José Pilar Quezada Valdès -sentado a la izquierda- y Agustín Caloca Cortés -Sentado a la derecha- alumnos en el Seminario de Guadalajaraa
... "en la Iglesia conviven asnos, mulos y machos cabríos, algunos tan salvajes que se sienten deseos de matarlos, pero no es posible porque 'el Amo quiere recibirlos todos en buen estado'."
El Cura de Torcy a su colega de Ambricourt, en: "Diario de un Cura Rural", de Bernanos.

viernes, 1 de febrero de 2013

LA DIOCESIS DE ACAPULCO Y LA SEGUNDA ETAPA DEL CONCILIO VATICANO II




LA DIOCESIS DE ACAPULCO Y LA SEGUNDA ETAPA DEL VATICANO II.
Pbro. Lic. Juan Carlos Flores Rivas.

         El 6 de Junio de 1963, el Muy Ilustre Señor Canónigo Honorario Gabriel Ocampo García, quien era el Vicario General, suscribía la Circular Número 94 a todos los sacerdotes de la Diócesis de Acapulco, por disposición del Excelentísimo y Reverendísimo Señor Obispo Diocesano Doctor Don José Pilar Quezada Valdés, para que se haga oración por la elección del Sumo Pontífice, con la Misa Pro Eligendo Summo Pontifice sede vacante, en toda la Diócesis.
         Resulta que, el 3 de junio, el querido Papa Juan XXIII había fallecido. Y con su muerte, se imponía un impasse a los trabajos del Concilio. Pero la Divina Providencia dispuso que el 21 de junio siguiente fuese elegido el cardenal Montini, que tomó el nombre de Pablo VI. Al día siguiente, en su primer radiomensaje, aseguró que el concilio continuaría y el 27 anunció la fecha de apertura de la segunda sesión: el 29 de septiembre de 1963.
         Para el 10 de Septiembre de 1963, El Canónigo Gabriel Ocampo y el Presbítero Juvenal Porcayo Uribe, quien era Secretario de la Curia, signan la Circular Número 101, a todos los sacerdotes de la Diócesis de Acapulco, informando que “el 25 del mismo, sale el Señor Obispo a la Ciudad Eterna para asistir a la Segunda Etapa del Concilio Vaticano II, que principiara el día 29 de septiembre y terminará el 4 de Diciembre de este año”. Se pide a los sacerdotes que acudan el día 17 para despedir en Acapulco al Obispo con una comida, y que aporten una cooperación voluntaria para los gasto de viaje de Su Excelencia, obsequio de sus sacerdotes.
Y en la circular Número 102, con fecha 20 de Septiembre de 1963, el mismo Canónigo expresa los agradecimientos por parte del Señor Obispo, y la indicación de que se diga como imperada, durante el tiempo de esta Segunda Etapa, la Oración de la Misa del Espíritu Santo, por el éxito del mismo. Mandato que será rubricado por el mismo Papa Paulo VI con fecha 24 de Septiembre de 1963, en documento enviado a todos los episcopados por medio de la Sagrada Congregación de los Ritos, y reproducida en la Circular Número 104 con fecha 4 de Octubre de 1963.
         Monseñor Quezada se hospedó durante esta Segunda Etapa del Vaticano II, en el benemérito Colegio Pío Latinoamericano de Roma, en el Número 677 de la Vía Aurelia. Hasta donde sus sacerdotes enviarán el 12 de Octubre, sendas felicitaciones con motivo de su cumpleaños y onomástico, como lo indica la Circular Número 105, con fecha 5 de Octubre de 1963, signada por el Canónigo Ocampo y el Secretario Porcayo.
         En esta Segunda Etapa del Concilio Vaticano la reflexión se centró en los esquemas: “Sobre la Iglesia”, y “Sobre el episcopado”, con momentos álgidos de discusión, y de hecho, la Etapa terminó sin grandes consensos.

