EXCELENTISIMO SEÑOR LEOPOLDO DIAZ
ESCUDERO
OCTAVO OBISPO DE CHILAPA
(1880-1955)
Por Alberto y Silvino Moreno Rendón, en Episcopologio de la diócesis de Chilapa, Guerrero. 1992 pp. 21-37
El
Excmo. Sr. Obispo Leopoldo Díaz Escudero nació en Alcozauca de Guerrero el 16
de Septiembre de 1880 de una familia patriarcal, medianamente acomodada de
ascendencia española profundamente cristiana, hijo legítimo de José Díaz
Martínez de Alcozauca y de Rafaela Escudero de Olinalá. Hizo sus primeros
estudios en su tierra natal y un día que acompañó a sus padres a visitar a sus
hermanos Ángel y José que estudiaban en el Seminario de Chilapa, Guerrero, se
animó a estudiar también para Sacerdote como sus hermanos.
Después
de mucha insistencia sus padres se vieron obligados a dejarlo para emprender
sus estudios que hizo con mucho aprovechamiento.
Durante
el tiempo de vacaciones que pasaban en su tierra, formaban su orquesta
familiar, ya que los seis hermanos: Ángel, José, Leopoldo, Pedro, Fortunata y
Eufrosina eran aficionados a la música y cada uno tenía su instrumento que
ejecutaban con mucha maestría. Algunas veces ejecutaron piezas religiosas en el
Templo Parroquial de Santa Mónica, demostrando su pericia en el canto como en
la música.
Después
de una brillante carrera de todas las materias asignadas al Sacerdocio en el
Seminario, recibió las Ordenes Sagradas de manos del Sr. Obispo José Homobono
Anaya y Gutiérrez el 21 de Septiembre de 1903 y después de cantar con
solemnidad su primera Misa en Alcozauca volvió a Chilapa para hacerse cargo del
Templo de San José como Capellán y en el Seminario atendió la cátedra de
filosofía.
Pasado
algún tiempo fue asignado como Vicario Cooperador de Chilpancingo y después de
Taxco de Alarcón, donde pudo desenvolver un fructuoso apostolado.
Conociendo
la Superioridad, no sólo de su espíritu de iniciativa sino también de
obediencia, fue nombrado Párroco de La Unión, lugar
distante y difícil de llegar, donde pronto se captó el respeto y cariño de sus
nuevos feligreses.
En
Marzo de 1907, teniendo que asistir a los Santos Ejercicios, pensó pasar a San
Marcos para unirse a su hermano el Sr. Cura José Díaz Escudero e irse juntos a
Chilapa, pero cuál no sería su sorpresa encontrarlo gravemente enfermo de
fiebre fulminante. Por de malas en esa noche se produjo un fuerte terremoto que
hizo grandes estragos en toda la región. El Padre Leopoldo y sus acompañantes,
en vez de huir se acercaron al enfermo para defenderlo de los escombros que
caían del techo. Al día siguiente murió el Padre José.
En
los primeros días del mes de Abril de 1908 llegó el Padre Leopoldo a substituir
a su hermano, haciéndose cargo de la Parroquia por cuatro años, ya que en 1912
pasó a la Vicaría Foránea de Acapulco donde por ocho años trabajó
incansablemente en bien de las almas, atendiendo hasta las últimas comunidades
de la extensa Parroquia, que atendía a caballo, ya que la Cabecera Parroquial
no pasaría de unos dos mil habitantes.
En
1920 fue llamado a Chilapa por el Sr. Obispo Campos y Ángeles a fin de premiar
sus méritos que hasta esa fecha había alcanzado con su labor apostólica, dándole
una Canongía en el Cabildo Catedral, donde por diez años desempeñó los cargos
de Canónigo Lectoral, Profesor del Seminario, Secretario de la Sagrada Mitra,
Vicario General y en las vacantes, Vicario Capitular.
Durante
la persecución religiosa de México fue apresado el 29 de Septiembre de 1926
junto con el Cabildo Catedral a las ocho de la mañana y conducido al
Ayuntamiento, donde a la vez fueron apresados: Rodrigo Herrera, Ángel Díaz
Escudero, Benjamín Salmerón, Gabino Acevedo, Francisco Miranda y Abrahán
Flores. Además los Sacerdotes: Jesús Jaimes, Isidoro Ramírez y Toribio Pérez
Zagal. A las doce del día se dio la orden de salir hacia Chilpancingo ante la
expectación del pueblo cristiano que con tristeza veía desfilar a los Ministros
del Señor. A las dos de la tarde entraron los Cristeros que tenían ocho días
que se habían levantado en armas por la persecución de Calles. A esa hora
comenzó el combate que se terminó hasta las ocho de la noche, dejando gran
saldo de muertos de ambos bandos.
En
Chilpancingo tendrían que ser entregados a Claudio Fox, Jefe de las Operaciones
Militares en el estado de Guerrero, quien tenía de la Defensa Nacional la orden
de fusilamiento. Afortunadamente los Vidales que operaban por la Costa Grande
retrasaron su llegada a Chilpancingo y viendo que no llegaba, se ordenó que se
trasladaran los presos a la Ciudad de México, D.F. donde por algunos días
estuvieron presos en los calabozos.
