José Pilar Quezada Valdès -sentado a la izquierda- y Agustín Caloca Cortés -Sentado a la derecha- alumnos en el Seminario de Guadalajaraa
... "en la Iglesia conviven asnos, mulos y machos cabríos, algunos tan salvajes que se sienten deseos de matarlos, pero no es posible porque 'el Amo quiere recibirlos todos en buen estado'."
El Cura de Torcy a su colega de Ambricourt, en: "Diario de un Cura Rural", de Bernanos.

jueves, 26 de mayo de 2016

LA MIRA ¡MIRALA! LA EPOPEYA CARISMATICA DE LAS CUEVAS DEL PADRE HERMANN. CUARTA ETAPA.


LA MIRA ¡MÍRALA! LA EPOPEYA CARISMÁTICA DE LAS CUEVAS DEL PADRE HERMANN         

CUARTA ETAPA                 1972-1973

         LAS CUEVAS DE LA MIRA NACEN Y SE HACEN FAMOSAS.

         Como nacieron las famosas Cuevas.

Después de las Pascuas de Resurrección, decido construir en La Mira una modesta residencia de 6x4 metros. Debo apurarme, puesto que mi prima Nicole Morin va a venir a ayudarme a formar una estudiantina a partir de mediados de mayo hasta fines de julio.
         El jefe de la colonia, Señor Secundino Ochoa, me entregó el terreno de 300 metros reservado a una capilla. Tiene una enramada media destruida donde el Párroco del Carmen celebró por última vez una Misa cinco años antes. Mi intención queda clara desde el principio. No vengo a inaugurar una nueva parroquia, ni me apropio de una parroquia ajena. Construyo en un espacio limitado las bases de un Centro Comunitario semejante a los que he trabajado en Canadá, que irradien sobre toda una ciudad y una diócesis, y que dependen directamente de la autoridad diocesana.
         El terreno se ve muy ingrato, en la falda de la colina, cubierto de rocas y de arbustos, refugio de los marranos. Tengo la impresión que ningún colono lo ha querido. Hay que emparejarlo para ganar superficie y ocupar el subsuelo. ¿Quién lo va a hacer si no lo hago yo? Todos los días, con la pala y la carretilla, transporto tierra, nivelo. La gente me ve extraño. Dicen: ¡qué lástima! Este padrecito escarba la tierra en vez de cantar vigilias y celebrar misas a nuestros querido difuntos…
         Los difuntos nunca me preocupan mucho. En mi trabajo físico pesado, me sostiene la ilusión de preparar un lugar donde vendrá a renovarse la juventud.
         Me siento sobre las enormes piedras y digo en mi oración: Señor haz que estas piedras se vuelvan pan”. En eso, recuerdo las grutas de Balcones al Mar, donde hemos tenido jornadas y encuentros de líderes. Siento que me estoy enamorando de las piedras y que las podremos colocar en forma de cuevas donde haríamos encuentros y corrillos que proporcionarían el pan espiritual a cincuenta, a cien, a miles de gentes.
         Así es como nació el proyecto de Las Cuevas de La Mira que iban a servir de cuadro a una hermosa epopeya carismática. Pero no nos adelantemos tanto.
         Durante los trabajos de construcción de la pequeña residencia, me alojo en la casa de don Secundino y de doña Chuchita, y doña Clementina me preparaba los alimentos.
         Conviene subrayar que en esta primavera de 1972 don Remigio empieza a trabajar en nuestro Centro y seguirá haciéndolo fielmente hasta ahora (1991).

         Mi prima Nicole forma la estudiantina de La Mira.

