martes, 13 de julio de 2010

VI. AUTOBIOGRAFIA: PRESBITERO BLANDINO BARCENAS AGATON.

VI. AUTOBIOGRAFIA: PRESBITERO BLANDINO BARCENAS AGATON.

REFLEXIONES.

IMPORTANCIA DE LA SALUD CORPORAL

En la vida sacerdotal, son igualmente importantes, tanto la salud espiritual, como la corporal. Aquella, por lo primordial del trabajo, que como sacerdotes desempeñamos. Esta, para la eficiencia de nuestra labor que realizamos.
A lo largo de mi vida de estudiante, y también como sacerdote, con tristeza vi cómo muchos se quedaron en el camino por falta de salud física.
La falta de salud corporal, les cortó el hilo de la vida.
Quizá, a muchos de nosotros sacerdotes, nos falta la cultura de la salud. Hermanos sacerdotes, acudamos con frecuencia, siquiera una vez por año, para hacernos un chequeo general. A veces las enfermedades van minando nuestra vida sin que nos demos cuenta.
Casi todas las órdenes y congregaciones religiosas, de una u otra manera, cuidan su seguridad social; muchas diócesis carecen de este servicio.
Los sacerdotes diocesanos tenemos, a nivel nacional, el CCYAS (Centro Cultural y de asistencia sacerdotal), que presta servicios, con hospitales, clínicas, sanatorios, con quienes hace convenios para cuidar la salud de nosotros los sacerdotes. Cuenta esta Institución con seguro de gastos médicos mayores y de vejez e invalidez.
El padre Blandino en la casa de CCYAS, dónde son encargados hermanos Sacerdotes, quienes reciben con los brazos abiertos en pequeños departamentos, cobrando una cuota mínima, para que se hospeden sacerdotes que asisten a la Cd. de México procedentes de provincia.

Quien esto escribe, por no tener bien cimentada la cultura de la salud, y por no haberme hecho con cierta frecuencia los debidos análisis clínicos, al sufrir una caída, al salir de la tina del baño, en una reunión de Provincia en Acapulco en Enero del 2008, cuando nos hospedábamos todos los sacerdotes en un hotel del puerto pude darme cuenta tras esa caída de la gravedad de mi enfermedad y de la urgencia de mi operación, ya que tenía todas las arterias tapadas. Al asistir al médico por los golpes que tenía derivado de la caída, el médico me ordenó un encefalograma y luego un electrocardiograma, tras los cuales los cardiólogos me diagnosticaron una cardiopatía isquémica tribascular, diabetes mellitus 2, hipertensión arterial…
Reunión de la provincia de Acapulco en el Hotel Playa Suites, Enero, 2008. De izquierda a derecha el 3º. Padre Blandino Bárcenas A., Al centro el Arzobispo Felipe Aguirre Franco.

Fue necesario trasladarme a la Ciudad de México a consultar otros especialistas dónde en cuanto llegue fui internado y me realizaron el estudio del cateterismo mostrando este que no había otra opción para mi caso que la cirugía de corazón. Por este diagnostico tuve que sufrir una operación a corazón abierto, en el Instituto Nacional de Cardiología, Dr. Ignacio Chávez, dónde permanecí internado por espacio de un mes y medio. Una vez internado me realizaron una serie de análisis minuciosos por que una intervención de esta magnitud así lo requiere, tanto que uno no debe tener ni la más mínima infección en el cuerpo, por lo que fue necesario me extrajeran inmediatamente unas muelas que tenían unos problemitas, todo fue de inmediato y algo doloroso, llegué un lunes y me operaron un miércoles. Fue un calvario que gracias al Señor no sufrí sólo, me acompañaron en mi viaje y me cuidaron muy cerca la familia Hernández Torres, quiénes dejaron todo por estar junto a mí y al pendiente de todo lo que yo necesitara; medicamentos, estudios, atenciones, oraciones, apoyo económico y moral, donación de sangre, etc.

Cabe mencionar que cuando solicitaron la donación de sangre esta familia busco sin tener a nadie cerca en aquella ciudad, busco entre amistades militares y demás hasta que Dios les ilumino para que localizaran a un sobrino de ellas, a quien he orientado y apoyado hacia la vida religiosa, quien nos acompañó y apoyó con sus compañeros hermanos franciscanos conventuales en la donación de sangre, plaquetas, ya que se requería de 11 donadores, gracias a Nuestro Señor estos hermanos franciscanos me apoyaron con su sangre.
Un día antes de la cirugía sucedió algo muy bello que creo fue una señal del cielo, justo a las 8:00 de la noche en una ciudad nublada y en dónde había estado lloviendo todas las tardes, en ese horario de la noche se ilumino la habitación del hospital con la entrada de los rayos de un resplandeciente sol que alumbraba como si fueran las 12 del día de un día despejado de primavera, esta señal me dio fortaleza para poder entrar al quirófano al siguiente día y estar listo desde las 6 de la madrugada del día de la operación.
El Señor, de quien procede todo bien, me ha permitido vivir un poco más, Él ha hecho un milagro en mí y en mi vida, ya que sólo me daban de una semana a un mes de vida porque tenía todas las arterías del corazón tapadas. El cardiólogo me ha dicho que según las estadísticas de 10 operados a corazón abierto sobrevive uno y yo he sido muy afortunado de seguir viviendo para agradecer con mi trabajo y mi vida, ¡Gloria a Dios!, mi vida es un testimonio más de todos los milagros que hace el Señor. Gracias a Dios, a los médicos, a las enfermeras y en especial a la familia Hernández-Torres, mis tres ángeles, que, con mucho esmero y cariño, me han cuidado.
Gracias por las oraciones que hicieron por mí todas las personas, muchos párrocos y sus comunidades, que me tuvieron presente y al Arzobispo que muy frecuentemente llamaba al Hospital para informarse de mi salud y oraba por ella.
Hermano sacerdote, cuida tu salud física, para un mayor y eficiente servicio pastoral.