Después
gestiones de familiares y amigos lograron su libertad teniendo por cárcel
la Ciudad, con la obligación de presentarse periódicamente a firmar. Después de
un buen tiempo lograron su total libertad, llegando sucesivamente a Chilapa,
donde siguieron clandestinamente desempeñando los cargos que la Superioridad
les asignaba.
El
4 de Noviembre de 1929, al terminar la persecución religiosa, el Papa Pío XI,
para premiar sus servicios a la Iglesia, preconizó al Sr. Canónigo Leopoldo
Díaz Escudero, VIII Obispo de Chilapa, siendo consagrado en la insigne y
Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe en México el 9 de Febrero de
1930, por el Sr. Delegado Apostólico Dr. D. Leopoldo Ruíz y Flores, asistido
por el Excmo. Sr. Obispo Miguel de la Mora, estando presentes: los Sres.
Obispos Serafín Armora de Tamaulipas, José Guadalupe Ortíz de Monterrey, Luis
María Martínez, Obispo titular de Anemurio y el Excmo. Sr. Francisco Campos y Ángeles
que se dignó predicar en esta grandiosa solemnidad.
El
4 de Marzo del mismo año hizo su arribo a la Ciudad Episcopal de Chilapa a eso
de las cuatro de la tarde. La Ciudad estaba engalanada con arcos y adornos que
demostraba la alegría por la llegada de tan alto personaje.
El
Cabildo Catedral salió a recibirle frente al Templo del Dulce Nombre de María,
el Clero de toda la Diócesis, asociaciones y Hermandades luciendo banderas y
estandartes y el pueblo en general que con el Seminario Diocesano cantaban
himnos de júbilo por este feliz acontecimiento.
Después
del discurso de bienvenida partió la nutrida comitiva hacia la Santa Iglesia
Catedral mientras las campanas de todos los Templos dejaron oír sus melódicos
sonidos combinados con atronadoras descargas de cohetes
que por todas partes se escuchaban.
Al
entrar a Catedral el coro del Seminario entonó el Ecce Sacerdos Magnus con gran entusiasmo, siguiendo el Santo
Rosario con cantos que todo el pueblo entonaba con alegría, dando gracias a
Dios por este beneficio que concedía de que volviera a tener Obispo, pues por
más de tres años de persecución religiosa habían estado huérfanos.
Al
día siguiente fue la primera Misa Pontifical a las ocho de la mañana,
continuando el derroche de alegría demostrado por todas las clases sociales y
civiles sin faltar las escuelas y colegios de toda la Ciudad.
Pasados
los días de alegría por su arribo comenzó a organizar la Curia que le ayudaría
a llevar la carga de su gobierno. Después de la Semana Santa volvió a México
para arreglar asuntos que tenía pendientes y un día menos pensado le llegó la
infausta noticia de que su Catedral se había destruido por un voraz incendio el
26 de Abril de 1930. Cuál no sería su decepción ante esta noticia, pero como
hombre de ánimo fuerte no decayó sino que la recibió con docilidad, pensando
que Dios con este suceso le estaba diciendo que entre sus trabajos lo primero
que tenía que hacer era continuar las obras de la nueva Catedral que el Sr.
Obispo Ibarra y González dejó a tres y cuatro metros de altura al separarse de
la Diócesis.
Así
fue como desde luego comenzó a tramitar los trabajos con el Arquitecto Mariscal,
que al año siguiente comenzó el 25 de Diciembre de 1931 con gran entusiasmo del
clero y la Ciudad.
Era
admirable ver al Sr. Obispo todas las tardes que estaba en la Ciudad, seguido
de niños y personas mayores trayendo arena con su cubeta desde el Campo Santo
hasta Catedral. Este ejemplo hacía que todo mundo cooperara y prestara sus
servicios gratuitamente por la Obra, por la que su Prelado se desvivía por
construir para mayor gloria de Dios y bien espiritual de sus diocesanos.
Desde
el comienzo de su apostolado en su amada Diócesis todos los donativos y
limosnas que rejuntaba en las Visitas Pastorales las destinaba para su Catedral
y su Seminario que fueron sus dos amores en que puso toda su atención durante
su largo apostolado. Dios premió desde en la tierra su desprendimiento por
estas Obras de tanta importancia para la Iglesia, pues tuvo la dicha de ver
terminada la obra negra y celebrar en ella el Santo Sacrificio de la Misa y
ordenar muchos Sacerdotes que formó con tanto esfuerzo para la mies del Señor.
En
Mayo de 1930 emprendió su primera Visita Pastoral, yendo a Alcozauca su tierra
natal. ¡Con cuánta alegría lo vieron cruzar Atlixtac y Tlapa, lugares que
varias veces cruzó como simple seminarista, más tarde como
Sacerdote y ahora como Obispo de una extensa Diócesis! ¡Cuántos agasajos
recibió por estos lugares benditos, que correspondía con singular afecto y
paternales bendiciones! Su pueblo lo recibió con mucha alegría, pues recibía al
paisano ya consagrado como Obispo que de Visita iba a celebrar la Fiesta
Patronal, donde ordenaría Sacerdote a su secretario el Diácono Arnulfo M.