         Llega mi prima Nicole con su guitarra y los cantos que aprendió el año pasado en Cuernavaca. Demuestra su entusiasmo exuberante al ver que de veras me estoy enraizando sólidamente en Acapulco.
La residencia se eleva sobre seis columnas. Debajo podemos ocupar todo el espacio como salón de reuniones y de ensayos de música.
La llegada de Nicole crea sensación en la colonia. Ella toca y tiene una voz encantadora. Habla perfectamente el español. Irradia la alegría de vivir. Sobre todo tiene algo que a ningún muchacho deja indiferente: ojos de un azul intenso como si reflejaran el firmamento y las aguas de la bahía.
Nicole forma la estudiantina de La Mira; compramos guitarras y todas las noches había prácticas durante cuatro horas. Así que jóvenes que no sabían nada de música pudieron en dos semanas tocar la Misa Panamericana. Los hermanos de La Salle, religiosas del Zumárraga, del América y del Victoria venían a participar en nuestras misas dominicales. Invitado por el padre Rafael Bello a celebrar una Misa en la Sagrada Familia, llevé conmigo a la estudiantina. Después unos cursillistas nos invitaron al Bejuco, a Tres Palos.
También íbamos a los. Bajos del Ejido a fraternizar con el grupo del padre Miguel. Mi Camioneta Chevrolet nevaba en letras llamativas el nombre de la estudiantina. El tránsito local y la Policía Federal de caminos, al cruzar o doblar el grupo, saludaban al conjunto de 20 muchachos con simpatía en su capilla móvil. Novedades de Acapulco hizo un reportaje. El nombre de La Mira salía de la noche y unos presintiendo el futuro repetían: “La Mira, ¡Mírala!”
         A mediados de julio, teníamos 18 guitarras y 2 mandolinas, 30 jóvenes practicaban. Los alumnos de la primera hora se volvían de pronto profesores para los nuevos. Un grupo acompañó a Nicole, una semana, en un pueblo de la montaña, vacunando, ayudando a hacer la carretera. Empezamos una estudiantina en La Laja y seguimos un tiempo asesorándolos. Decían los muchachos: “Lo que hemos aprendido queremos transmitirlo”. Teníamos un círculo bíblico. Sin quererlo y sin darse cuenta, por el solo impacto de su presencia y de sus actividades, el grupo de La Mira cambió la mentalidad de muchos sectores, desbarató pandillas peligrosas e hizo que los jóvenes buscaran y realizaran algo positivo.
         Por lo tanto, desde el principio, el Centro tuvo una irradiación social y no se encerraba en sí mismo. Muchos no ven esos frutos y acusan a la estudiantina o grupos carismáticos de servir de nada, que mejor no existieran.

         En 1972 tenían mala fama las guitarras en la liturgia.

         Conviene señalar que en los años 71 y 72 en Acapulco, no se admitían guitarras en los templos. En el Retiro anual de sacerdotes, del 4 al 8 de septiembre de 1972, Monseñor José Pilar Quezada declaraba que no convenía tocar guitarras en la Misa, y Juvenal Porcayo, Vicario General, justificaba ese juicio con el siguiente silogismo: “La guitarra provoca movimientos corporales. Ahora bien, no se deben permitir tales movimientos en el culto. Por lo tanto se debe prohibir la guitarra en los templos”. Yo contestaba: “¿Piensan que David no se movía cuando danzaba con toda la fuerza de su juventud delante del Señor?”. Hoy con la mentalización realizada y la aceptación general de la Misa de juventud (el padre Juvenal unos años después la aceptó en Costa Azul) uno no puede comprender la oposición de hace 18 años atrás. Es que en ese tiempo, la celebración de la Misa se hacía muy calmada, de daba preferencia a la devoción individual: el cajón de los difuntos y las vestiduras negras predominaban en el culto. No se podía ni concebir una celebración gozosa con cantos jubilosos y ademanes exuberantes.
         Tampoco se veía asistencia juvenil. Los sacerdotes lo confesaban: “Los jóvenes no se paran en la Iglesia”. Los jóvenes se justificaban: “Cuando voy es por la fuerza, todo eso lo veo muy aburrido”.


