jueves, 11 de octubre de 2012

LA DIOCESIS DE ACAPULCO: PRESENTE EN LA APERTURA Y PRIMERA SESION DEL CONCILIO VATICANO II




LA DIOCESIS DE ACAPULCO PRESENTE EN LA APERTURA  Y PRIMERA SESION DEL CONCILIO VATICANO II.
Pbro. Lic. Juan Carlos Flores Rivas

         El Jueves 11 de Octubre de 2012, el orbe cristiano estará de fiesta celebrando los 50 años de la Solemne Inauguración del Concilio Vaticano II. Acontecimiento que marcó la historia, no solo de la Iglesia Santa y Católica, con su “aggiornamento” (puesta al día), sino la historia universal, pues nadie puede pasar indiferente ante el acontecimiento cristiano.
         Y Acapulco no es en modo alguno la menor entre todas las Iglesias locales, pues la Divina Providencia dispuso que esta comunidad eclesial diocesana naciera en 1958-1959, bajo la egida de ese acontecimiento espiritual, inspirado bajo el soplo del Espíritu Santo.
          La imbricacion de la historia de la Diócesis de Acapulco es tal con la del Concilio Vaticano II, que su creador, el Beato Papa Juan XXIII, surge al mismo tiempo que el Primer Obispo de Acapulco, el Siervo de Dios Monseñor José Pilar Quezada Valdés. Este Papa que, apenas tres meses antes había sido elegido por un Cónclave, en Octubre de 1958. Este mismo Papa, sería quien Preconiza el 13 de Diciembre del mismo año, al Señor Cura de San Andrés, en Guadalajara, Jalisco, Monseñor José Pilar Quezada Valdés, como Primer Obispo de la recién creada Diócesis de Acapulco.
              Durante la celebración de la fiesta de la Conversión de san Pablo el 25 de enero de 1959, en un consistorio que el Papa Juan XXIII tuvo con los cardenales tras la celebración en la basílica de san Pablo Extramuros, anunció1 su intención de convocar un concilio ecuménico. El anuncio causó una gran sorpresa en todos.
               Mientras tanto, ese mismo día, en Acapulco era Ordenado el Primer Obispo, Monseñor José Pilar Quezada Valdés, en la Catedral de Nuestra Señora de la Soledad, de manos del Eminentísimo Señor Cardenal Arzobispo de Guadalajara Monseñor José Garibi Rivera, siendo co-consagrantes los Obispos Francisco Javier Nuño, Alfonso Toriz Cobián y Alfredo Galindo Mendoza, ante la presencia del Delegado Apostólico en México, Monseñor Luigi Raimondi.
             Desde febrero de 1959 a noviembre de 1962 tuvo lugar la etapa de preparación del Concilio, bajo la responsabilidad de la Curia Romana.
             En sus discursos posteriores, el Papa fue poco a poco delineando los objetivos del concilio y recalcando especialmente que se trata de un concilio pastoral y ecuménico. Aunque el propósito de Juan XXIII encontró muchas formas de manifestarse durante los tres años siguientes, una de sus expresiones más conocidas fue aquella que, preguntado por los motivos, presentó al tiempo que abría una ventana: «Quiero abrir las ventanas de la Iglesia para que podamos ver hacia afuera y los fieles puedan ver hacia el interior».
         Sin duda, una de esas ventanas abiertas era la recién creada Diócesis de Acapulco, y en ella su Obispo: ventana abierta hacia el Pacífico, ventana abierta hacia el extremo Oriente.
         El Primer Obispo de Acapulco, el Siervo de Dios Monseñor José Pilar Quezada Valdés, apenas a dos años de haber llegado a la Ciudad y Puerto, recibió el mandato de prepararse para estar presente en la Primera parte de esa importante Asamblea eclesial universal.