Pineda Ramírez, que fue uno de los alumnos del Seminario Conciliar de Chilapa.
El perseveró durante la persecución religiosa y el Sr. Obispo tuvo la satisfacción
de ordenarlo Sacerdote en la Fiesta Patronal de Santa Mónica el 4 de Mayo de
1930. ¡Con cuánta alegría contempló el pueblo una ceremonia tan hermosa, al
ordenar un Sacerdote en esa Parroquia, acto que jamás se había visto en el
lugar en que el nuevo Obispo fue bautizado, hizo su Primera Comunión y que con
mucha devoción ayudaba a su Sr. Cura como acólito en el Santo Sacrifico de la
Misa!
La
segunda Ordenación Sacerdotal tuvo lugar en la Santa Iglesia Catedral de
Chilapa el 12 de Octubre de 1930, donde cinco candidatos escalaron las gradas
del altar: Andrés Ocampo, David Salgado, José Ibáñez, Miguel Reza y Enrique
Montoy que felizmente cruzaron la tormenta de la persecución religiosa y
llegaron a engrosar las filas del Sacerdocio Diocesano.
El
12 de Diciembre de 1931 asistió al IV Centenario de las maravillosas
apariciones de la Santísima Virgen de Guadalupe a Juan Diego en el Tepeyac,
encabezando una magna peregrinación de sus diocesanos. ¡Con cuánto fervor se
postró a las plantas de Santa María de Guadalupe pidiendo su protección para su
Diócesis!
El
3 de Abril de 1932 llevó a cabo su tercera Ordenación Sacerdotal en La Villita
de Chilapa en los candidatos: Alberto Moreno Rendón, J. Merced Cruz y Antonio
Giles, engrosando así las filas de su clero diocesano.
En
su largo Pontificado Dios le concedió ordenar más de cien Sacerdotes que con
alegría mandaba a la mies del Señor para enseñar el camino del cielo.
La
Diócesis abarcaba lo que es ahora el estado de Guerrero y las caminatas durante
la Visita Pastoral las hacía a lomo de caballo, pues en esos años aún no se
conocían las carreteras. Teniendo como ventaja que era un buen ranchero que
fácilmente manejaba el caballo, por eso no se le dificultaba caminar grandes
kilometrajes sin demostrar cansancio. Durante las Visitas Pastorales los
Sacerdotes y demás acompañantes admiraban la habilidad con que se movía en toda
clase de cabalgaduras, caminando grandes distancias en poco tiempo y sin
demostrar
cansancio, aun por caminos muy escabrosos.
Cuando
visitaba la Tierra Caliente aprovechaba para cruzar la Sierra Madre del Sur y
entrando por Coahuayutla llegaba hasta La Unión que fue su primera Parroquia y
seguía a Petatlán para visitar la Costa Grande de Guerrero. Era admirable en
estas caminatas, pues tan pronto como notaba que comenzaban a llegar las
comitivas que iban a su encuentro, detenía su paso para esperar a sus
acompañantes que casi siempre los dejaba a grandes distancias.
Como
en tiempos de Nuestro Señor Jesucristo, las multitudes se agolpaban a su paso
para saludarlo con cariño. Los saludaba con afecto, les daba algún mensaje y
también su paternal bendición y seguía adelante. Muchas veces esos poblados se
incorporaban para formar parte de su grandiosa comitiva y así era que a su llegada
al lugar señalado ya iba mucha gente. Los que lo esperaban formaban un gran
contingente, haciendo apoteóticas todas sus entradas a las Parroquias que iba
visitando, sin que hicieran falta improvisados oradores que en nombre del
pueblo le daban la bienvenida.
La
entrada al Templo era una verdadera alegría triunfal y como conocía y tenía
dotes de un buen cantor, iniciaba cantos Marianos que el pueblo cantaba lleno
de júbilo.
Tenía
mucha devoción a la Santísima Virgen de Guadalupe y recomendaba constantemente
que le tuvieran mucha devoción. Seguía el ejercicio del Santo Rosario con su
plática catequística y al terminar daba el horario y plan de la Visita
Pastoral. Después seguía la cena con pláticas y charlas amenas, muchas veces
recordando las peripecias de las largas y cansadas caminatas que ese día habían
recorrido.
Al
terminar la cena frugal y reconfortante tan merecida, el Prelado cortésmente
invitaba con la sonrisa en los labios a sus Sacerdotes para que lo acompañaran
a oír confesiones que los feligreses pacientemente esperaban para tener la
oportunidad de purificar sus conciencias. Era el momento en que nadie podía
decir que no; todos aceptaban y en seguida cada quien buscaba el lugar más
apropiado para administrar este Sacramento, acto que se prolongaba hasta las
más altas horas de la noche, pues el compromiso era hasta terminar con el
último penitente. Al finalizar, todos se retiraban a descansar, con la
satisfacción de haber cumplido con un deber sacerdotal.