         A Nicole suceden Sor Manuela, Guadalupana, y Beatriz Ferrara.

         Al despedirse en los últimos días de Julio, Nicole sufre mucho de la separación inevitable. Ella y los muchachos, sus hijos, lloran. Pero ella, con orgullo, puede decir que no ha sembrado en vano. Su obra no perecerá. Sus hijos ya entrenados enseñan a nuevos miembros de la estudiantina.
         En este periodo nos fue de una gran ayuda la madre Manuela, Guadalupana. A nadie había revelado que pertenecía a la Renovación en el Espíritu Santo. Fuimos a orar con ella a las Cumbres de Caletilla y nos enseñó cantos nuevos. Un día, ella misionaba en Espinalillo y fuimos a cantar y orar con los jóvenes de ahí.
         Después de la madre Manuela, viene de México una muchacha muy entregada que retoma la obra de Nicole. La muchacha se llama Beatriz Ferrara H. Tiene su carrito. Un día al ver pasar la camioneta con la estudiantina nos sigue a La Mira y se ofrece a ayudarnos durante las vacaciones en Acapulco. Después, viene de la capital los fines de semana sólo para encontrarnos y servir a la estudiantina. Cuando no le fue más posible seguir viniendo, mandaba cartas en las que decía entre otras cosas: “Por motivo de mis estudios no he podido ir y estar con ustedes en La Mira, pero yo estoy segura que se siguen superando. Ahora estudio piano y el idioma alemán. Les prometo que una vez que tenga tiempo estaré siempre con ustedes, aunque de corazón y pensamiento sigo permaneciendo en su compañía”.
         Los muchachos tenían un elixir en la persona de Beatriz, que les contagiaba su espíritu, de buen humor y de alegría. Esto nos escribía en una misiva un 16 de septiembre de 1972: “Nunca debemos darnos por vencidos; pues mientras hay vida hay esperanza, y mientras tenemos salud, tenemos y debemos luchar. Así que deseo nuevamente no se desanimen y sigan ensayando, para lograr lo que con tanto entusiasmo iniciaron”.

         Me dieron una regañada en la judicial.

… Es desalentador y la manera como estas cosas se han manejado han permitido que quienes de verdad delinquieron anden sueltos en tanto que en las cárceles hay inocentes que purgan delitos que no han cometido y seres humanos sanos mandados al manicomio mientras que los desequilibrados nadie hace caso de su atención psiquiátrica. Procurador General de Justicia, Lic. Edmundo Olguin (1981).