         La Circular Número 75 enviada el 20 de Septiembre de 1962, a los sacerdotes de la Diócesis de Acapulco, explicaba cómo: “Desde los tiempos apostólicos la gran Familia Cristiana alcanza todo de Dios por medio de la oración: Un ángel abre las puertas de la cárcel a Pedro, y la Iglesia estaba en oración (“Oratioautemfiebat sine intermissione ad Ecclesia ad Deum”. Cfr. Act 12, 5)” Y movidos por esa fe, pedía a toda la Diócesis de Acapulco, que desde ese momento se hiciera oración, unidos al Vicario de Cristo, por la feliz realización del Concilio Vaticano II: En la Misa darán los sacerdotes, como imperada, la oración del Espíritu Santo; sacerdotes y fieles en todas las oraciones, haciendo especial frecuencia en todos los sacramentos, y si es posible la comunión diaria; actos colectivos, como comunión general en el día de la Apertura del Concilio; misas sabatinas los niños en las escuelas, y horas santas, etc. Monseñor Quezada aprovechaba la misma circular para despedirse de sacerdotes y fieles, dándoles a conocer que durante su ausencia, el Gobierno de la Diócesis quedaba en manos del Muy Ilustre Señor Canónigo Gabriel Ocampo.
              Monseñor Quezada se trasladó a Roma Para Participar en el Concilio, sin duda con una grande emoción personal, pues participó en la Solemne Apertura del mismo, y un día después, cumplía en ese mismo contexto, 62 años de vida.
         Monseñor Quezada fue al Concilio, y durante toda su estancia en Roma, se hospedó en el venerable Colegio Pio Latinoamericano, ubicado en ese entonces en la Vía Aurelia Número 677.
              La primera sesión del Concilio Vaticano II (1962)
            La primera sesión se inició con la inauguración solemne en la basílica de San Pedro el 11 de octubre de 1962.
          La primera sesión partió con la inauguración solemne en la Basílica de san Pedro el 11 de octubre de 1962. Juan XXIII presidió la Misa y ofreció un discurso programático, el Gaudet Mater Ecclesia, donde habló del puesto de los concilios en la historia de la Iglesia, de la situación del mundo y de algunos aspectos generales que debían tenerse en cuenta durante el concilio: se trata de custodiar el depósito de la fe católica enseñarlo de una manera adecuada a los tiempos empleando para ello los métodos más eficaces. También recordó que no era una actitud de condena de los errores sino de misericordia, lo que se esperaba del concilio. Alude al tema del ecumenismo que era uno de los que habían causado mayor expectativa en los medios de comunicación. Allí estuvo presente nuestro Primer Obispo de Acapulco.
         La experiencia mayor de gracia, sin duda, para Monseñor Quezada, estar en el corazón de la Cristiandad, en el centro de un acontecimiento de primer orden para la vida de la Iglesia y del mundo, precisamente el día de su cumpleaños numero 62, el 12 de Octubre de 1962.
         Desde Roma, Monseñor Quezada enviará a su amada Diócesis la Circular Número 78, el 15 de Octubre de 1962, Fiesta de Santa Teresa de Jesús, pidiendo a todos: “Ofrezcan en todas las parroquias de la Diócesis, por el éxito del Concilio Ecuménico Vaticano II, una novena al Espíritu Santo, la comunión a ser posible diaria, y se coloque en todos los templos un cepo donde se recoja el Tesoro Espiritual por el Concilio, por el tiempo que este dure”. Terminaba diciendo: “Encarecidamente les suplico una oración especial por el más indigno de sus hermanos en el sacerdocio que, a pesar de su ineptitud, se le ha señalado cargo tan grande”.
         El 20 de octubre, tomando en cuenta el interés mostrado por algunos padres conciliares de ofrecer un mensaje de parte del concilio al mundo, se votó rápidamente una propuesta que obtuvo la mayoría necesaria y fue asumida como Mensaje de los padres conciliares a todos los hombres. Luego comenzó la discusión del esquema sobre la liturgia (De sacra liturgia que luego se llamará Sacrosanctum concilium), que fue aprobada el 14 de noviembre, y ese mismo día, se presentó el esquema De fontibus revelationis (que luego será el Dei Verbum).