Este
trabajo era de dos o tres días que duraba la Visita, pues la hacía por
regiones, que era de dos o tres meses. Al terminar regresaba a la Sede
Episcopal para atender asuntos diocesanos. Pasado algún tiempo proseguía su Obra
Apostólica. Este fue su actuar por veinticinco años que ni aun los achaques de su
enfermedad o cansancio por los años lo hacían retroceder, salvo breves
intervalos que, siguiendo los consejos de su médico lo hacían
estar algunas semanas en México para atender su quebrantada salud.
En
los últimos años de su vida ya comenzaba a haber carreteras y algunos viajes
los hizo en coche, pero por caminos polvorientos que no dejaban de ser
molestos, algunas veces hasta quedándose en el camino por falta de servicio de
llantas o refacciones.
Desempeñó
un verdadero Apostolado lleno de caridad.
Llevó
a cabo muchas obras de Apostolado en su amada Diócesis de Chilapa. Fue asiduo
en la predicación de la Palabra de Dios, siguiendo el consejo de San Bernardo
que el Sacerdote tiene como oficio orar, predicar la Palabra de Dios y dar
ejemplo con su vida. Habría de coleccionar sus sermones para conocer el empeño
que tuvo de mantener la sana doctrina de la Iglesia. Fue un verdadero
catequista, tanto de niños como de adultos; sabía cantar y deseaba que todo
mundo cantara, enseñándoles muchos cantos. Tenía dotes oratorios y predicaba
constantemente la Palabra de Dios exhortando a sus Sacerdotes que no
descuidaran este Ministerio; era patético que atraía a las multitudes
especialmente cuando predicaba en Semana Santa el Sermón del Encuentro o el del
Pésame el Viernes Santo. Las multitudes se apretujaban para
oírlo, ya que pintaba tan al vivo aquellos dolores que hacía que sus oyentes
contritos derramaran lágrimas de dolor por sus pecados.
El
trato con sus Sacerdotes siempre fue afable y comprensivo. Si había heridas
sabía curarlas sin lastimar, si caídos sabía levantarlos amablemente. Nunca usó
el rigor para corregir, siempre lo hizo con mucha caridad, lo mismo con los
feligreses extraviados. Supo darles palabras de aliento en su vida cristiana,
sobre todo con su ejemplo, pues fue muy devoto del Santísimo Sacramento y de la
Santísima Virgen María, especialmente bajo la hermosa advocación de Guadalupe.
Muchas veces se le oyó decir que el que no fuera guadalupano, que ni dijera que
era mexicano.
Los
donativos y limosnas las invirtió en Catedral y el Seminario; si esto no lo
hubiera hecho, es la hora que Chilapa no luciera una Catedral tan hermosa. A
los pobres en general siempre les tendió la mano y mucho más a sus Sacerdotes;
si veía enfermo a alguno de ellos lo primero que les decía era que antes de
todo tenía que atender su salud. Le preguntaba si tenía dinero y al despedirlo
le decia: "Llévate esto, de algo te ha de servir," y daba lo que de
momento tenía a la mano. Nunca viajó a Roma por falta de dinero; su informe y
visita Ad Limina lo encomendaba a
algún amigo Obispo que sabía iba a aquel lugar que nunca conoció.
En
cierta ocasión su hermana Eufrosina necesitaba dinero y le pidió y su
contestación fue: "Ve en la caja cuánto hay." Con sorpresa regresó
diciendo: "Sólo encontré cinco pesos." "Pues es todo lo que
tengo," contestó amablemente el Prelado.
Fomentó
los Congresos y Jornadas Eucarísticas en su Diócesis.
Tuvieron
mucha resonancia los Congresos Eucarísticos de Taxco, Iguala, Ajuchitlán,
Ometepec, Chilpancingo y Buenavista. Al de Ometepec me tocó asistir siendo
Diácono, ya que formaba parte de la Scola
Cantorum. Nos embarcamos con el Sr. Díaz en Acapulco, desembarcando en la
Barra de Tecuanapa para seguir de ahí a caballo a Ometepec. Fue en Noviembre de
1941 cuando conocí este hermoso lugar donde todos nos sentimos muy contentos en
el Congreso que fue maravilloso, sin imaginarme que el 7 del siguiente
Noviembre llegaría para hacerme cargo como Vicario Cooperador de la Parroquia.