         Me hubiera faltado una deliciosa experiencia en Acapulco si no hubiera sufrido algo de la Judicial.
         El domingo 20 de agosto formamos un Comité Ejecutivo de la Estudiantina y nombramos al joven René Ávila Díaz, como presidente. Su familia muy honrada y el joven es serio, estudioso y estimado de todos. Durante la noche del domingo al lunes, se comete un robo en la colonia La Mira. En la mañana siguiente viene la Judicial y para demostrar su eficiencia atrapa al primero que pasa y lo lleva a la cárcel. Es nuestro flamante presidente, René Ávila.
Me viene a buscar la mamá desconsolada y la acompaño a la cárcel. En el camino recordaba la escena de Nueva York, relatada en La Cruz y el Puñal: el predicador Wilkerson se presentó en defensa de unos pandilleros y fue sacado por la policía del Tribunal. Aquí va a ser diferente, porque en México hay mucho respeto hacia los padrecitos. A demás, Ávila es absolutamente inocente.
La mamá de René y yo nos presentamos ante el Comandante Wilfrido Castro Contreras y trato de explicar que el joven ha sido arrestado por equivocación. Cuál no es mi sorpresa al oír la voz enojada del Comandante que me dice: "Usted, padre, no conoce a los La Mira; son una bola de delincuentes. El Joven Ávila está preso y tengo el derecho de guardarlo en la cárcel los días necesarios para los interrogatorios". Hace una señal para que nos saquen de su oficina.
         Nos esperan los fotógrafos en la puerta. No sé por qué se muestran tan groseros. No capto sus palabras raras, pero es fácil comprender que me ofenden. Lo sabré mejor después por los periódicos. “La verdad” publica una foto en el momento en que el Comandante me regaña con la leyenda: “El padre Hermann Morín se presentó ayer ante el Comandante a abonar la conducta del joven René Ávila Díaz, quien fue detenido por la Policía Judicial”. “La Prensa Libre”, despreciativa, debajo de mi foto escribe: “Por metiche le dieron su maltratada hoy en la mañana en la Judicial a este cura flaco que fue a abonar la conducta de un presunto ladrón”.
         A David Wilkerson le resultó positivo su enredo con la policía porque puso las pandillas de su lado. Aquí el asunto no toma grandes proporciones. Pero mi visita a la cárcel hizo que René fuera liberado unas pocas horas después. La estudiantina, en la noche, festejaba su liberación. Por mi parte, antes de dormir, medito la sabia reflexión de la mamá de David: “El Señor procede en forma misteriosa para llevar a cabo sus maravillas”
         La estudiantina sigue con sus actividades. Se elige una reina: Elizabeth Cárdenas López, y una princesa: Guadalupe Gutiérrez Sauri. Los integrantes de la estudiantina se dan al baile: Esteban y Vicente Ortiz Pavón, Nicolás y Refugio Flores, Carlos Castro, Lupita Nieto, René Ávila, etc…

         ¿Quién es el peor: el padre Hermann o el padre Carmona?

El Centro de La Mira no es un gueto, es más bien un trampolín. No es un pozo sino un manantial cuyas aguas frescas desbordan y fecundan colegios, colonias, pueblos y otros movimientos. En la Misa de las 6 p.m. en La Mira, los domingos, vienen los hermanos de La Salle, religiosas del Victoria, del América, del Zumárraga, del Guajardo. “Si el padre se dedica a los pobres, nosotros no debemos quedarnos atrás”.
         No pierdo el contacto con la Jornada y los Cursillos. Con los jornadistas no hay fricciones, puesto que los jóvenes son más flexibles, no tienen prejuicios y aceptan el cambio y aun lo desean. Pasamos momentos muy agradables con los jornadistas de los años 72 y 74.
         Recuerdo a Pepe Soto, los Marroquines, los Sandovales, Cristi, Trini, Pati de las Rosas y muchos más. Pero falta a la Jornada la distribución de los jornadistas en pequeños grupos para asegurar su perseverancia y sobre todo el poder de los carismas del Espíritu Santo.
         Asisto regularmente a la Ultreya los lunes en la Casa de la Cristiandad. Pero mis métodos pastorales chocan demasiado con uno de ellos que no han recibido ninguna influencia del Vaticano II. Pedro Kuri me llama la atención: “Dentro de cinco o diez años, te daremos toda la razón tal vez. Pero por el momento estás demasiado adelantado”. Pero yo por más que me examino, no veo qué tendría que cambiar o corregir. En Bolivia, ya hace 10 años atrás, todas estas actitudes e innovaciones pastorales eran aceptadas. México no es Bolivia o Chile, pero no es una razón para quedar estancados.
         Unos amigos cursillistas me apoyan francamente, como Miguel Bugarini, Humberto Reyes, Jorge Prado. Otros me rechazan. Una vez, al verme llegar a la Ultreya, uno de los más integristas dice a su vecino: “ya llega padre satanás”. Otros me comparan con Moisés Carmona. Pero para mi consuelo la esposa de Pedro Kuri precisa: “Padre Hermann no es peor que padre Carmona”. ¡Que consuelote! Dice una chismosa: “Este padre viene a cambiar nuestras tradiciones sagradas”. Le contestan: “Padre Hermann tiene a su favor 80 %  y 100 % de la juventud”.