MI AFICION POR LAS BELLAS LETRAS
Desde que ingresé al Seminario de la Inmaculada Concepción en la Cd. De Chilapa, Gro., me aficioné a la lectura y estudio de obras que complementaran las materias que, en el transcurso de los cursos lectivos, se iban presentando.
En el Seminario Conciliar de Chilapa, me tocó compartir un dormitorio donde descansábamos 18 seminaristas del seminario menor. Para que no quedáramos en la total oscuridad (pues las paredes de grueso adobe, llegaban hasta el techo), dejaba encendido un foco de 25 wats, que iluminaba el pasillo; para no molestar, esperaba a que se durmieran, sobre un buró colocaba una silla, para tener la luz más cerca para leer, no siempre obras completas, pero sí grandes trozos de literaturas orientales, como el Ramayana y el Mahabhabarata, la Epopeya de Gilgamesh, algo del libro de los Muertos de Egipto, el Código de Hammurabi, las sentencias del chino Confucio, y, por supuesto de la antigua literatura hebrea; pero de ésta hablaré más ampliamente después.
Me encontré después con la literatura griega y casi leí de P. a Pa, la Ilíada y la Odisea del gran literato Homero, algunos discursos de Demóstenes, casi todas las fábulas de Esopo; algo de la historia de Heródoto. Algunas obras del filósofo Platón y del gran Aristóteles.
Me encantó mucho la lengua del lacio: el latín, y, eran mis delicias leer y releer las obras del gran tribuno romano Marco Tulio Cicerón, en particular las catilinarias, algunos trozos de historia de Julio Cesar.
De los poetas Virgilio y Horacio, como Eneida y sus bucólicas. En particular de Horacio, la epístola a los Pisones; los epigramas de Marcial.
Hija de estas literaturas griegas y latinas son hijos los grandes Padres de la Iglesia y otros escritores, que con sus escritos, alimentaron a los cristianos de su época, como Orígenes, Tertuliano, que lucharon a brazo partido contra las herejías.
Entre los grandes Padres de la Iglesia latina hay que tomar en cuenta al gran San Agustín que con su genio inigualable, todavía sus escritos son de una actualidad sorprendente. San Ambrosio con sus sabios sermones.
Entre los Padres griegos hay que tomar en cuenta los escritos valientes de San Atanasio, San Basilio, etc.
Cuando aparecieron las lenguas romances, entre ellas, la lengua castellana, nos encontramos con un gran patrocinador de las letras, Alfonso X, el sabio, Gonzalo de Berceo, el arcipreste de Hita y otros que fueron conformando la lengua castellana y dejaron rastros en sus escritos de los primeros balbuceos de nuestra lengua.
Aparecen en Italia, Dante Aligieri, con su Divina Comedia, Petrarca, Boccacio, con su Decamerón, de los cuales, por supuesto, no leí toda la obra solo fragmentos, Savonarola…
Me asomé también a la literatura francesa, en particular a la relativa a la oratoria sagrada, leí muchos sermones Bossuet, Bourdalú, Massillón. Algo de los enciclopedistas franceses que propiciaron la Revolución. De la literatura alemana leí algo de Goethe, de la literatura inglesa leí el Paraíso Perdido de Milthon.
Pero en la que más me adentré es en la literatura española de la época clásica. Mi autor más leído fue el Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra, varias obras de Lope de Vega, leí algunas obras del satírico, Francisco de Quevedo, de Tirso de Molina, de Luis de Góngora y Argote.
Pasaron por mis manos libro de grandes escritores espirituales, como Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, Fray Luis de Granada. De los mexicanos, casi contemporáneos de los que acabo de enumerar, a Juan Ruíz de Alarcón, el corcobado, y, en particular me apasionó la lectura de varias de las obras de la Décima musa mexicana, Sor Juana Inés de la Cruz, algunas de cuyas poesías y sonetos, conservo en mi memoria, así como de los clásicos españoles que cultivaron el género poético.
De autores posteriores, y de diversas naciones, leí, en más de una ocasión, el Tenorio de José Zorrilla, a Gustavo Adolfo Becker, a Víctor Hugo, a José de Espronceda, Núñez de Arce, con sus hermosas poesías; de la literatura rusa, Crímen y castigo de Dostoievski.
De autores mexicanos más recientes, algo de José de Vasconcelos, del filósofo Antonio Caso, de Jaime Torres Bodet…
He leído algunos escritos de los historiadores del tiempo de la colonia. De la literatura indígena, el Nicam Mopohua, el Popol Vuh, poesías de Netzahualcóyotl.
La verdadera Historia de la Conquista de México de Bernal Díaz del Castillo Sobre la Palabra de Dios, en capítulo aparte hablaré.