El
de Buenavista de Cuéllar fue del 25 al 29 de Abril de 1947. Siendo Párroco de
Atlamajalcingo del Monte, estuve presente para vivir este hermoso
acontecimiento. Recuerdo que el penúltimo día del Congreso comenzó la Misa en
el altar que se improvisó en el atrio del Templo y después de entonar el Gloria
se produjo un incendio en el altar y comenzó la gente a
subir y a bajar para sofocarlo. En esas andanzas se derribó una imagen de bulto
muy bonita del Sagrado Corazón de Jesús y al despedazarse a la vista de todos
causó una gran consternación. El Sr. Cura Gabriel Ocampo, para levantar el
ánimo, ofreció que al día siguiente estaría otra imagen mejor. Yo que asistía
como Ministro del altar, al ver que el Patrón San Antonio peligraba, me arrojé
a las llamas y lo rescaté. Cuántas cosas podrían decirse de este ferviente
Congreso. Sólo anotaré que como realce a este acontecimiento estuvo presente el
Excmo. Sr. Obispo J. de Jesús Manrríquez y Zarate, primer Obispo de Huejutla,
el de las Cartas Pastorales que dieron ánimo a los Cristeros de México en
tiempo de la persecución religiosa cuando Calles puso en práctica los artículos
persecutorios contra la Iglesia (1926-1929). El Sr. Cura Jesús Añorve fue
señalado para darle la despedida y en forma improvisada supo hacerlo magistral
mente, pues era erudito en la oratoria, dejándonos a todos muy complacidos en
la forma en que lo hizo, resaltando las virtudes del incruento mártir mexicano.
El
21 de Septiembre de 1953 celebró en la Santa Iglesia Catedral sus Bodas de Oro
Sacerdotales con muchos agasajos de parte de sus diocesanos que de seguro
llenaron de satisfacción al Prelado que tanto había trabajado por su Catedral.
El 7 de Diciembre de 1954 celebró solemnemente la primera Misa Pontifical en la
Catedral y del 3 al 8 hubo un Congreso Mariano con motivo del primer Centenario
de la declaración dogmática de la Inmaculada Concepción de María, asistiendo
grandes contingentes de toda su extensa Diócesis.
Trabajó
por la formación intelectual de sus diocesanos.
Después
de su Consagración Episcopal puso toda su atención en su Seminario, tanto mayor
como menor, que fungían en la misma casa que el gobierno había cerrado en
tiempo de la persecución religiosa. Procuró mejorarlo, trayendo de las
Parroquias a algunos Sacerdotes expertos en el magisterio. Los colegios tanto
de niños como de niñas, también los atendió debidamente, visitándolos con
alguna frecuencia para darse cuenta de la enseñanza que se impartía a la niñez.
En 1934, en tiempos de Cárdenas expropió el local del Seminario, comenzando así
el exilio del alumnado, teniendo que irse a estudiar a casas particulares y
algunas veces hasta ir a dar clase al campo para no ser molestado por los
inspectores judiciales que intentaban impedir la enseñanza. Yo fui testigo por
ser estudiante.
En
1936 se acondicionó el antiguo Curato de La Villa donde se instaló provisionalmente
el internado del mayor con muchas incomodidades. El menor a su vez también
quedó instalado en San José a fin de que los estudios
siguieran adelante. El 16 de Febrero de 1949 fundó el Seminario Auxiliar de
Pilcaya que dio muchas vocaciones al Sacerdocio y el 10 de Enero de 1954
bendijo la primera piedra del Seminario Menor en San José donde también ya
fungía el Seminario Mayor mientras se construía su edificio.
Fundó
la Revista Dios y Patria que por
varios años fue el órgano oficial de la Diócesis y que más tarde se llamó Catedral, donde se publicaban las
Circulares Diocesanas y se daban a conocer los avances de los trabajos de
Catedral en construcción. Ahí se publicó un folleto que hizo el Sr. Obispo
sobre las sectas protestantes, donde daba a conocer la acción perniciosa que
hacen los enemigos a la Santa Iglesia. Siempre exhortaba a sus Sacerdotes que
instruyeran a los fieles para que no cayeran en sus redes perniciosas y que
ahora desafortunadamente han invadido a México.
En
su tiempo casi no se conocían escuelas, es por eso que pedía a los Sres. Curas
que fundaran y apoyaran las Escuelas Parroquiales para la instrucción de la
niñez. En su tiempo se fundaron los colegios de Ometepec, Acapulco, Chilpancingo,
Iguala y Taxco que aún siguen funcionando. Por eso su memoria perdurará por
muchos siglos, esperando que desde el cielo siga siendo su intercesor.
Actividades
por la cañada de Huamuxtitlán.
Para
constatar su actividad, me refiero a los ocho años que estuve en la Parroquia
de Xochihuehuetlán, donde a pesar de la distancia de la Sede Episcopal me
visitó dos veces, entrando por Jilotepec que limita con el estado de Puebla,
por haber carretera. La primera vez fue en Mayo de 1951, cuando se dignó bendecir
la torre de la Parroquia y de ahí siguió a Alcozauca para celebrar por última
vez la fiesta parroquial de su pueblo natal.