Sin el apoyo moral de los Hermanos de La Salle no hubieramos subsistido.

La boca habla de lo que está lleno
el corazón (Lc 6, 45).

En junio empiezo a relacionarme con los Hermanos de La Salle por medio de un lasallista canadiense que está de vacaciones conmigo. Todos los lunes voy a celebrarles la misa de 7 p.m, Nace una amistad que durará muchos años. Como toman cursos de verano en su Universidad de México y están al acecho de todo lo nuevo capaz de perfeccionar su vida y su enseñanza, encuentro en ellos hombres maduros y abiertos a una pastoral renovada. Ven venir cada lunes a la tarde como una fiesta. Compartimos comentarios sobre la Palabra de Dios y sólo después hacemos el rito penitencial, tardando bastante en la Reconciliación con Dios y los hermanos.
         Los hermanos insisten para que yo participe en un Congreso de 3 días en su colegio con los maestros, sobre la dinámica de grupos, a principios de septiembre.
         Sin el apoyo moral de los hermanos de La Salle, mi vida y la vida de nuestro Centro de La Mira hubiera sido muy distintas, aún más tal vez no hubiéramos subsistido.

         La diócesis me acepta como “Miembro de la tribu”.

A fines de julio diez jóvenes sacerdotes vienen a comer en La Mira, como muestra de solidaridad. Unos días después vienen también dos párrocos de la ciudad.
         En el Retiro sacerdotal de septiembre, Monseñor Quezada pide que yo dé un informe a los padres sobre el encuentro en el Colegio La Salle. Después, apoyado por un compañero, propongo el estudio inmediato del documento de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la Absolución Sacramental Colectiva, de junio de 1972. La propuesta es aprobada por unanimidad, puesto que este decreto de Roma toca un punto urgente y candente de la pastoral diaria.
         Al terminar el retiro, los jóvenes sacerdotes afirman que el Clero de Acapulco me acepta “como miembro de la tribu”.

Nuestra especial gratitud al padre Rodrigo Herrera.

         El padre Rodrigo merece una mención especial en la historia de nuestro Centro y un lugar de predilección en nuestra gratitud.
Lo conocí primero en las Ultreyas y a veces le suplía en la misa a los cursillistas que en este tiempo asistían numerosos, alrededor de 250. Cuando fue nombrado párroco de San Cristóbal, en la primavera de 1972, me invitó a colaborar con él. Acepté gozoso por dos motivos: primero me había encariñado con la gente de la Progreso y, segundo, sentía que me iba a llevar muy bien con el nuevo párroco, sencillo, abierto y de ninguna manera receloso. Tal fue su confianza hacia mí que me ofreció el cuarto del ex párroco para que yo pudiera vivir en la Casa Parroquial.
No pude aceptar por los compromisos de La Mira, pero me comprometí a celebrar las tres misas matutinas del domingo.
         Después le platicaba sobre mi propósito que me traía en jaque desde Bolivia, Panamá y Cuernavaca: la nueva pastoral en onda que consiste en formar comunidades pequeñas cristianas para renovar la parroquia y hacer de ella una Comunidad viva de pequeñas comunidades.
También mencionaba yo grupos de oración en casas particulares y misas de juventud.
El padre Rodrigo me explicó: "Todo eso me parece hermoso, creo no es mi carisma. Confío en ti: haz tú tantos grupos como quieras en la parroquia, te apoyo".
Fue como si Nuestro Señor mismo nos abriera una puerta de par en par con acceso a una reserva inagotable de juventud: la Progreso y la Florida y sus calles pletóricas de niños y jóvenes.

         Ya en 1972 teníamos muchas Comunidades en la Progreso.