IMPORTANCIA DE LA SAGRADA ESCRITURA EN MI VIDA SACERDOTAL
Desde mi época de estudiante, en Seminario Menor, de Chilapa, fui descubriendo la importancia de las SAGRADAS ESCRITURAS en el estudio eclesiástico y para la vida. Con sobrada razón el apóstol San Pablo, en su segunda carta a Timoteo le dice: “Toda escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir y para educar en la justicia”. (2 Tim 3, 16).
Al estudiar ya en el Seminario Mayor de Montezuma con los padres Jesuitas, las tesis de filosofía y teología aristotélico-tomista, había que probar dichos enunciados, entre otros argumentos, con textos de la Sagrada Escritura, que me parecían escasos. Las clases que nos impartían los padres profesores las explicaban en lengua latina. Hice el esfuerzo de comprarme una biblia en latín; y un nuevo testamento de bolsillo, también en lengua latina. Este último lo guardaba en una oquedad de la banca que ocupaba en la capilla general, donde para los actos comunes religiosos nos congregábamos, por lo menos dos veces al día. Allí, mientras el aforo de unos 500 seminaristas se iban acomodando, sacaba mi nuevo testamento y leía algún capítulo, que yo creía conveniente. También tenía, en latín el libro espiritual, Imitación de Cristo, por Fr. Tomás de Kempis.
Me aficioné a la lectura del N. T., y, en particular, las epístolas del Apóstol de las gentes, San Pablo, los Evangelistas, etc.
En este tiempo se hablaba poco, casi pasando, como gato por brazas, de la Lectio divina, que tanto bien hizo en los monasterios, y que, hoy por hoy, va tomando cuerpo, y es uno de nuestros proyectos del Plan diocesano de Pastoral. Los profesores de Sagrada Escritura, con sus exégesis y hermenéutica nos enseñaban a asimilar, y más de alguna vez, incluso, fijar en la memoria, versículos de capital importancia.
El Papa Juan XXIII, en 1959, anunció primero y convocó después a un Concilio Ecuménico. A través de sus comisiones, hizo llegar a todos los obispos del mundo, a las universidades, a los seminarios mayores, esquemas previos, para su estudio y sugerencias de materias que se tratarían en dicha Asamblea Ecuménica; entre ellos mandó, el material del documento, que más tarde se llamaría Dei Verbum: La Palabra de Dios. En la biblioteca podíamos leer, los mencionados documentos y posteriormente, los aportes, discusiones, y hasta intervenciones que nos parecían agresivas.
Todo lo cual contribuyó a reafirmar más mi afición por la Palabra de Dios descubriendo que, no solo era importante, citar uno que otro texto bíblico, para confirmar y probar las tesis que estudiábamos, sino que la Biblia era de capital importancia en los estudios eclesiásticos, y, en nuestra propia vida la base y la fuente, a donde todos, jerarquía y laicos, deberíamos abrevar para consolidar nuestra vida de Fe, haciéndola jugo y vida nuestra.
Con qué sencillez nos habla el libro del Génesis, cuanta poesía encontramos en el libro de Ruth o el Cantar de los cantares. Es una delicia leer a los Profetas, entre ellos a Isaías, que describe al Varón de Dolores, como si lo estuviera viendo físicamente.
Y en el N. T., ni qué decir del superapóstol, Pablo de Tarso en sus hermosas epístolas; o leer y meditar la eminentemente práctica epístola de Santiago, a la que el heresiarca Lutero, llamaba “epístola de paja y lodo”, porque le echaba por tierra gran parte de sus heréticas tesis. Me parecía deleitoso leer y reflexionar la hermosísima epístola a los Hebreos.
En la invitación y la estampa que envié a quienes me acompañaron, tanto en mi ordenación, (10 de julio) y mi Cantamisa, cuatro días después, escogí como divisa de mi servicio pastoral lo que de su persona decía, el Apóstol de los Gentiles, escribiendo a los de Corinto: “libentissime impendar et superimpendar, et ipse pro animabusvestris”, lo que en buen castellano quiere decir: Con muchísimo gusto me gastaré y desgastaré, a mí mismo, por el bien de mis fieles. (2Cor 12,15).
Hoy al cumplir 50 años de vida sacerdotal, doy rendidas gracias a Cristo Sumo y Eterno Sacerdote.
Seguiré el camino en esta tierra de mano de mi Dios, pues gracias a él tengo otra oportunidad de vida.
Reto y divisa que un servidor espera haya cumplido, al menos parcialmente.

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