HOMILIA
DEL MUY ILUSTRE ADMINISTRADOR DIOCESANO
DE
LA ARQUIDIOCESIS DE ACAPULCO
MONSEÑOR
RAFAEL VALENCIA GONZALEZ,
CON
MOTIVO DE LA PEREGRINACION ANUAL
A
LA INSIGNE Y NACIONAL DE LA BASILICA DE GUADALUPE
TEPEYAC, CIUDAD DE MEXICO, 21
DE JUNIO DE 2017
“Yo
soy la madre del amor, del temor del conocimiento y de la santa esperanza”.
Queridos
Hermanos:
Con
grande alegría y esperanza venimos como peregrinos de la Arquidiócesis de Acapulco
para ponernos a los pies de nuestra Madre, la Señora del cielo, que ha venido
presurosa a nuestro árido Tepeyac, para "mostrar y dar" todo su
"amor y compasión, auxilio y defensa, pues yo soy su piadosa madre".
En
el relato evangélico se nos presenta a María, que después de haber recibido el
anuncio del Arcángel Gabriel sale presurosa a las montañas de Judea en busca de
su parienta Isabel, para ponerse a su servicio. Lleva consigo el misterio de su
vida, por consiguiente, aunque es larga la distancia que recorrió, no lo hace
sola: “La Virgen tierna y pura, llevaba al Hijo de Dios en el trono de su
corazón…”
Por
el sí que María dio a Dios, se convierte en madre por medio de la acción
poderosa de Dios. El Hijo de Dios se ha encarnado en su cuerpo y ha iniciado su
propia existencia humana y su propio crecimiento.
En
su visita a su parienta Isabel, Ella lleva en su seno al Salvador del mundo, al
Hijo de Dios, al Rey de justicia y de paz, eso hace que Isabel quede llena del
Espíritu Santo y exclame: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de
tu vientre!
En
el acontecimiento guadalupano, sucede algo parecido, María se encamina
presurosa hacia las montañas del Tepeyac, a visitar este pueblo que estaba
sufriendo, de igual manera, no viene sola, trae en su seno al Hijo de Dios.
Ella,
nos trae no solo consuelo, alegría, esperanza, sino ante todo nos trae al Hijo
de Dios, pues ella es la Madre del verdadero Dios por quien se vive. María,
quiere atendernos, escucharnos, aliviar nuestros males, solucionar nuestros
problemas, alcanzarnos la salvación por medio de su Hijo, por ello nos dice con
tanta ternura y amor: ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?
María
se nos presenta como discípula perfecta de Cristo, que nosotros estamos
llamados a imitar en sus virtudes y cualidades humanas y cristianas, tales
como: la actitud de escucha que se expresa en la fe, Ella creyó en la Palabra
de Dios, así lo manifestó cuando dijo: “he aquí la esclava del Señor hágase en
mí según tu palabra”. Por ello es dichosa, porque se dispuso a cumplir lo que
Dios le pedía, abandonándose completamente a hacer su voluntad. Ella nos enseña
a ser servidores, se pone a nuestro servicio, está siempre dispuesta a
interceder por nosotros y a ayudarnos en nuestras necesidades, sobre todo en
estos momentos que vivimos como País y de manera particular en nuestro Estado
de Guerrero, donde tristemente el flagelo de la violencia, de la pobreza, siguen
golpeando fuertemente a nuestra pueblo, que Santa María de Guadalupe, la madre
de la esperanza, nos acompañe, nos de la fuerza para que como Iglesia seamos
signo de la misericordia de Cristo, para acompañar el sufrimiento, el dolor y
las necesidades de nuestro pueblo.
María
es la estrella de la evangelización, en cuanto que, ella dio a Jesús al mundo,
y nos guía al encuentro de Él; de manera particular lo trajo a esta tierra
nuestra, nos enseña que el regalo de la fe es para todos sin distinción. Que su
ejemplo nos anime a nosotros como Iglesia Particular a seguir impulsando con
nuevo ardor y entusiasmo la evangelización, porque estamos convencidos que es a
partir del encuentro con Cristo, como se da un verdadero cambio del corazón,
que es el principio para que haya un cambio del orden social en que vivimos;
esta realidad tan compleja y difícil nos desafía a anunciar con alegría el
Evangelio.
En
esta hora de prueba que nos toca vivir en buena parte de nuestra geografía
Diocesana, deben resonar con mucha ternura, amor, pero también con toda su
fuerza las palabras que nuestra Madre dirigió a san Juan Diego: “¿No estoy yo
aquí que soy tu Madre? Ella ha venido para estar con nosotros, para compartir
nuestra historia y nuestro caminar, que reconfortante es en nuestra vida la
presencia de la madre, cuanto alivio, serenidad y fortaleza nos hace sentir,
porque nos sentimos acompañados, apapachados y aunque pasemos por momentos
difíciles, cuánto mitiga el dolor, el sufrimiento, la tristeza, la soledad la
presencia de la madre.
Tenemos
la certeza de que no estamos solos en nuestro caminar como Iglesia, como
hombres y mujeres de fe, como cuidadanos, Cristo y su Madre Santísima nos
acompañan, por más desalentador que parezca el horizonte, siempre hay lugar
para la esperanza, porque creemos que es Dios el que conduce la historia y
porque desde la fe celebramos el triunfo de la vida sobre la muerte, el triunfo
del amor sobre el odio, el triunfo del bien sobre el mal. Que Santa María de
Guadalupe anime nuestro caminar y sostenga nuestra esperanza.
Pidamos
especialmente en este Eucaristía a Dios, por la poderosa intercesión de nuestra
Madre que pronto conceda a esta Iglesia Particular un Obispo, que haciendo
presente a Jesús el Buen Pastor apaciente a este pueblo que sufre, para que se
siga acompañando a las víctimas de la violencia y trabajando en la construcción
de la paz.
Que
Santa María de Guadalupe, nos cubra con su manto, para que vivamos en este
mundo llenos de esperanza, para que cada día nos convirtamos a Cristo y transformemos
nuestra sociedad.
Santa
María de Guadalupe: Salva nuestra Patria y Conserva nuestra Fe. Amén
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