         Ya como párroco interino a fines de 1971 había hecho contactos con familias del Multifamiliar. En aquel entonces hablábamos de. Formar células domésticas y el horario preveía: ambientación, lectura bíblica, comentarios y oración a partir del texto sagrado, problemas sociales del sector, evaluación del trabajo de la semana anterior y planeación de la siguiente.
Ahora a mediados de 1972 se podía extender la dinámica de pequeños grupos a todos los sectores de la parroquia. En poco tiempo se crearon comunidades fraternales (el nuevo nombre de las células) en las calles de Campeche, Sinaloa, Chiapas, Flores Magón, Uruapan, Sonora, Durango, Coahuila, Actopan, Bernal Díaz del castillo, Chihuahua, Michoacán, Monterrey, Cerrada de Torreón y Puebla.
Estas reuniones nos acercaron a pandillas de mariguanos de la Florida. Tuvimos la colaboración de la señora Raquel en la calle de Michoacán: nos ofreció su salón al lado de su tienda.
Los muchachos le tenían confianza, así que muchos adictos a la droga aceptaron reunirse con nosotros en la casa de Raquel. Ellos mismos nos hicieron una lista de 20 preguntas que servirían de temas para el próximo encuentro. A Cristi Serna que me acompañaba le encantaban esos encuentros.
Todos los problemas pasaban a esas preguntas: el amor libre, la droga, los secuestros, la existencia de Dios, la política y las injusticias, el por qué el mundo está contra la juventud, etc…
Muchos de estos jóvenes tanto de los grupos de la Progreso como de las pandillas se ganaron nuestra confianza y los invitamos a La Mira y más tarde al primer seminario de Renovación Carismática en el Zumárraga. Entre ellos destaca Daniel Betanzos.
El padre Rodrigo se informaba de todo y a veces me acompañaba a los grupos. Además, abrió las puertas del grandísimo templo de San Cristóbal para que se iniciara la Misa de Juventud.

Deber y meta del cristiano: formar fraternidades.

A fines de Mayo de1973, pocos días antes de salir de vacaciones a Canadá, quise dejar bien claro a mis amigos y discípulos lo que era mi meta y mi ideal, y para ellos mi herencia, eso es: mi convicción acerca de las fraternidades cristianas o Comunidades de Base.
Dejé un texto de 7 párrafos dando la definición de la Comunidad, sus condiciones, sus elementos, el objetivo común, insistiendo sobre 3 puntos:
         Es levadura: se mezcla entre las necesidades concretas de los hombres.
         Es signo legible para que el mundo diga: ¡mirad cómo se aman!
         Requiere un proceso de crecimiento y madurez.
         Terminaba con un deseo: ¡ojala tengamos pronto unas fraternidades en La Jardín, en Los Bajos, en la Progreso, en el centro, en La Mira! ¡unámonos!

         Las autoridades Oblatas ¿cómo ven mi apostolado en Acapulco?

         Según la norma general, compete a las autoridades supremas decidir la fundación de una comunidad nueva en un país y en una diócesis y siempre nombran un equipo de tres o dos religiosos para realizarla. Pero hay siempre casos de excepción.
         Por ejemplo Monseñor Grath Arzobispo de Panamá, quien me acogió en su diócesis, me decía: “Somos dos originales, usted y yo. Usted es el único Oblato en Panamá y yo el Clérigo de la Santa Cruz.
         Llegué a Acapulco sin haber sido mandado, ni invitado y ni acompañado de un hermano. Situación original y no muy normal que fue saneada después.
         Primero de parte del Obispo de Acapulco, Monseñor Quezada me dijo que mi venida era providencial, me acogió como a uno de sus diocesanos y me nombró párroco inmediatamente.
         De parte de los OMIS hubo al principio reticencia. En septiembre de 1972 me mandaron un visitador, P. Luis Valbuena, que dio un informe tan favorable al Consejo General que el nuevo Superior General me escribió de su puño y letra: “Quiero asegurarte, Hermann, mi admiración, mi gratitud y mi aprecio por todo lo que haces y sobre todo por lo que eres como persona y Oblato”. Richard Henley OMI.
         Al mismo tiempo, el P. Leo Deschatelets, 25 años Superior General y que resignó en Mayo de 1972, me escribió también: “Admiro los designios de Dios sobre usted y me alegro inmensamente por todo lo que está realizando en Acapulco. ¡Ojalá que entre los Oblatos, usted pueda encontrar imitadores! Dígnese el Señor darle la gracia de ver crecer este Centro donde le ha plantado tan providencialmente. Leer sus cartas será para mí siempre un gozo”.
         El Salmista (133) tiene razón: ¡Qué cosa mejor es la vida fraterna!" Es como un perfume, un rocío y una bendición. Algo muy distinto del juridicismo.