         La Circular Número 108 aparece fechada desde Roma el 25 de Noviembre de 1963, por el Señor Obispo Quezada, y dirigida a todos sus amados hijos. El motivo: Saludo y recomendaciones. Y decía:
“No creo encontrar mejor saludo que las palabras de San Pablo que dirigía a los Colosenses desde esta misma Ciudad de Roma donde estaba preso el Apóstol: "Que sigáis fructificando en toda obra buena y creciendo en conocimiento de Dios", porque no hay cosa mejor que servir a Dios, y para servirle mejor, hay que conocerlo cada día más y más.
Algo de esto quisiera llevar mi saludo, tanto más que va desde esta grande asamblea de la Iglesia, del Concilio Ecuménico, cuya meta es el mejoramiento de la Iglesia toda, empezando por la jerarquía, por los sacerdotes, para que podamos servir a nuestros-hermanos.
De aquí también una recomendación para aprovechar las fiestas del Niño Dios y de la Virgen María, que para los mexicanos tienen una especial oportunidad, porque dentro de la Octava de la Inmaculada está la fiesta de la Virgen de Guadalupe, la Patrona de México.
En ese día los mexicanos nos sentimos más hermanos que nunca, y nos perdonamos todo. Como que es el día de la Madre nos sentimos con derecho de hacer todo lo que queramos por ella, y ni siquiera queremos comprender como haya molestias y quejas. Sin embargo las ha habido, por procesiones en las calle con cohetes y desórdenes que no deban ser. Los cohetes están prohibidos no por malos, sino por peligrosos y muchas desgracias hemos tenido que lamentar. Cuando a las autoridades les conste que no hay esos peligros y crea conveniente los permitirán; pero al buen ciudadano le basta la prohibición y atiende.
Les quiero pedir a mis amados hijos en Jesucristo, que nunca con pretexto de piedad den un espectáculo desedificante. Sus peregrinaciones religiosas nunca pierdan ese carácter. Sus reuniones y procesiones sean en los templos, en los atrios y pertenencias de los templos que para eso deben estar bien dotados; y aún para eso, como para todo servicio religioso preferir sus propias parroquias.
Dios, como dueño que es del alma y del cuerpo, del individuo y de la sociedad, tiene derecho a todo culto, interior y exterior, individual y colectivo; sin embargo es el obsequio interior de nuestra alma, con la vida en gracia, con la frecuencia de la Sagrada Eucaristía que es el índice infalible de nuestra amistad e intimidad con Dios, y que sea también la característica de las fiestas de nuestro pueblo cristiano».
Estos eran los sentimientos de nuestro Pastor acapulqueño expresados desde Roma, en el contexto de la Segunda Etapa del Concilio Vaticano II.
Para el 18 de Diciembre de 1963, Monseñor Quezada ya se encuentra en Acapulco, de vuelta de Roma, y en la Circular Número 110, con fecha 18 de Diciembre de 1963, expresa su preocupación pastoral conforme a las directrices que iban surgiendo del Vaticano II:
“Después de clausurada la Segunda Etapa del Concilio Ecuménico en Roma hemos vuelto a nuestra Sede Episcopal con renovado fervor y entusiasmo para continuar la tarea que nos corresponde en el ministerio pastoral.
El programa de acción formulado en el Concilio es muy vasto y requiere un número suficiente de sacerdotes para poder realizarlo en cada Diócesis. Esto dicho sin desestimar en nada la labor apostólica que deben desarrollar también los seglares, cuya colaboración será siempre digna del mayor elogio.
Pero los sacerdotes han de salir normalmente del Seminario Diocesano. El Seminario es la única fuente que surte de clero a una Diócesis. Por razón (esta), amados hijos, yo os pido que este año os empeñéis, de manera -especial, en hacer fructuoso el DÍA DEL SEMINARIO.
Y anunciaba la realización de una CAMPANA VOCACIONAL conforme a los siguientes puntos:
1.- Intensificando el conocimiento de la excelencia y sublimidad de la vocación sacerdotal al mismo tiempo que el de la verdadera necesidad que tiene el pueblo cristiano del sacerdote en la actual Providencia Divina.
2.- Profundizar el conocimiento de la responsabilidad que complete la-familia frente a la vocación sacerdotal o religiosa de sus hijos, que no pocas veces ven frustrados sus anhelos porque han encontrado la oposición de sus padres.
3.- Finalmente todos los fieles deben saber y comprender perfectamente que la compleja tarea de la formación de los sacerdotes no es obra exclusiva del Obispo y del Seminario, sino que proporcionalmente todos debemos sentirnos responsables de la misma y aportar a ella nuestra personal colaboración, así como en el día de mañana nos beneficiaremos todos de la-labor pastoral de los que llamaremos con verdad "nuestros sacerdotes"»
Bellísima, la frase con la que rubrica este importante texto: “No creo necesario insistir en que el futuro de la labor pos-conciliar entre nosotros está en el Seminario, y que, debido a ello, todo lo que se haga o se deje de hace por el Seminario, se hace o se deja de hacer por dicha labor en la Diócesis».

1 comentario:

Anónimo dijo...
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