         El 23 de noviembre se entregó a los padres conciliares dos esquemas para su estudio antes de la discusión en aula: era el De Ecclesia (luego la constitución dogmática Lumen Gentium) y un apéndice con un esquema sobre la Virgen María (De beata Maria Virgine). Ese mismo día se comienza a discutir y es aprobada la constitución sobre los medios de comunicación social (que luego será el decreto Inter mirifica).
            Para el 27 de noviembre inició la discusión del esquema sobre la unidad de los cristianos, Ut omnes sint, documento reelaborado por una comisión mixta y aprobado.
           El 1 de diciembre se comenzó a discutir el esquema De ecclesia. En él, era el tema del episcopado el que más discusión generaba. El debate no llega a puerto y las discusiones se concluyen el 7 de diciembre, víspera de la clausura de la primera sesión conciliar.
            El 8 de diciembre se concluye oficialmente la primera sesión con un discurso del Papa. Y nuestro Primer Obispo de Acapulco, habiendo participado en esa emotiva ceremonia, se prepara para regresar a su amada Diócesis.
         Una Circular más enviará Monseñor Quezada desde Roma, la Número 83, del 9 de Diciembre de 1962, con su grande satisfacción por el feliz término de la Primera Parte del Concilio Vaticano II. En la misma Circular, anunciaba que le había sido concedido “Coronar a la Virgen de la Soledad, Patrona de la Diócesis, en el sesquicentenario de su Patronato, tocándonos pedirle, ser de los primeros realizadores de esa esperanza de la Iglesia que ha sido el Concilio Vaticano II”. Añadía: “Servir a Dios en nuestro prójimo, caridad y justicia para nuestros hermanos, amor y paz en las familias y en los pueblos a lo largo de nuestra Diócesis, será la preparación más indicada, y señalará la hora de poner en la frente de la Madre de Dios, una corona que signifique que el Reino de Dios está entre nosotros”.
         Monseñor Quezada aprovechó su estancia en Roma, para ir en peregrinación a Tierra Santa. Y la Circular Número 84, del 18 de Diciembre de 1962, signada por el Canónigo Honorario Gabriel Ocampo, como Vicario General, y por el Presbítero Juvenal Porcayo Uribe como Secretario, invitaban a preparar su regreso a la Diócesis de Acapulco, celebrando una Misa de Acción de Gracias con comunión general, y enviando telegramas de adhesión con motivo de la Navidad, pues regresaría en plena fiesta natalicia. Una comisión de sacerdotes se trasladó a recibirlo a la Ciudad de México, y toda la feligresía salió a encontrarlo en automóviles y camionetas hasta el Río Papagayo; donde un miembro del Movimiento Familiar Cristiano le dirigió unas palabras. Frente al Templo de La Garita, lo recibieron los ciclistas, y unas palabras de bienvenida por un miembro de Acción Católica Mexicana. En el Hotel Ritz lo esperaba la Asociación de Charros de Acapulco y toda la caballería del Puerto, y en nombre de todos, un saludo de un miembro del Movimiento de Cursillos de Cristiandad. Fuera de la Santa Iglesia Catedral, en el Jardín Alvarez, lo esperaban con uniformes de gala las agrupaciones de todos los círculos sociales, haciendo vallas los Colegios; ya dentro de la Catedral, los sacerdotes con sotana y sobrepelliz, los religiosos y religiosas y seminaristas, todos con sus respectivos hábitos; Asociaciones, catequistas con estandartes y banderas. Se cantó un Solemne Te Deum, acompañado por el Coro del Seminario, y se dio la Bendición con el Santísimo Sacramento.
              Monseñor Quezada, presente en la Primera Sesión del Concilio Vaticano II, no quiso que sus constituciones, derechos y declaraciones fueran letra muerta en su Diócesis. En Retiros y Ejercicios Espirituales, en conferencias, en pláticas que sostenía con sus sacerdotes y seglares, procuraba ir dando a conocer las disposiciones del Concilio.

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