La
segunda fue en 1953, que me pidió que lo encontrara en Puebla a determinada
hora y como llegué unos minutos más tarde, con pena me dijo: "Si te tardas
un cuarto de hora más, ya no me encuentras," pues era muy exacto en sus
horas de salida. Recuerdo que en ese largo trayecto varias veces rezamos el Rosario
y charlamos a las mil maravillas, pues tenía el don de platicar anécdotas
instructivas que hacían que pasaran las horas sin que uno se diera cuenta. En
esa ocasión visitó Cualac y Olinalá y regresó a Xochihuehuetlán. Después se fue
a Huamuxtitlán y Alpoyeca y volvió para hacer la visita a mi Parroquia. Ya se
iba a Tlapa y le pregunté: "Y a su regreso, ¿dónde se quedará?" Se me
quedó mirando con fijeza y vista penetrante y me dijo: "Me quedo
aquí," señalando con el dedo y agregó: "¡Qué dirá el Padre Silvino,
ya este
Obispo no quiere irse de aquí!" En esa ocasión fue cuando me dijo,
mirándome fijamente: "Padre Silvino, ¿cómo lo hiciste?" "¿De
qué, Señor," le contesté. "¿Que cómo le hiciste?" me volvió a
decir. "¿De qué, Señor," le contesté apenado. Sonriendo y mirándome
fijamente me dijo: "¡Eres el único que te echaste al bolsillo a Xochi ..."
Según él, había sido un pueblo problemático para los Sacerdotes; todos salían
por problemas que tenían con el pueblo y conmigo estaban muy unidos y contentos
trabajando, haciendo muchas obras materiales en favor del Templo.
Debo
hacer notar que cuando fui nombrado para esa Parroquia me sentí muy triste,
pues sabía los grandes problemas que tenía el pueblo. Estaba dividido en dos
bandos a muerte, tanto así que el 30 de Marzo de 1939 en que me fue a dar
posesión de la Parroquia el Sr. Cura Foráneo de Huamuxtitlán, Miguel Reza, a
las doce del día, muy poca gente me esperaba en la puerta del Templo y desde luego
tuve noticia queden la noche habían peleado y que había tres muertos. En la
tarde tuve que ir al panteón y darles cristiana sepultura, comenzando en ese lugar
mi apostolado. Hablé sobre la caridad, haciéndoles ver a uno y otro bando que
no iba a abrazar partido sino a unirlos en nombre de Dios. A poco comenzamos
las obras materiales de San Diego y Templos que estaban en
ruinas y en la oración y el trabajo llegó la unificación, gracias a Dios.
Cuando el Prelado vio la unificación quedó admirado y tuvo que manifestármelo.
En
la segunda visita en Mayo de 1953 fue cuando lo invité para que en la próxima
fiesta de San Diego, el 13 de Noviembre de 1955, me acompañara a fin de hacer
la bendición de las obras materiales que se estaban llevando a cabo. Me dijo
que ya que faltara un mes que le acordara, pero para esa fecha sus males se
agravaron. En seguida transcribo la carta que me mandó en aquella ocasión.
A
24 de Julio de 1953.
Sr.
Cura don Silvino Moreno. Xochihuehuetlán, Gro.
Estimado
hijo en N.S.
Recibo
tus apreciables letras del 16 de los corrientes y ya ordeno que se despachen
tus ministeriales y demás licencias que necesitas.
Respecto
a tu invitación para asistir a las Festividades de San Diego, nada sabré
resolverte por el momento, ya que mis males no me dejan; cuando la fecha esté
más próxima me recordarás y te daré la definitiva.
Pronto
estará en esa el Sr. Cura de Huamuxtitlán, para que le hagas entrega.
Alabo
y bendigo tus trabajos ministeriales y los sacrificios que te impones por las
almas. Quien más se sacrifica por las almas es el que más ama a Dios y el
sacerdote ha de ser el que más ame a N.S. que dijo, "Cuanto hiciereis por
estos pequeñitos por Mí lo hacéis." Vive tranquilo y confiado en las
bendiciones de Dios, como justa recompensa por lo que hagas en favor de sus
almas.
Me
despido, encomendándome a tus oraciones. Afmo. en Cristo que te bendice.
+
Leopoldo Obispo de Chilapa
Como
él ya tenía de Auxiliar al Sr. Obispo Alfonso Toríz Cobián, él me hizo el favor
de venir, volando desde Chilapa en avioneta, ya que los feligreses improvisaron
un campo de aterrizaje a medio kilómetro del Templo de San Diego. Ocho días
antes dos aviadores de Chilpancingo hicieron favor de llegar a Xochihuehuetlán
en sendas avionetas para hacer la inauguración del campo. Como era una
verdadera novedad, todo el pueblo y pueblos circunvecinos estuvieron presentes
con músicas amenizando el ambiente que terminó con un convivio campestre.
El
13 de Noviembre de 1955 a las diez de la mañana llegó el Sr. Obispo Auxiliar
con el Sr. Cngo. Gabriel Ocampo y familiar Fortunato Vargas. Fueron recibidos
por muchos Sacerdotes del estado de Puebla, Oaxaca y los de la Foranía. Siguió
la solemne bendición del decorado y piso del Templo y la Santa Misa del Santo
Patrón con una asistencia extraordinaria, pues era tal vez la primera fiesta en
que asistía el Sr. Obispo. Hubo bastantes confirmaciones y especiales
demostraciones de afecto para el Prelado y Sacerdotes acompañantes en fecha tan
señalada.
El
24 de Noviembre de 1955 el Sr. Díaz, rodeado de sus familiares, el Cabildo
Diocesano y muchos Sacerdotes, después de una larga enfermedad sufrida con
edificante resignación y asistido con todos los auxilios de la Iglesia
apaciblemente entregó su alma al Creador.
