dado sus frutos en cuanto a la evangelización y por eso es que tenemos estas características del clero local.
4. Una vez que se funda la Diócesis de Acapulco, también se crea un seminario. Antes, en el seminario de Chilapa se fueron formando sacerdotes, que eran de la región, y que pudieron quedarse aquí en Acapulco, ya como diócesis, para ser parte del presbiterio. Pero entonces, después se crea el Seminario del Buen Pastor. Contar con un seminario es muy importante para una diócesis…
P. JCF: Sí, los seminarios son parte fundamental de la estructura diocesana, con un seminario la Iglesia está asegurándose su futuro, las nuevas generaciones de pastores. El Derecho indica que toda diócesis debe tener un seminario propio, solamente en algunas épocas en donde no se pudo crear o sostener la estructura del seminario ya creado, existieron las experiencias de seminarios regionales o interdiocesanos, de hecho, yo soy fruto de una experiencia de ese tipo cuando en Acapulco no se podía tener un Seminario Mayor por la falta de personal capacitado para atenderlo, entonces fuimos enviados a otro seminario, pero lo ideal es que cada diócesis pueda tener su propio seminario para que de la misma localidad vayan surgiendo los pastores que la Iglesia necesita, como una muestra de su propia madurez. En el caso de la Diócesis de Chilapa, por ejemplo, el seminario crece junto con la diócesis. En el caso de Acapulco, el Seminario Menor, que es la primera etapa de toda la formación, crece junto con la diócesis, y la segunda etapa que es el Seminario Mayor, ya es más reciente. La historia nos dice que el seminario ha sido calificado como la “Niña de los ojos del Obispo”, y con esa frase se nos da a entender la importancia que tiene, es el corazón de la diócesis, del seminario depende que una diócesis siga asegurando su futuro con sangre nueva que va oxigenando el organismo eclesial que es la Iglesia diocesana.
5. Como usted decía, es la evangelización la que hace que surjan nuevos sacerdotes y se recojan muchos frutos. En nuestra región se dio una evangelización muy profunda en los tiempos anteriores a la creación de la Diócesis de Acapulco, que nos regaló inclusive un santo…
P. JCF: Exactamente, la evangelización no comienza con el creación de la diócesis, esta más bien viene a coronar todo un proceso que es la evangelización. Para el caso de costa guerrerense, la evangelización comienza con la llegada de los españoles, ya desde 1521 se tiene la noticia de la llegada de los españoles a esta región cuando descubren, por ejemplo, la bahía de Acapulco que recibe el nombre de Santa Lucía. Comienzan a llegar los misioneros, en primer lugar los franciscanos, después los agustinos en toda la Costa Grande, para la Costa Chica tenemos la influencia de los dominicos. Todos ellos, aunque no se plantaron de manera estable en nuestra región porque era una región de paso, era una región muy pobre que no tenía elementos para sustentar comunidades religiosas, sin embargo, el trabajo de la evangelización es una semilla que ha dado sus frutos en esta tierra fértil. Ya desde los orígenes, como se ha mencionado, tenemos un santo, el beato Bartolomé Días-Laurel, quien nació en el Barrio del Pozo de la Nación en Acapulco, que con toda su ingenuidad y frescura ingresó a la Orden Franciscana, y alcanzó la gloria del martirio en Nagazaki, Japón en 1627. Esto habla de una Iglesia que ya está señalada por la Divina Providencia, el Papa Pío IX, que beatificó a Bartolomé Dias-Laurel, llega a calificar este proceso de beatificación de marcado por la Divina Providencia, así lo dice en uno de los documentos con los cuales va a proceder a la beatificación de Bartolomé. De manera que eso lo podemos aplicar a toda nuestra diócesis, nuestra diócesis está marcada por la Divina Providencia, Dios ha querido que en esta tierra fértil surjan santos, de esta tierra fértil surjan sacerdotes, de esta tierra fértil surjan religiosas porque tenemos muchas que han salido de esta región, y sobretodo laicos comprometidos que cada vez más vienen con mucho empuje dinamizando la evangelización en la Iglesia.
La evangelización entonces ya tiene quinientos años, eso lo celebramos junto con el quinto centenario de la evangelización en México, y gracias a esa evangelización, que aunque no fue muy continuada, muy estable, pero ha dado frutos bastante buenos, ahora con la creación de la Diócesis de Acapulco las estructuras se van consolidando, se van fortaleciendo y vemos los frutos de la evangelización de una manera más palpable, con un rostro más local, con un rostro más vivo, y eso es lo que estamos celebrando con los 50 años.
6. Padre, usted conoce el caminar de la diócesis desde hace unos quince años ¿Qué rumbo observa que está tomando esta Iglesia?
P. JCF: Bueno, la Diócesis va a la consolidación de todas las estructuras pastorales, por una parte, por ejemplo, los sacerdotes han ido adquiriendo especializaciones muy importantes en cada una de las materias teológicas y filosóficas, han ido a prepararse a Roma, a España, en la misma Universidad Pontificia de México, y esto habla ya de equipos cada vez más competentes para la formación en todos los niveles. Y luego, en el caso de los laicos, se ve el empuje que están adquiriendo, la conciencia a través de los institutos de formación, la experiencia en los diversos niveles de Iglesia porque han ido participando en actividades a nivel nacional e internacional, y esto nos dice que hay un proceso que se va consolidando cada vez más en la evangelización. Vemos con mucha esperanza el futuro de la Iglesia en Acapulco, de manera que esperamos que muy pronto se vayan dando frutos cada vez mejores y que la evangelización vaya tocando la fibra más sensible de la sociedad acapulqueña y de toda la costa guerrerense.
7. ¿Qué significa para usted llegar a los 50 años de la Diócesis de Acapulco?
P. JCF: Significa un momento de gracia porque yo recibí la ordenación sacerdotal también en un aniversario de la diócesis, en el 35 aniversario, de manera que estar ahora en las Bodas de Oro significa que somos parte de una gran experiencia espiritual. Al Papa Juan Pablo II le gustaba comparar la historia con un río, el gran río de la salvación que se va aumentando con los afluentes que va encontrando a su paso, de manera que se vuelve un torrente imparable y que va transformando todo lo que encuentra a su alrededor.
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