         Una despedida festiva, 2 de junio de 1973.

En la primavera de 1973, sentí la necesidad de encontrar mi familia de la sangre y mi familia religiosa después de 3 años de estar separado de ellas.
Muchos acontecimientos había vivido en tres años. Primero, salí de Bolivia en Abril de 1971 para ir a misionar a Panamá. Allá me sumergí durante 3 meses en el estudio de la vida en el Espíritu Santo. A causa de la persecución, me vine a México y sabiendo de las pequeñas comunidades de Base bien vivas de Cuernavaca me fui allá a vivir experiencias únicas inolvidables. Por fin, me vino el llamado de Acapulco y en menos de 2 años me sentí parte de la vida religiosa del puerto.
Quería confrontar mis experiencias con las de las Comunidades cristianas de Canadá y ver de una manera pragmática si la corriente Carismática estaba bien aceptada, cómo funcionaba y si realmente daban frutos de conversión y santidad, frutos de armonía y paz.
La Estudiantina de La Mira distribuyó un volante que rezaba: “¡GRANDIOSA FIESTA, sábado 2 de Junio a las 8 p.m., en el Centro de Comunidad de La Mira, por motivo de la inauguración de la Cueva del Espíritu Santo por Mons. José Pilar Quezada, y de la despedida del padre Hermann. Habrá actuación de varias Estudiantinas, Concurso de Canciones, rifas, baile".
Efectivamente se hizo presente el Sr. Obispo y parecía feliz de ver a tanta, gente y con tanta alegría. Pero tuvo la sorpresa de su vida cuando me preguntó dónde estaba la capilla y le enseñé la Cueva que parecía un cráter. Me dijo: "Voy a bendecir la Cueva del Espíritu Santo, pero en cuanto a celebrar la Misa en eso, te lo dejo a ti”.

Dos encuentros carismáticos en Québec y Montreal, Canadá.

         Durante mis largas vacaciones en Canadá, dediqué mucho tiempo a hacer contacto con responsables carismáticos y grupos de oración. Dos encuentros fueron particularmente determinantes.
El primero en Québec, una sesión de formación a la vida en el Espíritu Santo animada por el padre Valeriano Gaudet, el mismo quien me inició en Bolivia en 1970 y quien animaría en Acapulco en febrero de 1975 nuestro segundo seminario de iniciación.
El segundo, en Montreal, del 17 al 19 de Agosto, un Congreso Carismático bilingüe (francés e inglés) en el Colegio Loyola de los jesuitas. Asistí al lado de dos Oblatos que me iban a visitar en Acapulco poco después. P. Jaime Gagnon e Yvon Poirier. Eran 4, 000 los participantes. Constantemente mi mente viajaba entre el salón del Congreso en Montreal y la Cueva del Espíritu Santo de La Mira. A cada rato me decía: "Eso sí se puede aplicar en Acapulco. Esos carismas sí los deben tener los jóvenes en las Cuevas. También eso y eso".

         Como para demostrarme que en realidad todo eso se cumpliría, lágrimas de gozo inundaban mi rostro y después ríos hasta mojar el piso a mis pies. Quince días después, al dejar Montreal para México yo estaba bien decidido a realizar en Acapulco lo que daba tantos frutos en el norte.

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