Se
veló en la Santa Iglesia Catedral y allí sepultado después de las solemnes
honras fúnebres en presencia de todo el clero diocesano y miles de fieles que
con lágrimas demostraban el cariño que guardaban por su amado Prelado que con
la doctrina que les enseñó y su ejemplo, les mostró el camino del cielo.
¡Descanse en paz!
Datos
Biográficos de Mons. Díaz dedicados por el suscrito a su memoria para que desde
lo alto, cerca de Dios, obtenga el favor de ser benéfico a mis hermanos
Sacerdotes.
Padre
Bondadoso — La característica de Mons. Díaz fue la bondad que se manifestó,
recibiendo siempre con dulzura a todos sin distinción. La prudencia pastoral y
la facilidad de aplicar los principios de las distintas materias principalmente
eclesiásticas, que como se dice vulgarmente "tenía al dedillo," le
hacían resolver pronta, acertada y favorablemente los grandes problemas que a
diario se le presentaban. Siempre sobresalió en él la bondad que se manifestó
tan excesiva que a veces aparentó estar en discordancia con algunas
prescripciones Canónicas. Basta citar el caso siguiente: Cuando confirió el
Sagrado Orden del presbiterado a un candidato que no estaba muy aventajado en
la ciencia (el P. José Urquiza) no faltó quien llegara a murmurar diciendo:
"¿Cuántos años de purgatorio dará Dios al Prelado por haber ordenado al
Sacerdote X?" (el P. Magdaleno Ugalde). Cuando esto llegó a sus oídos dijo
con gran satisfacción: "¡No me arrepiento de haber ordenado al Padre X!"
Era que ya estaba palpando los frutos del ministerio fecundo en obras de celo y
caridad de aquel Sacerdote que al principio parecía inútil por su corta
inteligencia, que después despertó y brilló por su celo apostólico. (Fue devoto
de la Virgen de los Dolores y donó una imagen muy hermosa a Catedral de
Chilapa. El Viernes de Dolores, habiendo grandes predicadores, era preferido
para la predicación y se conmovía tanto que hacía derramar lágrimas a sus
oyentes.) Esta bondad excesiva la manifestó hasta los últimos días, ordenando
al último Sacerdote que le permitieron la enfermedad y sus achaques,
aparentemente contra las prescripciones canónicas. (El P. Felipe Olguín que fue
su familiar en todo su episcopado, ordenación a título de perseverancia) sin
querer decir con esto que a todos sus Sacerdotes ordenó así; es que a ejemplo
del divino Maestro agotó hasta lo último su bondad.
Esta
misma bondad manifestó para con los fieles y Sacerdotes caídos de quienes
siempre supo dar la mano y cuando alguna vez tuvo que aplicar sanciones, muy a
pesar suyo, lo hacía con mucha caridad, como un médico que se ve precisado a
aplicar remedios dolorosos para curar pronto una herida. No es de extrañar que
entre los muchos Sacerdotes que ordenó, haya habido algunos poco edificantes,
pero esto no dependió de él. Así como no dependió de Cristo que en el Colegio
Apostólico haya habido un Judas. Dios permitió esto a fin de que, por el
contraste realzara la santidad y origen divino del Sacerdocio Católico y en
nuestro muy Ilustre y nunca bien llorado Pastor realzara su bondad y compasión
para con todos.
Gran
Catequista — De la gran bondad de Mons. Díaz brotaba como de su fuente el celo
pastoral que le hacía esforzarse sin descanso a promover la salud de las almas
confiadas a su cuidado. Principalmente al practicar la Santa Visita, en sus
pláticas doctrinales hablaba de Dios, de los deberes cristianos, religiosos y
morales, combatiendo los vicios sobresalientes en la región o Parroquia que
visitaba. Sabía acomodarse a la mentalidad de sus oyentes y sus enseñanzas
tenían mucho atractivo porque usaba lenguaje sencillo, pero correcto y claro
que todos entendían. Cuando se trataba de hablar con gente ruda o a los inditos
les hablaba "cuatrero" o bien usando palabras del dialecto regional,
lo que inspiraba más confianza y adhesión, manifestada por los
"regalitos" que le hacían constantemente en frutas, legumbres, aves
de corral, etc. que él recibía con mucho gusto y que correspondía con un
gracejo. Los despedía siempre con su bendición y dándoles a besar su anillo
pastoral. Muchas veces se le vio dar la enseñanza catequística sin desdeñarse a
darla a los niños y pobres rudos con mucha paciencia y caridad. Al extender las
licencias ministeriales recomendaba siempre la enseñanza del Catecismo, la
predicación para combatir los vicios, principalmente el amasiato, el adulterio
y la embriaguez. Recomendaba la predicación acerca del pago de los diezmos para
el sostenimiento del Cabildo, instituciones educativas, entre ellas
principalmente el Seminario al que como él mismo decía, miraba como a las
"niñas de sus ojos".
Gran
Orador — Sus dotes como orador se podrán apreciar cuando se lleguen a recopilar
sus sermones y panegíricos, principalmente cuando tuvo el cargo de Canónigo
Lectoral. Varias veces predicó el sermón de "El Pésame" en la noche del Viernes Santo y entonces, como en
tiempo del Divino Rabí, se apretujaba el pueblo creyente ansioso de escuchar
su candente palabra llena de unción, de doctrina y figuras retóricas tan
patéticas al pintar al vivo el dolor intenso de María en su soledad, que hacía
derramar abundantes lágrimas a todos, pero principalmente a los huérfanos y a
las viudas.
Fiel
Observante del Ministerio Pontifical — El lema que ostentaba su escudo pastoral
fue: "Pacificus Ad Inmolandum Veni" ("PACIFICO HE VENIDO A SER
INMOLADO"), lema que cumplió al pie de la letra, ya que antes de recibir
el Pontificado había visto en lontananza la cruz que el Pastor de pastores le
mostraba, esperándole a la vera del camino. Durante la persecución Callista
sufrió aprehensión, cárcel y vejaciones y estuvo en inminente peligro de ser
fusilado en el trayecto de Chilpancingo a México donde era conducido en
compañía de varios Sacerdotes. Providencialmente escapó de la muerte; es que
Dios lo tenía reservado para desempeñar una alta misión en la que se inmolaría
como víctima pacífica en aras del deber por la salvación de sus ovejas.
A
los dos meses escasos de haber recibido la preciosa Mitra en sus sienes, que
más bien fue para él como una corona de espinas punzantes, comenzó su calvario
de penas quedándose sin su Catedral, al ser ésta devorada por las llamas. No se
arredró ante esta prueba sino que lleno de confianza con la mirada puesta en
Dios, comenzó cual otro Nehemías a edificar el Templo Máximo en el que agotó
sus recursos pecuniarios y aun sus fuerzas, ya que él personalmente dedicaba
horas enteras en el acarreo de algún material para reanimar a la gente. No
logró ver terminada del todo la obra, pero sí tuvo la satisfacción y como un
premio bien merecido, de celebrar en sus últimos días algunas festividades.
Durante
la Santa Visita Pastoral se levantaba muy de madrugada para tener tiempo de
cumplir sus ejercicios de piedad y demás ministerios propios de Visita.
Recorrió varias veces la Diócesis acomodándose a los distintos medios de
locomoción, pero casi todos sus transportes eran a lomo de bestia,
principalmente en los primeros años de su ministerio pastoral.
Su
horario de Visita parecía muy sencillo, pero tan bien meditado que había tiempo
para todo. Diariamente se levantaba a las 4 a.m. y cuando estaba de viaje a las
2 o 3 a.m. Celebraba la Santa Misa con su respectiva plática doctrinal, rezaba
el Oficio Divino con los Sacerdotes que lo acompañaban, en seguida presentaba
la orden del día, daba catecismo, oía confesiones, daba audiencia a Sacerdotes
y fieles, por la noche rezaba el Santo Rosario y daba plática. Después de la
refección de la noche invitaba a los Sacerdotes a oír confesiones,
permaneciendo él mismo muchas veces hasta las altas horas de la noche, lo que
hacía que los Sacerdotes siguieran su ejemplo, privándose algunas horas del
sueño reparador.
Estos
son sólo algunos rasgos de la abnegada vida del Pastor de la grey chilapense
que durante 25 años gobernara, dejando una estela de luz a ejemplo del Divino
Maestro. Pasó por su Diócesis haciendo el bien hasta dar su vida por sus ovejas
en aras del deber, llenando fielmente su lema pastoral:
Alberto
Moreno (Rubricado)
Corregido
y aumentado en Acapulco, Gro. a 26 de Julio de 1988 por el Pbro. Silvino Moreno
Rendón.
Es muy estimulante conocer la vida del Obispo Leopoldo de Chilapa ,su origen en Alcozauca , su dedicación en el Seminario de Chilapa , su valentía en el conflicto Cristero , como predicó y entregó sus esfuerzos en Alcozauca , la unión , Acapulco , y Chilapa como sacerdote ,su gran amor a la población del Estado de Guerrero , su orden y disciplina que le permitieron llevar a cabo jornadas completas de predicación ,evangelización , y enseñanza de valores a la población , y lograr obras importantes como la construcción de gran parte de la hermosa catedral de Chilapa , y el funcionamiento de los seminarios menor y mayor de Chilapa y el de Pilcaya , gracias al autor de esta semblanza y al medio efemérides de acapulco por esta publicación que mucho les honra
ResponderEliminarMe gustó y me parece muy interesante la historia del Sr. OBISPO LEOPOLDO DÍAZ ESCUDERO... por mi Madre , Tíos y familia sé que mi Abuelo materno era Domingo Díaz Escudero y hermano del Sr. OBISPO, pero me llama la atención que en los 6 hermanos no lo mencionan, mi Abuelo no fue Sacerdote, el único hermano que se casó y formó una família, la Díaz Pamplona.
ResponderEliminarPor qué lo omiten?
Yo soy nieto de Heriberto Díaz Escudero quiero saber de toda la familia
EliminarEres de Ometepec?
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